A todas luces, Bitcoin es el fenómeno financiero del año: el valor de la criptodivisa ha crecido más de 1445 por ciento en los últimos 12 meses, un rendimiento que trasciende cualquier tendencia alcista de un activo convencional.
A pesar de que las conexiones del Bitcoin aún no tienen efectos sistémicos en la arquitectura financiera global y su implementación en las transacciones cotidianas es limitada, la tecnología que sostiene el funcionamiento de las criptodivisas digitales, el blockchain, promete convertirse en la base para una nueva generación de aplicaciones: activos digitales, títulos de propiedad digitales, contratos de seguros digitales, firmas digitales, voto digital, remesas digitales, identificaciones digitales, etc.
El blockchain permite registrar transacciones entre dos partes guardando el anonimato de sus usuarios y verificando que no se dupliquen las operaciones. Esto se hace a través de un algoritmo que elimina la necesidad de tener una autoridad central controlando dichas transacciones. En el caso del Bitcoin, la aplicación monetaria del blockchain, el uso generalizado de la divisa digital supondría que los bancos centrales, que son entidades gubernamentales, dejarían de tener el monopolio del control del dinero.
El consenso de los economistas ortodoxos sugiere que la teoría monetaria convencional refiere la estabilidad del dinero como un bien público que debe ser garantizado por una autoridad central.
Ortodoxia y escepticismo
A los ojos de los creyentes del Bitcoin, el potencial disruptivo del blockchain explica en gran medida el crecimiento exponencial del valor de la criptodivisa, así como el auge reciente en la oferta monetaria inicial de nuevas divisas digitales.
Sin embargo, los inversionistas ortodoxos ven con escepticismo el hecho de que el precio del Bitcoin se haya duplicado en el último mes, alcanzando un nivel cercano a la barrera de los 12 mil dólares por unidad. Le llaman la tulipmanía digital del siglo XXI, en referencia a la burbuja financiera del siglo XVII que tuvo lugar en los Países Bajos.
La crítica recurrente es que el Bitcoin no cuenta con un valor subyacente, de modo que su valoración se basa completamente en la expectativa de que el activo podrá venderse a un precio mayor al actual en futuro.
Por ejemplo, Mark Haefele, el director global de inversión de UBS, dijo recientemente que el Bitcoin es un activo demasiado volátil como para ser incorporado al portafolio del banco, cuyo brazo de inversión patrimonial es el más grande de su tipo a nivel mundial.
Bitcoin: Imposible de ignorar
La creciente presencia del Bitcoin en la comunidad financiera ha llamado la atención de un número cada vez mayor de inversionistas de capital de riesgo (Venture Capitalist, en inglés), de los reguladores e incluso de los bancos centrales.
El Banco de Pagos Internacionales (BIS, por sus siglas en inglés), considerado como el banco central de los bancos centrales, ha propuesto la creación de una divisa digital emitida por las autoridades monetarias existentes. Los bancos centrales de Singapur y Suecia, por mencionar algunos ejemplos, están analizando alternativas cercanas a la idea del BIS.
Bajo este esquema, se crearía una divisa digital única respaldada por el Estado (declarando ilegales las criptomonedas privadas) que sea completamente convertible al efectivo.
Citigroup ha advertido que esta medida implica un riesgo sistémico disruptivo para la arquitectura financiera global porque las transacciones realizadas a través de la tecnología blockchain drenarían los depósitos de los bancos, provocando una crisis financiera de una escala similar o mayor a la del 2008.
Por otra parte, los reguladores financieros han asumido una posición defensiva frente al reto que significan las divisas digitales para el status quo. La Comisión de Intercambio de Valores de Estados Unidos (SEC, por sus siglas en inglés) ha incrementado el escrutinio sobre las ICO y los reguladores en China han vetado este tipo de operaciones bajo el argumento de que se trata de esquemas fraudulentos.
Los gobiernos han sido particularmente reticentes en instrumentar políticas que promuevan el uso de divisas digitales debido a que su naturaleza anónima las vuelve susceptibles para realizar transacciones ilegales de gran escala.
Paradójicamente, uno de los gobiernos que anunció la creación de una divisa digital soberana fue Venezuela.
El régimen de Nicolás Maduro comunicó el fin de semana que se creará el petro, una criptomoneda que le permitirá esquivar las sanciones financieras impuestas por Estados Unidos. Esto es contradictorio porque la depreciación extrema del bolívar frente al dólar, bajo un régimen de control de cambio, y la erosión al ingreso que significa la inflación rampante han hecho de Venezuela uno de los países en los que más ha crecido el uso del Bitcoin.