En 2019, Andrea Limón (su primer apellido es Ramírez, pero le gusta usar el segundo) soñaba con estar en los Juegos Panamericanos de Lima 2019, inclusive en más de una ocasión se visualizó en el torneo; sin embargo, los tropiezos existen en todas las carreras, y para la marchista mexicana no fue la excepción, pues un mal resultado la dejó fuera de la competición y le generó dudas respecto a su futuro.
“Yo quería clasificar para los Juegos Panamericanos de Lima, pero en el Nacional no me fue como esperaba y, obviamente, pues sí, anímicamente me pegó mucho y, tuve mis momentos tristes donde lloré y dije: ‘¿ahora qué voy a hacer con mi vida? ¿Esto es lo mío?’, confesó la atleta en entrevista con Reporte Índigo.
Pero Andrea Limón no tiró la toalla, aprendió de sus errores y decidió escribir una nueva página en su carrera, y aunque no fue nada sencillo, lo logró.
En diciembre de 2020, cuando apenas se reanudaban las competencias después de la pandemia ocasionada por el COVID-19, Andrea participó en el Maratón de Chandler, Arizona y ahí logró detener el reloj en 2:26:34 lo que le dio el boleto a Tokio 2020.
“Para mí, ese bajón (no llegar a Lima) fue de darle vuelta a la página y decir que esto sólo era una derrota, sé que de los fracasos se aprende y que tenía que seguir adelante. Entendí que no estaba haciendo nada mal. Sólo fue un mal resultado, el cual, no define lo que soy como persona o como atleta. Entonces, de ahí para adelante.
“La verdad que cuando logré la marca fue un día muy especial, uno de los días más felices de mi vida hasta el momento. El hecho de recordar y saber que todo el trabajo, todos los entrenamientos, todos los días de dolor han valido la pena, me hacen pensar que es como si yo estuviera destinada a ir a los Juegos Olímpicos”, agregó.
Una peculiar historia de Andrea Limón
Andrea está a 35 días de viajar a Tokio y competir en sus primeros Juegos Olímpicos, pero si hace unos años, cuando ella estaba en la universidad, le hubieran dicho que representaría a México en un certamen así, tal vez no lo hubiera creído, debido a que su historia en el atletismo empezó por una cuestión meramente de salud.
“Sólo corría por salud, para sentirme bien, no porque quisiera competir, y cuando lo comencé a tomar de manera profesional, la verdad es que no me costó trabajo, porque amo correr y lo disfruto mucho.
“Sí había días, cuando empezaba, en los que mejor quería descansar, pero al ver mis tiempos y saber que los podía mejorar, eso me motivaba porque yo quiero ser la mejor y quiero sacar la mejor versión de mí y puedo asegurar que eso es lo que me motiva día a día. Aparte, el ambiente que se vive es muy diferente. Yo todavía tengo nervios antes de cada competencia, pero ver a la gente me relaja porque es muy distinto lo que se vive”, comenta.