Decir que Brasil está de regreso en los mercados internacionales no es una trivialidad. Se trata de la mayor economía de América Latina y de una de las promesas emergentes de los BRIC, el acrónimo creado por Goldman Sachs en el 2002 en alusión a un grupo de países que desafiarían el status quo de las potencias industrializadas de Estados Unidos, Japón y Europa.
La semana pasada, el Ministerio de Finanzas de Brasil anunció la emisión de un bono de 1.5 mil millones de dólares que vence en el año 2047.
El consenso de analistas sugiere que el instrumento, denominado en divisa extranjera, es un reflejo de que los mercados vuelven a confiar en Brasil después de un largo periodo de inestabilidad política e incertidumbre económica.
El reporte de perspectivas de inversión de principio de año de Blackrock, la firma de administración de activos más grande del mundo, recomienda a sus clientes invertir en activos brasileños. El repunte en los niveles de crecimiento y el ajuste ordenado de los mercados emergentes a la normalización de política monetaria de la Reserva Federal son citados como factores positivos que suman al perfil de Brasil como destino de inversión.
El viernes, el mercado bursátil de Brasil, cuyo índice principal está compuesto por empresas de la talla de Embraer e Itaú, alcanzó un máximo histórico.
Si bien, la crisis política aún presenta matices de la inestabilidad generada por la cruzada anticorrupción conocida como Lava Jato, el cuadro macroeconómico del país ha mejorado notablemente. En el 2016, por segundo año consecutivo, el producto interno bruto se contrajo alrededor de 3.6 por ciento. Ahora que el país regresó a la senda del crecimiento, el grueso de las instituciones financieras multinacionales proyectan que la economía brasileña se expandirá más de 2 por ciento a partir del 2020.
Este nivel de crecimiento, pese a ser considerablemente menor al de los años de expansión desmedida observados durante la presidencia Lula Da Silva, están a la par de los pronósticos de expansión de México, la economía a la que se le compara comúnmente debido a características compartidas en términos demográficos, culturales e institucionales.
El efecto Temer
El programa de austeridad de Temer, quien encabeza el primer gobierno de centro derecha posterior a lo gobiernos de izquierda de Lula da Silva y Dilma Rousseff, ha consolidado logros importantes en materia de control inflacionario y de reducción del déficit fiscal.
En enero del 2016, la tasa de inflación anualizada de Brasil superaba el 10 por ciento. Actualmente, la cifra es de alrededor de 2.95 por ciento, dentro del rango objetivo del banco central y muy por debajo de la tasa de 6.77 por ciento que se registró en México en 2017. Esto ha derivado en una caída de la tasa de interés de referencia del Banco de Brasil, que pasó de un nivel de 14.25 por ciento en 2016 a un 7 por ciento, 25 puntos base más baja que la tasa de interés de referencia del Banco de México, que ha elevado los tipos de interés en 425 puntos base desde diciembre de 2015.
El reporte de Blackrock sugiere que es un momento ideal para invertir en mercados emergentes, con la excepción de México. Cualitativamente, ya sea por la renegociación del TLCAN o por el proceso electoral de este año, el perfil de riesgo de México ha perdido atractivo frente al perfil de riesgo de Brasil.
En la historia reciente, las dos mayores economías de América Latina han estado en posiciones antagónicas en lo que se refiere a su ciclo económico. En los años de Lula, Brasil era la promesa emergente y México era el país con estabilidad macroeconómica que no podía crecer más de 3 por ciento de manera sostenida. Después, llegaron simultáneamente el Mexican Moment y la crisis política brasileña.
En ese sentido, el éxito brasileño reciente podría ser interpretado como un mal augurio para México.