México se niega a apretar el botón de emergencia. Mientras el resto del mundo contrata más deuda pública en un esfuerzo por frenar el deterioro de su economía, el Gobierno federal mantiene firme la promesa de no hacerlo.
Al cierre de abril, la deuda neta del sector público, que contempla al gobierno, a las Empresas Productivas del Estado y a la banca de desarrollo, se ubicó en 12 billones 361.5 mil millones de pesos, de acuerdo con cifras de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
Durante la última década el monto se ha triplicado, pues en 2010 el saldo fue de 4.21 billones de pesos, y aunque el país no se encuentra dentro de los 10 primeros lugares con el mayor nivel de endeudamiento el panorama no luce alentador.
Japón tiene el pasivo financiero más alto como proporción de su PIB en 235 por ciento, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), en tanto que el de Grecia es de 188 por ciento, y el de Italia 156 por ciento.
La actual recesión económica por la que atraviesa México ha abierto el debate sobre si es tiempo de que el Gobierno federal busque ayuda o si puede actuar solo. Al respecto, Jorge Sánchez, director del Programa de Investigación Aplicada de la Fundación de Estudios Financieros (Fundef), opina que la deuda no necesariamente sirve para salvar, por lo tanto se debe tener cuidado.
¿Interés simulado?
Existen diversas fuentes de financiamiento para los gobiernos en todo el mundo, dos de ellas son el FMI y el Banco Mundial (BM), ambos han otorgado préstamos de manera sistemática a decenas de países.
Sin embargo, a estos organismos se les ha cuestionado el destino de muchas de sus transferencias al violar pactos internacionales sobre derechos humanos o sostener regímenes dictatoriales, aun cuando en sus reglamentos se estipula que no interferirán en cuestiones políticas de ningún país.
A finales del año pasado, el BM aceptó un nuevo plan para ayudar a China por un monto entre mil y mil 500 millones de dólares anuales hasta junio de 2025 con un interés mucho más bajo que el del mercado.
Al darse a conocer el anuncio, el presidente Donald Trump expresó su rechazo a la ayuda financiera argumentando violaciones a los derechos humanos. Un día después, el organismo que preside David Malpass, y del que Estados Unidos es accionista mayoritario, informó que limitaría drásticamente los créditos a Pekín.
Al mirar hacia economías más pequeñas como la de Ecuador o Argentina, el FMI los ha desestabilizado más allá de beneficiarlos.
En marzo del 2019, el gobierno ecuatoriano solicitó un préstamo por 4 mil 200 millones de dólares durante tres años, a cambio al presidente Lenín Moreno se le solicitó hacer un ajuste al presupuesto por alrededor del 6 por ciento del PIB. El país aceptó a pesar de que esto ocasionaría el despido masivo de empleados del sector público y presionaría las finanzas de la población con nuevos gravámenes.
El caso de Argentina ha estado sobre la mesa del FMI desde 2005. El impago por parte del gobierno sudamericano los ha llevado a confrontarse y en los últimos meses a tratar de llegar a un nuevo acuerdo.
El presidente Alberto Fernández carga sobre sus hombros una deuda externa por el orden de los 324 mil millones de dólares, que equivalen al 90 por ciento de su PIB y su tasa de de pobreza es del 35 por ciento, de acuerdo con su oficina de estadísticas.
Las cuentas no perdonan la deuda
Muchos gobiernos impulsaron medidas fiscales para enfrentar la actual pandemia, pero el COVID-19 trajo consigo una ola de peticiones sin precedentes de préstamos: al menos 100 de los 189 países que integran el FMI ya solicitaron créditos de emergencia.
La directora gerente Kristalina Georgieva informó que el fondo cuenta con una capacidad de préstamo global de alrededor de 1 billón de dólares, además de que se les podrá ofrecer a los países de bajos ingresos un financiamiento de emergencia con rápido desembolso de hasta 10 mil millones de dólares.
No obstante, el especialista en finanzas Jorge Sánchez advierte que el rápido incremento en los niveles de deuda se convertirá en un grave problema en el largo plazo.
“El mundo tarde o temprano se va a enfrentar a una burbuja de deuda y la realidad es que deberán pagar, entonces ese será un desafío en medio de la recuperación económica global”.