“Olé, olé, olé, Memo, Memo”, coreaban al unísono los cientos de aficionados reunidos, al tiempo que en lo alto se ondeaban banderas que inmortalizan en sus telas deslucidas el rostro del guardameta americanista, Guillermo Ochoa, quien haría su aparición en suelo mexicano después de nueve años de aventura por Europa.
En un abrir y cerrar de ojos, los espacios monocromáticos y el silencio sepulcral del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México cobraron vida, como en una sucursal del Estadio Azteca, los colores azulcrema y los cánticos fervientes de los aficionados inundaron los amplios espacios de la Terminal 2.
Entre empujones, jalones y uno que otro golpe, la seguridad lograba contener el impulso desenfrenado de los aficionados; sin embargo, los más aventurados conseguían abrirse camino entre el tumulto para tener una mejor visión del panorama, y así, darle recibimiento al ídolo americanista.
El ambiente de fiesta no dejó de sorprender a todos los turistas que llegaban de todas partes del mundo, quienes no daban crédito al tumulto armado por las porras americanistas.
Pese a la impaciencia de los fans, los minutos seguían transcurriendo sin rastro alguno del guardameta azulcrema, provocando instantes de agitación con el abrir y cerrar de las puertas eléctricas, las cuales anunciaban la llegada de otro desconocido. De un momento a otro, el mar de luces que se desprendía de cámaras y celulares encendió la figura de Guillermo Ochoa, quien al fin hizo su aparición.
No solo Memo Ochoa hizo felices a quienes lo esperaban, ya que al mismo tiempo que él, una delegación de deportistas mexicanos que participaron en los Juegos Panamericanos de Lima coincidieron en la salida de la Terminal Aérea con el arquero mexicano.
Acompañado por agentes de seguridad, el meta mexicano fue escoltado a través de un pasillo formado por los americanistas, quien ante la euforia de la gente desapareció en cuestión de segundos. Al llegar a la camioneta que lo alejaría del caos, Paco Memo se encontró con un grupo de aficionados frenéticos que decidieron subirse al techo e interior del vehículo y emprender nuevamente los cánticos americanistas.
Momentos después de alejarse del bullicio de la gente, el seleccionado mexicano no dejó pasar la oportunidad para agradecer a través de su cuenta de Twitter el apoyo incondicional de quienes tomaron el Aeropuerto capitalino para darle un recibimiento sin precedentes.
“Gracias, no hay palabras para esto. Gracias por todo”, escribió en redes sociales.
La agitación de su llegada y haber perdido el primer vuelo de madrugada desde Madrid, España, fueron contratiempos que han quedado atrás para Ochoa, quien ahora se concentrará en estar en tiempo y forma para el que podría ser su debut esta jornada frente a Monarcas, en el Estadio Azteca, después de ocho años de haber partido a cumplir su sueño europeo.