Todo vuelve a su lugar
La administración de Donald Trump se ha topado con una realidad irrevocable: la integración comercial de México y Estados Unidos no se puede romper de un día para otro. A través de la frontera cruzan diariamente bienes valuados en 1.4 mil millones de dólares. Además, en promedio, alrededor del 40 por ciento de los componentes de un producto de exportación de México está hecho en Estados Unidos.
Rodrigo Carbajal
La administración de Donald Trump se ha topado con una realidad irrevocable: la integración comercial de México y Estados Unidos no se puede romper de un día para otro. A través de la frontera cruzan diariamente bienes valuados en 1.4 mil millones de dólares. Además, en promedio, alrededor del 40 por ciento de los componentes de un producto de exportación de México está hecho en Estados Unidos.
La semana pasada, Paul Krugman, Premio Nobel de Economía 2008, aseguró que es más probable que inicie una guerra nuclear a que se cancele el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Esta aseveración no fue recibida como una hipérbole de uno de los críticos más incisivos del gobierno actual, sino como la explicación de por qué el cambio de discurso en materia comercial de la administración de Donald Trump ha sido tan radical.
El presidente, pero sobre todo sus subordinados, han abandonado la agresiva retórica proteccionista que caracterizó a la campaña de Trump. El viernes, Wilbur Ross, secretario de Comercio, dijo que el punto de partida de las renegociaciones comerciales serían las concesiones obtenidas por Estados Unidos en el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés).
Se trata del mismo acuerdo que fue desmantelado luego de que, en su primer día en la presidencia, Trump firmara una orden ejecutiva que estipuló la salida de Estados Unidos del TPP.
Esta decisión instauró un nuevo clima de incertidumbre que ahora comienza a disiparse gradualmente.
Volver, volver, volver
Prueba de ello es que las empresas manufactureras de Estados Unidos han vuelto a dar curso a sus planes para relocalizar sus operaciones en México. La agencia Bloomberg reporta que Illinois Tool Works Inc. y Triumph Group están recortando personal en Estados Unidos para inaugurar nuevas plantas al sur de la frontera.
Los bajos costos laborales de México representan una piedra angular para la competitividad de estas empresas. Alan Russell, director de Tecma Group, una empresa que ayuda a compañías estadounidenses a instalarse en México, argumenta que este proceso es necesario para seguir compitiendo y mantener empleos de manufactura de estados como Michigan o Pennsylvania.
Las compañías europeas tercerizan sus operaciones a Croacia y las compañías asiáticas se relocalizan en Vietnam. Para el caso norteamericano, México representa esa puerta de competitividad.
Paul Krugman sostiene que la reinauguración de esta tendencia supone que los directores de las corporaciones estadounidenses están dando por hecho que el TLCAN no corre peligro.
Uno de los eventos de mayor impacto mediático del periodo de transición fue la cancelación de dos importantes proyectos de manufactura en México: una planta de Ford en la que se invertirían 1.6 mil millones de dólares y la expansión de la operación de Carrier en Monterrey.
Trump envió el mensaje de que habría cero tolerancia frente a la decisión de empresas estadounidenses de tercerizar sus operaciones a regiones de bajo costo. Todo era negociable con el fin de mantener las apariencias.
Sin embargo, en este nuevo ciclo de relocalización, Trump se ha abstenido de expresar su rechazo público a estos movimientos. En el pasado, acto seguido del anuncio de nuevas inversiones en México, el presidente se dedicaba a amenazar a las empresas con la implementación de un impuesto fronterizo.
Presión política
Esto deja ver que la realidad de la relación comercial es más complicada que lo que el presidente suponía. Asimismo, la realidad política también se ha intrincado de manera significativa.
El nivel de aprobación del presidente Trump ronda el 36 por ciento. Su incapacidad legislativa quedó exhibida la semana pasada cuando su propuesta de reforma al programa de seguridad social Obamacare fue rechazado.
Pese a que el Partido Republicano cuenta con mayoría en ambas cámaras , fue el ala de la derecha radical la que frustró los planes del presidente. El Freedom Caucus, asociado al movimiento Tea Party, ha dicho que se opone a cualquier medida proteccionista del presidente, incluido el impuesto de ajuste fronterizo propuesto por el vocero de la cámara baja, Paul Ryan.
Los costos económicos de un cambio de fondo en los lineamientos del TLCAN y la dilución del capital político del presidente han propiciado el cambio de discurso referido.
La semana pasada, el diario The Wall Street Journal, publicó un documento de la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos (USTR, por su siglas en inglés) que repasaba los principales puntos en la renegociación del TLCAN.
A todas luces, el documento sugiere que el gobierno de Trump busca hacer cambios cosméticos, de modernización, a la relación con su tercer mayor socio comercial. No se incluyeron propuestas específicas para reducir el déficit comercial.
Ross ha dicho que esta semana se enviará al Congreso la notificación de que la administración de Trump iniciará el periodo de 90 días previo a la renegociación del TLCAN.
Estos tres meses representan una pequeña ventana de oportunidad para que emerja un status quo de incertidumbre. Trump, después de todo, aún es percibido como un presidente altamente temperamental.
Al ser cuestionado por el documento del USTR, Sean Spicer, vocero de la Casa Blanca, dijo que no necesariamente representaba la opinión del presidente en materia comercial.
Krugman expresa una preocupación adicional. Si las derrotas políticas siguen acosando a la administración de Trump, el presidente buscará una salida fácil. Hará lo que han hecho muchos gobiernos estadounidenses en crisis: iniciar una guerra, en este caso comercial.