El imperialismo oriental silencioso
La relación de China con algunos de los países más importantes del mundo, como Estados Unidos y Japón, podría describirse como “solo cordial”.
Muchos de los antiguos poderes del mundo ven con cautela el auge de una potencia nueva en el mundo.
Tendencia que se ve manifestada de manera interesante en cientos de reportajes sobre la nueva “diplomacia de cartera” que utiliza el gigante asiático en su relación con el mundo.
Eduardo Flores
La relación de China con algunos de los países más importantes del mundo, como Estados Unidos y Japón, podría describirse como “solo cordial”.
Muchos de los antiguos poderes del mundo ven con cautela el auge de una potencia nueva en el mundo.
Tendencia que se ve manifestada de manera interesante en cientos de reportajes sobre la nueva “diplomacia de cartera” que utiliza el gigante asiático en su relación con el mundo.
Tal vez uno de los más completos en esta serie es el libro de los periodistas españoles Juan Pablo Cardenal y Heriberto Araújo, titulado acertadamente La Silenciosa Conquista China, que sigue a través de 25 países la red de dinero que financia estadios y obras de desarrollo a cambio de recursos y materias primas que ese país necesitará en un futuro próximo. Sin duda una estrategia interesante desde el punto de vista económico.
A diferencia de países como Estados Unidos, que practican una diplomacia más tradicional, los chinos muchas veces dejan para otro día las consideraciones éticas y se centran simplemente en los negocios.
Un caso que documenta el libro es el de un contrato por 6 mil millones de dólares en la República Democrática del Congo, uno de los países más pobres y corruptos del mundo, bajo un esquema de “minerales por infraestructura”.
Es decir, a cambio de la venta preferencial de la gran cantidad de minerales que se pueden encontrar en el Congo, el país asiático ofrece mano de obra, conocimiento y dinero para construir proyectos de infraestructura.
La nueva expansion
Aunque se trata de una practica común de varios años, el libro comienza después de la crisis financiera del 2008, cuando se da el gran empujón que necesitarían los chinos para afianzar este nuevo modelo de negocios.
Gracias a un control estricto sobre la economía y una población con niveles excepcionales de ahorro, la crisis apenas y golpeó al país asiático.
Sin embargo, los países occidentales como Estados Unidos y algunos de América Latina como Argentina y Brasil se vieron en la necesidad de apoyarse en las reservas chinas.
Cardenal y Araújo escriben que el país transitó en los ojos de todos “de pérfida dictadura a redentora de la economía mundial”.
Los autores sostienen que a partir de entonces inició lo que bautizan como “la silenciosa conquista”, porque usa al dinero, y no las armas, como métodos para su expansión.
Situación ganar-ganar
Y si bien el ejercicio de investigación de ese libro es formidable, no es necesario adentrarse mucho en el mundo empresarial para vislumbrar la estrategia.
El 27 de junio de este año, la BBC reportó que en un viaje por América Latina, Wen Jiaobao, el primer ministro de China propuso una línea de crédito de 10 mil millones de dólares para proyectos de infraestructura en el continente.
Para países de Centro y Sudamérica, esto representa una jugoso oferta porque las líneas de crédito chinas generalmente vienen con pocas restricciones y se ofrecen a tasas atractivas.
A cambio, el gobierno asiático espera una concesión de tierra o términos favorables de intercambio comercial para expandir sus mercados.
Por ejemplo, un contrato por mil 400 millones de dólares para un nuevo puerto e infraestructura en una zona agrícola de Argentina le garantiza a China que durante los próximos 20 años, todo lo que se produzca en las 320 hectáreas de extensión servirá para abastecer a su demanda.
El único que parece perder con este arreglo es Estados Unidos, que ve cada vez más disminuida su influencia en lo que durante años fue su exclusivo jardín trasero.
Como esas, existe una importante cantidad de pronunciamientos de apoyos y créditos a países en desarrollo.
Según datos del libro, entre el 2005 y 2011 las empresas chinas invirtieron 266 mil millones de dólares en países en desarrollo, situación que muchos ven difícil sin el apoyo del Estado.
Pero el Estado no puede ser la única explicación de la conquista, pues existen muchos países con estructuras de gobierno similares.
Más bien el ingrediente secreto parece ser la fortaleza y creatividad de miles de individuos esparcidos en infinidad de países.
A través de una extensa diáspora, los chinos aprovechan oportunidades para importar, exportar o invertir.
A diferencia de otros países con gobierno autoritario, como Cuba, China sí permite que sus ciudadanos abandonen el país para emprender alrededor del mundo.
El Estado después aprovecha el conocimiento y el trabajo del individuo para impulsar grandes proyectos nacionales por medio de financiamiento casi ilimitado de bancos de desarrollo como el Exim Bank y el China Development Bank.
Muchos argumentarán que el sistema chino es inestable y que la opulencia es solo cuestión temporal.
Sin embargo, esto resulta debatible, puesto que en vez de consumir los superávits comerciales que gozan actualmente con el resto del mundo, los chinos parecen estar más en la sintonía de las potencias mundiales de antaño, invirtiendo en proezas que podrían pagar en grande en el futuro.