La economía mundial ha perdido el rumbo y se encuentra a la deriva. Si bien el crecimiento global ha resistido los embates de episodios de volatilidad como el Brexit y la crisis de deuda europea, el desempeño ha sido mediocre, particularmente en economías avanzadas que eran vistas como pilares de estabilidad antes del colapso del sistema financiero en el 2008.
Desde el 2010, la economía global ha registrado tasas de crecimiento que oscilan dentro del rango de 2 por ciento a 3 por ciento. La narrativa económica posterior al 2008 ha estado marcada por la reconfiguración de factores estructurales que explican las bajas tasas de expansión.
Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart, profesores de economía en la Universidad de Harvard, señalan que las economías avanzadas han tomado, en promedio, alrededor de siete años en recuperarse de una crisis desde que se empezó a tomar registro en la década de 1860.
Asimismo pronostican que, de acuerdo a la tendencia actual de crecimiento, la economía de Estados Unidos y las principales economías de Europa tardarán 9.6 años en alcanzar de nuevo el ingreso real per cápita de antes de la crisis de 2008.
El bajo dinamismo de las economías avanzadas, que es más evidente en el estancamiento crónico de Japón y Europa, aunado a problemas estructurales internos en China, ha generado una nueva coyuntura de debilidad de la demanda global.
Esto ha permeado en los mercados emergentes que dependen en gran medida de la exportación de materias primas hacia las mayores economías para sostener sus niveles habituales de crecimiento.
Trampa de liquidez
A pesar del bajo crecimiento, la economía global ha sorteado los diferentes episodios de turbulencia que han surgido en los últimos ocho años sin interrumpir su camino, pese a los altos niveles de volatilidad generados en el corto plazo.
Sin embargo, hay voces que advierten sobre un riesgo mayor: un estancamiento prolongado que sea inmune a los esfuerzos tradicionales de política económica.
Dos de las voces más influyentes en el debate económico, Paul Krugman, premio Nobel de Economía de 2008 y Lawrence Summers, exsecretario del Tesoro de Estados Unidos, han emitido advertencias en este sentido.
Ambos economistas consideran que la economía mundial está en proceso de caer en una trampa de liquidez parecida a la que ha estado inmerso Japón desde 1990.
El estancamiento de la economía japonesa en los últimos veinte años se ha caracterizado por presentar la carga de deuda en relación al PIB más alta del mundo, tasas de interés negativas, un nivel de precios que coquetea con la deflación, así como una debilidad endémica del consumo y la inversión.
Japón se ha convertido en un microcosmos de la economía global. La respuesta de política económica a este fenómeno, denominada Abenomics en referencia al primer ministro Shinzo Abe, se basa en tres pilares: un estímulo monetario que contempla la adquisición masiva de activos por parte del banco central, el uso de una política fiscal expansiva orientada a la construcción de infraestructura y la realización de reformas estructurales.
Hasta el momento, el único pilar que se ha aplicado cabalmente ha sido el primero, con resultados poco efectivos.
La situación es similar en el resto de las economías avanzadas. Por ejemplo, el Banco Central Europeo se ha embarcado en un programa de estímulo monetario simular que implica la compra de activos por 80 mil millones de euros al mes.
Los crecientes niveles de deuda pública y privada, así como la polarización política y legislativa han inhibido el uso más activo del gasto público para estimular a la economía y la promulgación de reformas estructurales necesarias. Esto se ha vuelto evidente incluso en Estados Unidos, la única economía avanzada cuya recuperación la acerca a niveles de pleno empleo.
¿Qué dicen los bonos?
La última reunión de ministros de finanzas y banqueros centrales del G-20 hizo un llamado expreso para pedir mayor estímulos fiscales y acabar con los cuellos de botella políticos que han impedido la realización de reformas.
Asimismo, se llegó a un consenso de que el hecho de que las tasas de interés de los bonos de largo plazo de las economías avanzadas se encuentran en mínimos históricos es una señal que advierte sobre las limitaciones de la política monetaria como único instrumento para impulsar el dinamismo económico.
El mercado de bonos, referente tradicional de las expectativas futuras de inflación y crecimiento, se encuentra en un estado sin precedentes. Los bonos de Alemania, Japón, Suiza, Dinamarca y Países Bajos cuentan con tasas de interés negativas.
No obstante, aún no existe un consenso sobre lo que esto significa: la expectativa del mercado de que el mundo permanecerá en un estancamiento estructural de baja inflación en el largo plazo o simplemente refleja la búsqueda de activos “seguros” para evadir episodios de volatilidad en el corto plazo.
Perspectiva mediocre
Pese a que los organismos multilaterales presentan pronósticos relativamente optimistas, la economía global sigue una tendencia de debilidad que está cerca de cumplir casi una década:
Expectativa de crecimiento para 2016:
>Mundo: 3.2%
>Economías avanzadas: 1.9%
>Economías emergentes: 4.1%
>Estados Unidos: 2.4%
>México: 2.4%
>Europa: 1.5 %
>Japón: 0.5%
Fuente: Fondo Monetario Internacional