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La caída de 60 por ciento que los precios petroleros han experimentado desde junio pasado representa un gran reto para los países exportadores de petróleo como México.
Esto debido principalmente a la presión ejercida sobre las finanzas públicas.
Este fenómeno incluye además que el precio del gas natural se encuentra en casi su punto más bajo en la última década, junto con nuevos avances en eficiencia y alternativas energéticas.
Esto representa una oportunidad histórica para deshacerse de políticas que los expertos rotundamente reprueban: los subsidios energéticos.
A medida que los precios energéticos caen en los mercados, se vuelve más políticamente fácil y menos inflacionario recortar estos subsidios y dejar atrás los precios artificiales de los combustibles.
Estos subsidios representaron 550 mil millones de dólares del gasto público global el año pasado, de los cuales aproximadamente un tercio provinieron de los países emergentes. Recortar los subsidios liberaría este dinero para ser invertido en proyectos como programas de servicios sociales o de infraestructura.
Sin embargo, la crítica a los subsidios no se enfoca sólo en lo costosos que son, sino también en las múltiples y diversas consecuencias negativas que los acompañan.
El Financial Times reporta que éstas incluyen distorsionar el consumo energético, incentivando el uso excesivo de energía por parte de productores y consumidores, junto con problemas ambientales como las emisiones de carbono y desastres ecológicos asociados con la extracción de hidrocarburos.
De hecho, se estima que el consumo adicional de energía detonado por estos subsidios fue responsable del 36 por ciento de las emisiones globales de carbono entre 1980 y 2010.
Inefectivos e ineficientes
Además, el objetivo de estas políticas de actuar como un apoyo económico para quienes más lo necesitan no se cumple en realidad porque operan de manera regresiva.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que, en lo referente a los subsidios energéticos en los países emergentes, en promedio el 20 por ciento más rico de la población recibe seis veces más beneficios en términos absolutos que el 20 por ciento más pobre.
El FMI además señala que esta concentración de los beneficios es aún más pronunciada en los subsidios a combustibles como la gasolina y el gas licuado del petróleo, donde la diferencia es de 20 y 14 veces respectivamente.
The Economist señala que la caída de los precios energéticos no sólo ofrece una oportunidad histórica para eliminar los subsidios energéticos, sino que además se proponen otras medidas que serían una mejor política energética en el largo plazo.
Éstas incluyen incrementar los impuestos gravados sobre los combustibles, sobre todo la gasolina, o incluso implementar un impuesto contra el carbono. Gravar las emisiones de carbono no sólo reduciría el consumo de combustibles contaminantes, sino que además incentivaría el uso de otras alternativas energéticas más limpias.
También se propone mantener la coherencia en los mercados energéticos usando como ejemplo la doble cara de la política estadounidense, que en el nombre de asegurar su oferta energética prohíbe la exportación de petróleo pero al mismo tiempo no aprueba un oleoducto proveniente de Canadá.“
Futuro verde
No sólo los precios energéticos tradicionales han caído recientemente, también los de alternativas energéticas renovables como la energía solar van hacia abajo.
A esto se agregan nuevas tecnologías que permiten administrar de forma más eficiente el consumo de energía, sobre todo en lo referente a electricidad. Mejoras en este aspecto resultan en ahorros totales de más de 700 mil millones de dólares en 11 países miembros de la Agencia Internacional de Energía.
Pero si esta tendencia va a continuar (o incluso a acelerarse), los gobiernos tienen que cambiar sus políticas al respecto. En lugar de subsidiar la energía renovable los gobiernos deberían de invertir en investigación para acelerar el desarrollo tecnológico de esta área.
En promedio, la energía renovable recibe 260 mil millones de dólares en inversión global cada año. Esto es menos de la mitad de lo que se invierte en subsidiar la producción y consumo de energía tradicional alrededor del mundo.
El recorte de los subsidios al consumo de combustibles fósiles también podría ayudar en esto, ya que incentivaría la inversión en alternativas energéticas por parte del sector privado.
Para asegurar un futuro energético más sustentable, esta inversión en tecnología es necesaria. De lo contrario, alternativas energéticas limpias seguirán siendo incosteables y marginales en el mercado.