El presupuesto de la Unión Europea del 2014 al 2020 es uno de los temas más polémicos que se debaten hoy dentro en la Zona Euro.
El citado presupuesto se usa para pagar subsidios o políticas macroeconómicas a nivel europeo, tales como programas agrícolas, investigación o transferencias de los países con más ingresos a los menores.
Aproximadamente el 5 por ciento de los gastos se destinan a labores administrativos, tales como el parlamento y ejecutivo que sostiene la Unión y que complementan a sus órganos nacionales.
El presupuesto está sujeto a aprobación y debe ajustarse a un mecanismo especial de financiamiento que determina un órgano de la Unión Europea.
Los miembros deben aprobar, para finales de diciembre, el mecanismo especial de financiamiento, con el fin de que los países individuales que reciben transferencias propongan los programas en los que usarán el dinero.
Pero debido a que el presupuesto se paga por todos los miembros, e incluye una cantidad importante de gastos llegar a un acuerdo puede ser tardado.
Este año no pinta para ser la excepción, la disputa se ha centrado entre tres grandes campos: quienes opinan que el presupuesto es muy grande y debe ser reducido (principalmente el Reino Unido), quienes buscan aplicar reglas más estrictas para su uso (principalmente Francia, Alemania e Italia) y quienes están de acuerdo con el presupuesto hasta hoy (España y otros países de la periferia).
La propuesta
Benedicta Marzinotto, una experta en política macroeconómica, a través de un análisis auspiciado por Bruegel, un centro de investigación, alega que el debate está equivocado.
Lo importante no es el tamaño, sino su flexibilidad.
Más que pelear por reducir o incrementar el presupuesto, deberían de hacer éste más parecido a los llamados “bonos de proyectos”, en los cuales se emiten deuda para una región o proyecto en específico.
Esto haría el presupuesto más flexible y funcionaría como un fondo de rescate permanente, de donde los gobiernos podrían acceder a financiar tareas específicas en regiones en problemas, previo a que se vuelvan problemas nacionales.
El tamaño sería irrelevante porque cambiaría según las necesidades en un año determinado.
Este tipo de mecanismos, explica la autora, podrían ayudar a prevenir caídas más fuertes cuando surge una crisis.
Por lo pronto, los países tendrán que aceptar el mecanismo como está y los ciudadanos europeos rehusarse a ver más conflictos dentro de los miembros de la Unión Europea.
Quizá los mexicanos podríamos aprender una valiosa lección, adoptando recomendaciones parecidas para lidiar con los problemas de coordinación presupuestal decembrinos.