La maldición de los ganadores
Ser parte de los Juegos Olímpicos, la máxima fiesta del deporte a nivel mundial, ya no es algo que agrade ni emocione a todos los involucrados en este evento.
El ejemplo más claro de que ser la sede olímpica, ya sea para verano o invierno no es bien vista como en años anteriores, lo pusieron los habitantes de Munich.
Los residentes de la capital alemana junto a los de unos pequeños pueblos bávaros, no quisieron ser la nueva víctima de lo que se conoce como “La Maldición de los Ganadores”.
Indigo Staff
Ser parte de los Juegos Olímpicos, la máxima fiesta del deporte a nivel mundial, ya no es algo que agrade ni emocione a todos los involucrados en este evento.
El ejemplo más claro de que ser la sede olímpica, ya sea para verano o invierno no es bien vista como en años anteriores, lo pusieron los habitantes de Munich.
Los residentes de la capital alemana junto a los de unos pequeños pueblos bávaros, no quisieron ser la nueva víctima de lo que se conoce como “La Maldición de los Ganadores”.
Esto se refiere a que las últimas ciudades que han albergado los Juegos Olímpicos, terminan por pagar deudas millonarias que en ocasiones contribuyen a que se viva una severa crisis económica.
Muchos habitantes de Munich guardan en su memoria los bellos recuerdos de los Juegos Olímpicos de 1972, que significaron un gran salto de la ciudad en la modernidad, y que les dejó un bello parque, una red vial ejemplar y varios complejos arquitectónicos útiles.
Pero por el otro lado, tampoco pierden de vista que mantener en pie todas las instalaciones olímpicas en las que ya no se escenifican magnos eventos deportivos, les cuesta anualmente 40 millones de euros (55 millones de dólares) no recuperables.
‘Ciudades malditas’
Los habitantes de la ciudad francesa de Grenoble pagaron un aumento de impuestos hasta 1992, para cubrir el déficit que dejó la décima edición de los Juegos Olímpicos de Invierno en 1968.
Los juegos de verano de 1976, dejaron a Montreal sumida en un desastre financiero que los ciudadanos tuvieron que pagar durante los siguientes 30 años.
La economía griega que está en bancarrota, tendrá que pagar hasta el 2030, por el espectáculo deportivo vivido en el verano de 2004.
La ciudad de Vancouver tuvo que asumir el control la Villa Olímpica, que quedó sin terminar luego de la bancarrota en la que cayó el desarrollador antes de los juegos de invierno de 2010, y que requirió de casi 300 millones de dólares en préstamos para completar la construcción.
Lo que se rescata
Por cada historia de éxito, como el Centro Acuático de Beijing, ahora el parque acuático cubierto más grande de Asia; hay un lugar abandonado, como el salto de esquí en Sarajevo, Bosnia.
El proyecto Ciudad Olímpica, desarrollado por Jon Pack y Garv Hustwit, da una idea bastante buena de lo que le puede suceder a maravillas arquitectónicas olímpicas después años de la ceremonia de clausura.
Wladimir Andreff, un experto en economía deportiva, cree que las ciudades que han obtenido la sede olímpica, cargan con esa maldición de ganadores clásicos porque en el calor de la batalla, terminan por sobrepasar los presupuestos previamente establecidos.
“De todo esto se deriva una recomendación sobre la política para determinar a la nueva sede: para evitar sobrecostos y otras malas consecuencias de la maldición de los ganadores, ya no debería haber una asignación de los Juegos Olímpicos a través de subastas”, dijo Andreff a The Washington Post.
Eso, por supuesto, es políticamente imposible: los países que desean aumentar su prestigio internacional organizando un mega-evento siempre competirán por la simpatía del Comité Olímpico Internacional, asegurando el máximo desembolso posible, y también la máxima ineficiencia de muchas construcciones.
La voz del Pueblo
La negativa de Múnich a los juegos fue del 52 por ciento, pero también votaron otras poblaciones de Baviera en las cuales se tenía previsto tener sedes de algunos deportes olímpicos.
En Garmisch-Partenkirchen, se opuso el 51.5 por ciento de la población, mientras que en Traunstein el 59.6 y en Berchtesgaden el 54.
Los bávaros simplemente no querían acoger las olimpiadas.
De este modo, Múnich se unió a Barcelona como la segunda ciudad que renuncia a presentarse como candidata para albergar los Juegos de Olímpicos de Invierno.
Quienes siguen interesadas en alojar este evento son ciudades como Pekín, Oslo, Cracovia y la kazaja Almaty. Ellas no le tienen miedo a la maldición de los ganadores.