A casi ocho años de que inició la crisis financiera, la economía global no ha consolidado su recuperación y se ha insertado en una nueva normalidad de bajo crecimiento.
Sin embargo, los índices accionarios de México y Estados Unidos presentan sus mayores niveles en la historia. El índice de precios y cotizaciones, que da seguimiento a las acciones más representativas del mercado de valores mexicano, está cerca de romper la barrera de los 49 mil puntos y registra un alza de 13.77 por ciento en lo que va del 2016.
El auge del mercado bursátil contrasta con los pronósticos de crecimiento de la economía global y con la perspectiva generalizada de que esta debilidad obedece a factores estructurales para los que las herramientas tradicionales de política económica han probado ser fútiles. El título del último reporte de expectativas económicas del Fondo Monetario Internacional (FMI) es una prueba fiel de este sentimiento pesimista: “Demasiado débil por demasiado tiempo”.
Esto ya se ha vuelto evidente en los fundamentos de las empresas cuyas acciones son intercambiadas en los mercados de valores. En los últimos 18 meses, las ganancias de las empresas que cotizan en el índice estadounidense S&P 500 han mostrado una tendencia en declive. Esto representa un movimiento divergente respecto al crecimiento de 7.28 por ciento que ha registrado el índice en lo que va del año.
“Paradójicamente, cuando las personas se muestran más pesimistas en relación a su propio futuro, los precios de las acciones se encuentran en su punto más alto”, dijo Robert Shiller, ganador del Premio Nobel de Economía en el 2013, al diario Wall Street Journal.
Aunque el hecho de que el mercado de valores se encuentre en su máximo nivel no es necesariamente un indicio de que las acciones están sobrevaluadas, el sistema financiero se vuelve más vulnerable frente a cambios drásticos que puedan incidir en variaciones bruscas en el precio de estos activos.
En ese sentido, la riqueza neta de Estados Unidos, medida por la firma GailFosler Group y en la que las acciones tienen un peso significativo, llegó a un nivel de más de 500 por ciento de los ingresos nacionales.
Esta valuación únicamente se había hecho presente en los años previos a la burbuja de los dotcom de inicios de la década pasada y en los años en los que se formó la burbuja inmobiliaria que precedió a la crisis del 2008.
Ben Inker, co-director de inversión en el fondo de cobertura GMO, expresó su escepticismo sobre la situación actual del mercado al Wall Street Journal: “Nadie parece particularmente optimista sobre algo y, sin embargo, el mercado accionario de Estados Unidos no ha hecho otra cosa más que seguir subiendo”.
El poder de los bancos centrales
No obstante, el consenso de analistas refiere que hay una explicación sencilla a este fenómeno: la laxitud de la política monetaria de los grandes bancos centrales que ha sido característica de los últimos ocho años.
La tasa de interés de referencia en niveles cercanos a cero de la Reserva Federal de Estados Unidos, del Banco de Inglaterra, del Banco de Japón y del Banco Central Europeo han dominado y definido la narrativa del sistema financiero en los años posteriores a la crisis global.
Tras ocho años de laxitud monetaria, los bancos centrales han sido incapaces de normalizar sus tasas de interés. Incluso, para el caso de Japón y Europa, la política monetaria ha dado lugar a un fenómeno sin precedentes: tasas de interés negativas en los bonos de mediano y largo plazo.
Cualquier intento significativo de romper con esta inercia de bajas tasas de interés ha generado disrupciones en los mercados financieros. La experiencia de los bancos centrales para hacer un control de los daños derivados de este tipo de intentos se ha traducido en un renovado interés por cumplir a cabalidad con el mandato implícito de estabilidad financiera.
Sostenibilidad en duda
En efecto, gran parte de la tendencia alcista de los mercados bursátiles se explica por la voluntad de los bancos centrales de mantener las tasas de interés en niveles mínimos. Sin embargo, la sostenibilidad de esta coyuntura representa uno de los principales riesgos para la tendencia de crecimiento de los índices del mercado de valores.
Por un lado, los bancos centrales mantienen su política de estímulos monetarias debido a la persistente debilidad de la actividad económica. Los países avanzados, cuyas autoridades monetarias definen los vaivenes de los mercados financieros, crecerán 1.8 por ciento este año, de acuerdo al FMI.
Por otra parte, la inflación en el precio de los activos financieros, incluidas las acciones, vuelve más difícil un retorno de las tasas de interés a niveles normales ya que se reducen las probabilidades de “un aterrizaje suave”.
Actualmente, la economía global se encuentra en un equilibrio en el que la tasa de crecimiento no es lo suficientemente débil como para lastimar significativamente las ganancias de las compañías que cotizan en la bolsa de valores, ni lo suficientemente fuerte como para motivar a los bancos centrales a subir los tipos de interés y alterar el status quo.
El mes pasado, la Oficina de Investigación Financiera del Departamento del Tesoro de Estados Unidos publicó un reporte en el que se concluye que las valuaciones bursátiles actuales únicamente se habían presentado con anterioridad en periodos que precedieron a las mayores caídas del mercado de valores en el último siglo.