La desigualdad que viene
La crisis global de 2008 volvió a poner a la desigualdad al centro del debate económico. Ocho años después del colapso de Lehman Brothers, la campaña de Donald Trump capitalizó el desmoronamiento de la clase media estadounidense, específicamente el de la clase trabajadora de regiones manufactureras.
Thomas Piketty, el famoso autor del libro “El Capital en el siglo XXI”, y su colaborador Emmanuel Saez, profesor de Economía de la Universidad de California Berkeley, ofrecieron una respuesta sencilla a este fenómeno político.
Rodrigo Carbajal
La crisis global de 2008 volvió a poner a la desigualdad al centro del debate económico. Ocho años después del colapso de Lehman Brothers, la campaña de Donald Trump capitalizó el desmoronamiento de la clase media estadounidense, específicamente el de la clase trabajadora de regiones manufactureras.
Thomas Piketty, el famoso autor del libro “El Capital en el siglo XXI”, y su colaborador Emmanuel Saez, profesor de Economía de la Universidad de California Berkeley, ofrecieron una respuesta sencilla a este fenómeno político.
En la década de los 70, el 50 por ciento de la población estadounidense con menores ingresos concentraba alrededor del 20 por ciento de los ingresos antes de impuestos de la economía. En cambio, el uno por ciento de la población con mayores ingresos concentraba alrededor del 12 por ciento de los ingresos antes de impuestos totales. Esto comenzó a cambiar en la década de los 80. La tendencia se ha revertido completamente. Ahora, el uno por ciento de la población con mayores ingresos concentra el 20 por ciento de los ingresos antes de impuestos y el 50 por ciento de la población con menores ingresos reúne apenas 12 por ciento de la renta nacional antes de impuestos.
El diagnóstico quedaba claro: la desigualdad ha crecido aceleradamente en las últimas tres décadas. Sin embargo, Andrew McAfee, un profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), advirtió que el análisis de la brecha de ingreso y de riqueza estaba perdiendo de vista un elemento fundamental: el papel que ha jugado la tecnología en este fenómeno.
El argumento de McAfee, quien estudia el efecto de la tecnología en los negocios y es una de las voces más influyentes en su campo, era que la discusión se estaba concentrando en la política de ingresos del gobierno y en cómo se había privilegiado a la industria financiera por encima de las demás industrias.
La campaña económica del ahora presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se basó en la promesa de “traer de vuelta los empleos”, a las zonas industriales que han quedado marginadas de la economía del siglo XXI.
El discurso de Trump se enfocó en limitar el flujo de migrantes y en detener el proceso de apertura comercial y globalización.
Independientemente de si Trump está equivocado o no en estos temas, su propuesta no consideró al factor más significativo en la pérdida de empleos del sector manufacturero de Estados Unidos: el avance de la automatización.
Desplazamiento de empleos
El empuje mediático de figuras como Elon Musk, fundador de Tesla, ha llevado el debate de la automatización más allá de Silicon Valley. En el 2016, el tema central del Foro Económico Mundial de Davos fue “la cuarta revolución industrial”, que se refiere al auge de la tecnología de nueva generación de algoritmos, inteligencia artificial y automatización.
El consenso era que los robots desplazarían una gran cantidad de empleos en el futuro, pero que, en el largo plazo, esto tendría un efecto positivo neto en el mercado laboral.
Esta idea se plasmó en numerosas investigaciones conceptuales y reportes que utilizaban modelos de predicción, como el que publicó la firma McKinsey en enero de este año, el cual fue titulado “Aprovechando la automatización para un futuro que funcione”.
Sin embargo, fue hasta ahora que se produjo el primer trabajo serio con datos duros sobre el efecto cuantitativo que ha tenido el uso de robots en los mercados laborales. Daron Acemoglu del MIT, y Pascual Restrepo, de la Universidad de Boston, publicaron un documento académico que concluye que el avance de la automatización ha tenido efectos negativos para el empleo y los salarios de las economías locales de Estados Unidos.
El estudio estima que, entre 1990 y 2007, se han perdido 670 mil empleos en Estados Unidos, por el desplazamiento laboral que implica la implementación de sistemas robóticos en las operaciones de las empresas. Cada unidad adicional de un robot por mil trabajadores involucra la pérdida de 6.2 empleos y una reducción salarial promedio de 0.7 por ciento.
Problema global
Andrew McAfee sostiene que esta no es una tendencia exclusiva de Estados Unidos. Recientemente, ofreció una presentación en la que detalla un patrón global, que se exacerba en las economías industrializadas. En el último cuarto de siglo, la demanda de empleos con salarios de media remuneración ha caído de manera dramática, mientras que la demanda de empleos con salarios de baja remuneración ha crecido. Esto ocurre en un contexto en el que el crecimiento salarial de los empleos altamente remunerados ha sido significativo.
Ésta es la fórmula perfecta de la desigualdad y, de acuerdo a McAfee, tiene su raíz en el avance tecnológico. Además de la diferencia salarial, el ingreso perdido de los trabajadores desplazados será transferido hacia los dueños del capital, de los robots, quienes capitalizarán las ganancias de productividad de esta tendencia.
El estudio de Acemoglu y Restrepo encontró que los efectos más dramáticos de la automatización se encuentran en los mercados laborales del sector de manufactura, el sector que, de manera coincidente, es también el que presenta las mayores ganancias de productividad.
Esto quiere decir que el proceso de automatización se encuentra en fase de aceleración. Cabe destacar que el periodo de estudio de esta investigación acaba en 2007, año en la que el desarrollo de la inteligencia artificial y otro tipo de tecnologías no había sido implementado a cabalidad. Acemoglu y Restrepo esperan que el uso de robots industriales se cuadruplique en el mediano plazo.