La debacle del precio del petróleo es probablemente una de las disrupciones más significativas para la economía global de los años posteriores a la crisis del 2008.
El nuevo escenario energético, en el que el precio del crudo ha caído más de 50 por ciento desde junio del 2014, deja una estela de daños: crisis fiscales en países exportadores de petróleo, pérdidas generalizadas en las grandes firmas petroleras globales y, para el caso de México, la dilución de las expectativas de la reforma energética.
La fusión de Halliburton y Baker Hughes, la segunda y tercera compañía de servicios petroleros más grande del mundo, es la nueva víctima de una cambio estructural que tiene a gran parte de la industria en un estado de supervivencia.
Después de meses de incertidumbre, ambas compañías anunciaron la terminación del acuerdo de fusión, valuado en 28 mil millones de dólares según el precio actual de las acciones de las firmas.
Dave Lesar, director general de Halliburton, dijo a través de un comunicado que “las condiciones generales de la industria dañaron severamente las perspectivas económicas del acuerdo, por lo que se llegó a la conclusión de que su terminación representa el mejor curso de acción”.
Halliburton y Baker Hughes pretendían reducir costos operativos y unir sinergias en gasto de investigación y desarrollo para convertirse en la empresa de servicios petroleros más grande del mundo. De este modo, podrían competir de tú a tú con Schlumberger, el líder del mercado.
Mal momento
Después de un intento fallido de fusión, Halliburton y Baker Hughes anunciaron en noviembre de 2014 que iniciarían el proceso para unir sus operaciones. El momento no pudo haber sido peor.
En ese mismo mes, la Organización de Países Exportadores de Petróleo anunció su decisión de no reducir su oferta de petróleo. La medida fue interpretada como una señal de que el cártel dejaría caer el precio del crudo. Efectivamente así sucedió y en enero de este año, el valor del petróleo tocó su nivel más bajo en más de una década.
La debacle del mercado energético redujo el valor de la fusión en un 20 por ciento. Originalmente, el acuerdo estaba valuado en 35 mil millones de dólares.
Las grandes firmas energéticas globales, las cuales constituyen la base de clientes de Halliburton y Baker Hughes, han reducido su gasto en inversión de capital en 91 mil millones de dólares para este año, según estimaciones de la firma de consultoría Wood Mackenzie.
Los efectos del nuevo escenario de precios petroleros ha orillado a estas empresas a poner en marcha reestructuraciones y austeridad. Exxon, la mayor empresa del sector por valor de capitalización de mercado, es uno de los ejemplos más representativos: la compañía presentó en los primeros tres meses del 2016 su peor resultado trimestral desde 1999, con una caída interanual de 63 por ciento en sus ganancias.
Freno antimonopolio
Sin embargo, el deterioro de la industria no es el único factor que abonó a que la fusión no se concretara. Las autoridades antimonopolio de Europa, Australia y particularmente de Estados Unidos, jugaron un papel decisivo para impedir la operación.
Al momento de anunciar los planes de fusión, tanto Halliburton como Baker Hughes estaban conscientes del riesgo regulatorio que representaba el acuerdo. Una consolidación de esta magnitud iba a requerir que ambas empresas se deshicieran de una parte significativa de sus activos a nivel global y que convencieran a las autoridades de que la sinergias tendrían impactos positivos para los clientes y para el desarrollo tecnológico.
La debacle del mercado petrolero hizo más difícil la desincorporación de activos: había pocos compradores, las condiciones de financiamiento de la industria empeoraron y los fondos de inversión de capital privado que suelen impulsar este tipo de acuerdos optaron por reducir su exposición al sector petrolero.
La falta de progreso exasperó a las autoridades antimonopolio. El Departamento de Justicia de Estados Unidos impuso una demanda en abril para frenar la fusión y la Comisión Europea de Competencia intensificó su oposición al acuerdo.
Tras conocerse la decisión, Loretta Lynch, procuradora general de Estados Unidos dijo que esto representaba “una victoria para la economía de Estados Unidos y todos su ciudadanos”. Asimismo, agregó que el caso es un recordatorio de que no hay fusión tan grande o tan compleja para ser retada.
Margrethe Vestager, la comisionada de competencia de la Unión Europea que cuenta con un sólido récord de bloqueo de fusiones, dijo que “la transacción generó preocupaciones de competencia en un gran número de mercados en los que las empresas de servicios petroleros proveen a las firmas exploración y producción de petróleo”.
Pese a la reticencia inicial de Baker Hughes, Halliburton se comprometió a llevar el acuerdo hacia delante y accedió a pagar 3.5 mil millones de dólares a su contraparte en caso de que la fusión no se concretara. La cifra, que se encuentra muy por encima del promedio de la industria, representa el 10 por ciento del valor original del acuerdo y más de un tercio de las reservas de efectivo de Halliburton.