F1 en México: referente histórico

En entrevista para Reporte Índigo, Alejandro Rosas confiesa ser de los que se levanta en la madrugada para ver las transmisiones de la Fórmula 1 (F1) y ha recorrido el mundo para asistir a varios Grandes Premios. Este deporte es su pasión, pero confiesa que no le gustan los autos. 

“No me gusta el automovilismo en general. Lo mío es la Fórmula 1”. 

Sergio Almazán Sergio Almazán Publicado el
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En entrevista para Reporte Índigo, Alejandro Rosas confiesa ser de los que se levanta en la madrugada para ver las transmisiones de la Fórmula 1 (F1) y ha recorrido el mundo para asistir a varios Grandes Premios. Este deporte es su pasión, pero confiesa que no le gustan los autos. 

“No me gusta el automovilismo en general. Lo mío es la Fórmula 1”. 

Retomando las palabras del cronista deportivo Luis Manuel “Chacho” López – quién escribió el prólogo de su libro – el autor afirma que la diferencia entre la F1 y las demás categorías es que en este deporte coinciden los mejores pilotos con lo más avanzado de la tecnología, no hay nada más allá. Nada mejor.

En México el automovilismo no es el deporte más popular, pero la expectativa generada por el regreso del máximo circuito hará, el próximo 1 de noviembre, que más de uno – sin importar su poder adquisitivo o preferencia política –  desempolve y saque del closet al Ayrton Senna que lleva dentro. 

Rosas acepta que la F1 es un deporte caro. Sin embargo, el autor dice que, comparado con los precios que se cobran para asistir a otros eventos, los boletos para el GPM están dentro del estándar. 

“Es un deporte para todos. Sí, es caro pero un boleto de F1 cuesta exactamente lo mismo que uno para asistir a un partido de la NFL o la NBA cuando vienen a México”

Esto no es diferente de lo que pasaba en las dos épocas anteriores de la F1 en México. 

Primero durante la década de los sesenta – los días del Milagro Mexicano – y luego después del terremoto de 1985 y hasta el auge del gobierno de Carlos Salinas, el automovilismo siempre ha sido un club selecto, pero según el autor ha llegado y llegará a las masas a través de las proezas de los héroes detrás del volante. 

“Son hombres que retan todos los límites. Temerarios. Valientes. Retan a la muerte en cada carrera con mucho cinismo”.

Son muchos los que no tienen ni tendrán suficiente dinero para comprar una entrada para el GPM – boletos que oscilan entre los mil y 18 mil pesos – pero son más los que todos los días, en un país como México, conviven de cerca con la muerte y saben que la vida en este país no está garantizada. 

Ellos son los que muy probablemente se identificarán con los pilotos que se juegan la vida en cada acelerón. Eso y la presencia de un mexicano capaz de subir al podio – el piloto Sergio ‘el Checo’ Pérez –  les harán recordar las glorias de los Hermanos Rodríguez y olvidar, por unas horas, que viven en México. 

“El GPM de se une a todos los eventos internacionales que vienen a México e intentan mostrar un país distinto del que estamos viviendo en la vida cotidiana”. 

México hoy y ayer

“Yo creo que hoy seguimos teniendo los mismos vicios que se construyeron durante el siglo veinte en el sistema político mexicano. Seguimos siendo un país corrupto, impune, un país autoritario y de simulaciones. 

“La única diferencia, y lo que me da esperanza en el futuro, es que creo que hoy ya le hemos puesto rostro a todos esos vicios. Hoy podemos ver lo que no se veía en los ochenta y que ciertamente no se veía en los sesenta, pero que ya estaba ahí desde entonces”.

El GP del Milagro Mexicano

Alejandro Rosas describe al primer periodo del GPM, los sesenta, como uno de gran bonanza para el país. Una época dorada donde todavía se disfrutaban los frutos del gobierno de Lázaro Cárdenas, pero también ya se empezaban a ver los indicadores que propiciarían su final. 

Adolfo López Mateos era el presidente de la República. Guapo, autoritario y poco efectivo, pero querido por los mexicanos. López Mateos era el perfecto hijo de un PRI consolidado. 

El presidente era aficionado al automovilismo y facilitó las condiciones para que el Autódromo, inaugurado en 1959, pudiera recibir un Gran Premio en 1962.

El primer GPM de México no otorgó puntos para el Campeonato de Pilotos, pero estuvo bien organizado y, a pesar de las quejas que ocasionó el exceso de asistentes ‘colados’ (hijos, primos o conocidos de algún influyente) fue un todo un éxito. 

Pero su inicio también estuvo marcado por la tragedia. 

Tres días antes de la carrera principal, mientras hacía recorridos de prueba, el piloto mexicano Ricardo Rodríguez, el único con posibilidades de subirse al podio, murió tras accidentarse en la célebre curva peraltada. 

La curva ya no es  parte del trazo del nuevo circuito, pero Ayrton Senna se voleó ahí dos veces, antes de su accidente fatal en San Marino. 

La F1 fue, en los sesenta, un símbolo del cénit de la prosperidad mexicana, en sus inicios, y luego del final desencantado del Milagro Mexicano. 

En menos de diez años sucedió la matanza de Tlatelolco y se descubrió el descontento que vivía la sociedad mexicana y la represión que sufría. 

En 1970 el premio de México vivió su última edición después de que el evento se le saliera de las manos a los organizadores, al grado que el piloto Jackie Stewart quedó fuera de la competencia tras atropellar a un perro. 

Las F1 durante la crisis

Tras varias devaluaciones del peso, la explosión de San Juanico y el Terremoto de 1985, México decidió, en 1986, no sólo organizar un Mundial de futbol sino también reabrir el autódromo para un Gran Premio de F1.

“El segundo periodo del GPM también fue un periodo de una gran transición. Salimos de ese Estado cerrado para integrarnos a una economía internacional”.

A diferencia de los GPMs de los años sesenta, en la nueva época no participaron mexicanos. Las demás circunstancias fueron similares. 

La organización se fue deteriorando con  los años, no hubo perros, pero los ‘influyentes’ siguieron invitando a los pits a gente que no tenía nada que hacer en esas zonas y los precios eran prohibitivos. 

“Lo más impresionante de esos años para los mexicanos fue ver a Lola la trailera manejando su tráiler negro en la pista”.

Además de Lola, el gran público quería ver en acción al impresionante campeón Ayrton Senna. El brasileño sólo ganó el GPM una vez y nunca estuvo contento con el trazo del circuito, al que consideraba peligroso. 

Al contrario de lo ocurrido en su primera época, el GP se fue de México en 1992, justo cuando el proyecto de país de Carlos Salinas parecía ir viento en popa. 

Los organizadores se molestaron por la politización que Manuel Camacho, el entonces regente del DF, le dio al GPM y ante acusaciones de que la carrera contaminaba demasiado la ciudad, decidieron no regresar a México al siguiente año.

En 1994 el proyecto de Salinas ya había fracasado y México volvía a vivir una severa crisis económica. 

El nuevo GPM

El autor considera que los actuales organizadores tienen la experiencia suficiente para pensar que el inicial contrato de 5 años se renovará y habrá GPM para rato. 

Al respecto de que los actuales políticos asistan en primera fila como lo hizo en su momento Adolfo López Mateos, el autor coincide que esa es otra de las pocas diferencias del actual contexto con los de otros Grandes Premios. 

“Yo creo que el político más beneficiado por el GPM será Mancera. 

“No creo que EPN se atreva a ir al Gran Premio. Si hace unos meses inauguró un estadio en Monterrey sin gente…Si va al GPM de seguro se lleva una rechifla y no creo que quiera recibirla”.

Ventaja para Hamilton

A los británicos les sienta bien México

Jim Clark ‘el escocés volador’ fue el primer ganador del GPM en 1962. En 1992, el último GPM fue ganado por el británico Nigel Mansell. En 2015 el campeonato de pilotos se podría decidir en México y coronar a otro súbdito de la reina, el inglés Lewis Hamilton con lo que los británicos cerrarían con broche de oro el llamado ‘Año del Reino Unido en México’.

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