¿Quién los quiere?
Primero fue Boston, después Toronto, le siguieron Hamburgo y Roma y recientemente lo hizo Budapest. Parece que ya nadie quiere ser sede de unos Juegos Olímpicos.
La razón principal es la fuerte inversión que se realiza para albergar la máxima fiesta deportiva del planeta, y al final no se consigue recuperar lo que se gastó en el evento.
También está el hecho de que cumplir con las peticiones del Comité Olímpico Internacional (COI) dejaría endeudadas a las ciudades sede.
Juan Reyna Loa
Primero fue Boston, después Toronto, le siguieron Hamburgo y Roma y recientemente lo hizo Budapest. Parece que ya nadie quiere ser sede de unos Juegos Olímpicos.
La razón principal es la fuerte inversión que se realiza para albergar la máxima fiesta deportiva del planeta, y al final no se consigue recuperar lo que se gastó en el evento.
También está el hecho de que cumplir con las peticiones del Comité Olímpico Internacional (COI) dejaría endeudadas a las ciudades sede.
Al menos estas fueron las razones por las que cinco candidatas decidieron no ir por los Juegos del 2024.
Actualmente sólo dos metrópolis se mantienen en pie: Los Ángeles y París, por lo que ante el poco interés general, el COI estudia la posibilidad de darle a cada una la sede para los Juegos de 2024 y 2028.
La Comisión Ejecutiva del COI vivirá un día clave hoy jueves, pues discutirá éste y entre otros temas cuando tengan su reunión directiva en Pyeongchang, Corea.
En caso de asignar la sedes consecutivas a la capital francesa y a la ciudad de California, el COI tendrá tiempo para replantear el proceso de elección en, por lo menos, dos ciclos olímpicos.
Pero no solamente han sido los de verano, sino también en invierno.
El antecedente más reciente sucedió con el nombramiento de los Juegos de 2022 cuando sólo dos ciudades disputaron la sede y ninguna convencía del todo al COI.
Beijing le ganó la carrera a Almaty, Kazajistán, para llevarse las olimpiadas invernales, a pesar de ser una localidad donde ni siquiera nieva y ha enfrentado una escasez de agua los últimos años, de acuerdo con reportes periodísticos.
También denominada como Pekín, se convirtió así en la primera ciudad en la historia en albergar unos Juegos de Invierno y Verano, como cuando en 2008 recibió el fuego olímpico en el estadio conocido como “Nido del Pájaro”.
El anuncio definitivo para la sede de los Juegos Olímpicos de Verano de 2024 se deberá hacer en septiembre del presente año.
COMÚN DENOMINADOR
De todos los retiros en la contienda por organizar unos Juegos Olímpicos, hay una situación en común: la participación ciudadana.
Aunque en la gran mayoría de las ciudades que eran candidatas contaban con el apoyo de autoridades locales, el plebiscito hizo la diferencia para reconsiderar la postura.
El principal argumento que percibieron ha sido la fuerte inversión que representa organizar unos Juegos Olímpicos, comparado con las necesidades de la población, principalmente en programas sociales.
La más recientes en bajarse del “barco” ha sido Budapest, en donde a través de un movimiento ciudadano logró 266,000 firmas para retirar la candidatura.
Mientras que en septiembre del año pasado, la alcaldesa de Roma, Virginia Raggi, rechazó también las intenciones olímpicas.
En 2015, Boston y Hamburgo también frenaron en seco sus pretenciones de albergar los Juegos; en la ciudad alemana, la crisis de refugiados y los recientes atentados de los últimos años en otras metrópolis de Europa, sirvieron para replantear la situación.
MALOS EJEMPLOS
Otro de los factores que influyó para que las ciudades mencionadas no formaran parte de la carrera para recibir los Juegos, fueron los ejemplos de Atenas 2004, Beijing 2008 y Río de Janeiro 2016.
Se estima que Grecia gastó alrededor de 10 mil millones de dólares para que los Juegos regresaran a donde nacieron casi un siglo atrás, dejando al país helénico endeudado.
Mientras que en China y Brasil, algunas de las instalaciones olímpicas se descuidaron, otras están en abandono, por lo que las personas se preguntan ¿qué legado o beneficio les dejó el espíritu olímpico?
Por ahora, el resto del mundo se niega a recibir el fuego.