La administración de Donald Trump cerró el paso a la adquisición de 1.3 mil millones de dólares de la empresa Lattice Semiconductor citando motivos de seguridad nacional.
La Casa Blanca argumenta que la participación del fondo China Venture Capital, financiado por empresas estatales de China, otorgaría una posición privilegiada a un gobierno extranjero, en una cadena de valor fundamental para la operación gubernamental de Estados Unidos.
Esta medida siguió una recomendación del Comité de Inversión Extranjera en Estados Unidos (CFIUS, por sus siglas en inglés). Se trata de la cuarta ocasión en la historia en que un presidente interviene para detener una adquisición privada.
Es difícil entender esta medida sin el contexto ideológico que permea a la Casa Blanca, el de un nacionalismo económico que ha enfatizado las consecuencias negativas de la relación comercial de Estados Unidos con China. En palabras de Steve Bannon, el ex estratega en jefe de la administración de Trump, “Estados Unidos se encuentra en una guerra económica con China”.
La rivalidad entre la primera y la segunda mayor economía del mundo toma un nuevo aire en un momento en el que la administración de Trump ha enviado señales de que Estados Unidos abdicará gradualmente de su rol como actor global dominante.
En cambio, China ha mostrado una actitud global cada vez más ambiciosa. En el 2016, las empresas chinas realizaron compras de empresas en el exterior por 244.5 mil millones de dólares. De acuerdo a la firma Rhodium Group, al menos 46 mil millones de dólares se destinaron a Estados Unidos. El monto pudo haber sido mayor, pero como lo prueba la decisión reciente de la administración de Trump, el gobierno estadounidense ha ejercido un escrutinio cada vez más agresivo respecto al papel que juega la inversión china en la economía de Estados Unidos.
China: rival natural
La política industrial de Beijing plantea poner a China al centro de las cadenas de valor fundamentales para la economía del siglo XXI, particularmente las del sector de semiconductores y tecnología. Para ello, el gobierno chino necesita que sus empresas reciban transferencias significativas de propiedad intelectual. En este marco se entiendo el intento de adquisición de Lattice Semiconductor, una firma que produce chips de última generación.
El excepcionalismo chino ha encontrado eco en sus programas de inversión en América Latina y África, a donde busca exportar su exceso de capacidad de producción. Esto también se ha vuelto patente en las iniciativas multilaterales de Beijing, como el Nuevo Banco de Desarrollo (banca de desarrollo de los BRIC) y el Banco de Inversión de Infraestructura de Asia, al que se han suscrito prácticamente todas las potencias excepto Japón y Estados Unidos.
El Consejo de Relaciones Exteriores de Estados Unidos, el que es probablemente el think tank de mayor influencia en la política exterior de ese país, ha insistido en que China representa una amenaza seria para la hegemonía estadounidense.
La Casa Blanca ha tomado nota. La administración de Trump inició dos investigaciones económicas respecto a China, una sobre la posible aplicación de sanciones por temas de propiedad intelectual y otra sobre las políticas industriales del sector acerero.
Chad Bown, experto en temas comerciales del instituto Peterson de Economía Internacional sostiene que para países como México existe la preocupación de que la administración de Trump pueda extender el argumento de seguridad nacional para justificar algún tipo de proteccionismo.