Una salida dolorosa
La decisión de la administración de Donald Trump de retirar a Estados Unidos del acuerdo climático de París es trascendental en muchos sentidos.
En primera instancia, neutraliza los incentivos de economías emergentes como China e India (el primer y tercer mayor emisor de carbono) para cumplir con los requisitos del acuerdo. Sin la presión de Estados Unidos, que planeaba reducir sus emisiones de carbono en un 26 por ciento para el 2025, es altamente probable que los compromisos del acuerdo pierdan su carácter vinculatorio.
Rodrigo Carbajal
La decisión de la administración de Donald Trump de retirar a Estados Unidos del acuerdo climático de París es trascendental en muchos sentidos.
En primera instancia, neutraliza los incentivos de economías emergentes como China e India (el primer y tercer mayor emisor de carbono) para cumplir con los requisitos del acuerdo. Sin la presión de Estados Unidos, que planeaba reducir sus emisiones de carbono en un 26 por ciento para el 2025, es altamente probable que los compromisos del acuerdo pierdan su carácter vinculatorio.
Michael Oppenheimer, profesor de la Universidad de Princeton y un miembro del panel intergubernamental para el cambio climático de la Organización de Naciones Unidas, advierte que en este escenario resultará prácticamente imposible cumplir con el objetivo de mantener el cambio de temperatura global debajo del límite establecido de dos grados Celsius.
Existe el consenso de que un aumento en los niveles de temperatura global mayor a dos grados Celsius será suficiente para irrumpir el equilibrio medioambiental, propiciando calores extremos, inundaciones en las costas y riesgos para la seguridad alimentaria.
En segunda instancia, la decisión de retirar a Estados Unidos del acuerdo climático comienza a dibujar un patrón respecto a cuáles son las fuerzas que operan en la Casa Blanca y cuáles son sus objetivos. Analistas refieren que esta decisión emula la orden ejecutiva de la administración de Trump en la que se determinó que Estados Unidos debería de salir del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés).
En ambos casos, se cumplió con la agenda de un grupo en particular al interior de la Casa Blanca, el cual es afín a lo que se denomina como nacionalismo económico y que representa los intereses de la base política del presidente Trump. El miembro de más alto perfil de este grupo es Stephen Bannon, el jefe de estrategia de la Casa Blanca. Scott Pruitt, titular de la Administración de Protección al Ambiente (EPA, por sus siglas en inglés) del gobierno federal, también ha sido asociado a este grupo.
Al igual que en el TPP, Estados Unidos abdicó de una posición de liderazgo que le permitiría delinear los estándares de las regulaciones ambientales a nivel mundial. Ahora, estas responsabilidades recaen en otras potencias como China o la Unión Europea.
Al interior de la administración de Donald Trump se considera que el acuerdo climático representa un obstáculo para los planes de desregulación del presidente Trump y que se contrapone a los intereses del sector manufacturero y de extracción de la economía estadounidense.
La IP alza la voz
Contrario a lo que pudiera creerse, la iniciativa privada estadounidense no ha avalado esta postura. Nike, Starbucks, Mars y otras 100 compañías enviaron una carta a la Casa Blanca pidiendo considerar la importancia del acuerdo climático. Apple, Google, Wal-Mart, BP, DuPont, Shell y otra decena de empresas también enviaron una carta paralela con el mismo propósito.
Asimismo, ExxonMobil, la mayor petrolera privada en el mundo, también se ha posicionado a favor de mantenerse dentro del acuerdo de París. Darren Woods, el director de la compañía, sostiene que es imperante que Estados Unidos tenga un lugar en la mesa de negociación sobre el futuro energético y medioambiental.