El genoma del dinero

Dos semanas antes de que su hija le dijera, un papá en una ciudad de Estados Unidos supo del embarazo de la joven fuera de matrimonio.

No obtuvo la información de una amiga chismosa o algún detective privado, sino de la cadena de tiendas Target, que a través de un complejo sistema de monitoreo de compras comenzó a enviarle cupones para artículos de bebé con su nombre inscrito.

Dos semanas antes de que su hija le dijera, un papá en una ciudad de Estados Unidos supo del embarazo de la joven fuera de matrimonio.

No obtuvo la información de una amiga chismosa o algún detective privado, sino de la cadena de tiendas Target, que a través de un complejo sistema de monitoreo de compras comenzó a enviarle cupones para artículos de bebé con su nombre inscrito.

Según el relato en el New York Times, el papá de la adolescente entró a la tienda y protagonizó un altercado con el gerente por la tendenciosa publicidad, solo para regresar dos semanas después a ofrecer disculpas: su hija estaba esperando un bebé.

Usando conocimientos adquiridos a través de experimentos neurológicos en ratones en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT por sus siglas en inglés), los investigadores matemáticos de Target crearon un programa que sigue a los hábitos de sus compradores.

Cuando compran una serie de productos de manera conjunta, como algunas vitaminas o cremas antiestrías, se asigna una probabilidad de embarazo a esa persona.

Y si es relativamente alta, se prosigue a enviar cupones y demás mercadotecnia a su hogar.

Encontrar a las embarazadas en tempranas etapas representa el santo grial para empresas como Target porque en etapas más avanzadas se vuelven leales consumidoras de todas las cosas para el bebé.

Pero más que una estrategia de mercadotecnia, esta representa una aplicación práctica de la genoeconomía, una rama de estudio que está creciendo y a su vez atrayendo la controversia, pues busca unir el análisis del desempeño económico con variables presentes en los genes.

¿Riqueza en los genes?

La próxima publicación de un artículo académico en la prestigiosa revista American Economic Review, que argumenta que la distribución genética de una población causa más o menos crecimiento económico, intensifica el debate.

Según diversas publicaciones en las revistas Science y Nature, la hipótesis de la investigación es que países con mayor diversidad genética tienden a ser más innovadores porque sus ciudadanos tienen diferentes habilidades, mientras que países con menos diversidad tienden a niveles más altos de confianza entre las personas.

La bondad está en ser un país “balanceado”, como Estados Unidos, de tal manera que exista tanto confianza como innovación.

Lo novedoso, y sin duda controversial de este estudio, es que usa datos de genes a nivel individuo, pero argumenta que éstos causan el desempeño económico del país a nivel de ingreso por persona.

La polémica

La investigación de los profesores de la Universidad de Brown y Williams College en Massachusetts no ha sido bienvenida por parte de todos.

Los científicos más serios argumentan que es casi imposible probar que las variables genéticas realmente causan mejoras económicas.

Dicen que los autores tan solo encontraron correlación, lo que hace más débiles sus conclusiones.

Por ejemplo, mencionan que se podría hacer el mismo experimento para el uso de palillos chinos y los genes asiáticos, pero no significaría que por tener ese gen usas palillos.

Citan también un estudio parecido que se hizo con islandeses, donde se encontraron serios problemas estadísticos.

Pero otros han abundado en consideraciones menos científicas o técnicas y más éticas.

Hay quienes dicen que entrar en el tema biológico es peligroso porque dotaría de razones más “científicas” a los genocidas o dictadores.

También argumentan que si hubiera una relación entre la genética y la economía, se podría pensar que es posible diseñar a la sociedad perfecta, y por lo tanto daría pie a la creación de leyes de migración más discriminatorias.

Por su parte, los autores del controversial estudio, Quamrul Ashraf y Oded Galor, dicen que no se trata de relacionar a los genes sino que éstos sirven como una medición de la diversidad cultural.

La ventaja Target

Otros argumentan que los conocimientos se terminarán usando para fines comerciales, poniendo en desventaja a empresas más pequeñas y dotando de “super poderes” a las transnacionales.

Por ejemplo, con un departamento de análisis como el de Target, se podría hasta incluso cambiar los hábitos de los consumidores sin que ellos siquiera se den cuenta.
Podrían diseñar el consumidor perfecto: leal y consumista.

Y podrían además conocer sus secretos más íntimos como cuando se embarazan o tienen hambre.

Por obvias razones de costo, las empresas pequeñas estarían ante una desventaja inmensa.

Lo cierto es que justamente por sus interesantes aplicaciones, la genoeconomía llegó desde hace mucho para quedarse.

Según algunos, sus inicios pueden rastrearse hasta 1976, cuando un economista de la Universidad de Pennsylvania experimentó con los resultados económicos de gemelos.

Hoy en día existen ya diversas universidades de primer nivel experimentando con la frontera entre la medicina y la economía, e incluso nuevas asociaciones de científicos para tal fin.

Un caso es el Consorcio Asociación de Genética y Ciencias Sociales, que pretende unir a genetistas con economistas para llevar a cabo más estudios parecidos.

En pocas palabras, la controversia continuará, pero también el avance de esta novedosa rama de la economía.

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