“La democracia está sobrevalorada”. La frase de Frank Underwood, el personaje central de la serie de Netflix, House of Cards, se ha convertido en un mantra para los inversionistas globales de mercados emergentes.
En los últimos dos años, los bonos soberanos de países considerados como regímenes autocráticos han ofrecido mejores rendimientos que sus similares de países con instituciones relativamente democráticas.
De acuerdo a datos compilados por la agencia Bloomberg, los bonos de deuda de naciones autocráticas han generado, en promedio, un rendimiento anualizado de 15 por ciento. En cambio, los títulos soberanos de economías emergentes con sistemas democráticos presentaron un rendimiento anualizado promedio de 8.6 por ciento.
La clasificación política está basada en una categorización que realiza anualmente la organización no gubernamental Freedom House, que distingue entre países libres, países parcialmente libres y países que no son libres.
¿Dictaduras funcionales?
La muestra patente de esta tendencia yace en el referéndum de este mes que amplió los poderes constitucionales del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan. Los medios globales calificaron el evento como un claro retroceso democrático.
Sin embargo, el día del plebiscito, la lira turca se apreció 2 por ciento frente al dólar. Dani Rodrik, economista turco y profesor de la Escuela de Gobierno de la Universidad de Harvard, argumenta que Erdogan es un oportunista político que podrá brindar estabilidad al país. Rodrik es uno de los críticos de larga data del régimen actual, quien desde el 2010 auguró “la muerte de la democracia turca” en un artículo de opinión publicado en el diario The Wall Street Journal.
Los regímenes autoritarios, usualmente asociados con restricciones a las libertades fundamentales y abusos de derechos humanos, han mantenido intactos sus compromisos financieros.
Venezuela es un caso extremo. Las protestas masivas de la oposición, la inflación galopante, las perspectivas de recesión de doble dígito, la escasez de productos de básica necesidad y la crisis humanitaria se conjugan con un Estado al borde del colapso que paga religiosamente a sus tenedores de deuda soberana en el exterior.
El 12 de abril, el gobierno de Nicolás Maduro realizó un pago de 2.5 mil millones de dólares por el vencimiento de sus títulos de deuda. No es casualidad que los activos de renta fija que generaron el mayor rendimiento el año pasado hayan sido los bonos soberanos de Venezuela (55 por ciento).
En relación a 1998, cuando Hugo Chávez asumió la presidencia, los activos de renta fija de Venezuela presentan un retorno a la inversión de 770 por ciento, superior al 462 por ciento que en promedio registran otros bonos de mercados emergentes.
El año pasado, los bonos soberanos de 10 de 15 economías emergentes que son catalogadas por Freedom House como países no libres tuvieron un rendimiento superior al 10 por ciento. Para el resto de las economías emergentes, esta proporción se redujo a un tercio. De hecho, los activos de renta fija del país democrático con el mejor rendimiento, Ghana, apenas alcanzan un 24 por ciento, menos de la mitad del promedio venezolano.
Victor Fu, director de estrategia de inversión emergente de Stifel Nicolaus, dijo a la agencia Bloomberg que este auge autocrático obedece en gran medida a un nuevo episodio de menor aversión al riesgo que se inauguró a finales del año pasado.
Dado que los bonos soberanos de países con regímenes autoritarios tienden a contar con peores calificaciones de deuda que sus contrapartes democráticos, la recompensa potencial al riesgo es mayor.
Fu argumenta que los gobiernos autocráticos privilegian el pago de sus compromisos financieros internacionales sobre el bienestar general de la población porque un default crediticio amenazaría seriamente su permanencia en el poder.
Dilema mexicano
México no es reconocido por Freedom House como un país completamente libre. Sin embargo, ninguna organización de la sociedad civil o científico político de alto perfil lo cataloga como un país con excesos autoritarios peores a los de Turquía, Venezuela, Rusia o Arabia Saudita.
En ese sentido, bajo la premisa de que México es un país con instituciones relativamente democráticas, la nación pone de relieve un dilema común para los países emergentes: ¿cómo liberar la economía y el sistema político de manera ordenada?
Luis Rubio, presidente del Centro de Investigación para el Desarrollo (CIDAC), ha insistido ampliamente en esta pregunta. Su análisis sugiere que México pudo liberalizar una parte significativa de su economía, pero el sistema político se mantuvo relativamente cerrado.
Esto ha supuesto desventajas significativas para el país. En su último reporte de perspectivas de inversión, Blackrock, la firma de administración de activos más grande del mundo, recomendó aumentar la ponderación de activos de mercados emergentes en el portafolio de sus clientes, con la excepción de un país,México.
La firma refirió un deterioro del balance de riesgos, marcado no sólo por las tensiones diplomáticas con Estados Unidos, sino por tensiones políticas internas.
Meses antes, Credit Suisse había emitido un reporte en el que se aseguraba que el ascenso de Andrés Manuel López Obrador en las encuestas de preferencias electorales significaba una preocupación para muchos de sus clientes. Analistas coinciden en que esta coyuntura electoral significa una de las mayores amenazas al modelo económico mexicano actual.
Estos vaivenes democráticos, replicados en cierto grado en Argentina y Brasil (ambos considerados países libres por Freedom House), contrastan con la confianza que los inversionistas globales siguen depositando en regímenes autoritarios. Disonancia cognoscitiva en su máxima expresión.