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Proveer capacitación técnica y entrenamiento suele ser visto como un ganar-ganar para las empresas y los trabajadores.
Las empresas obtienen una fuerza laboral más efectiva y eficiente, lo cual les permite crecer más, y los trabajadores desarrollan habilidades que llevan a la especialización, lo cual les permite obtener mejores empleos y salarios.
Sin embargo, desde el sector público y el sector privado, investigadores y consultores ahora apuntan que son cada vez menos las empresas que ofrecen entrenamiento a sus trabajadores, y aún las que continúan ofreciéndolo lo hacen durante menos tiempo que antes.
La investigación de Peter Cappelli, profesor de administración en la Universidad de Pensilvania, señala que durante la mayor parte del siglo 20 las empresas asumían la necesidad de entrenar a su fuerza laboral, buscando personas capaces para transformarlas en trabajadores de calidad.
Pero ahora las compañías buscan contratar a trabajadores que ya cuenten con experiencia y que puedan desempeñarse al máximo desde el primer día.
Para los trabajadores, esto vuelve más difícil ser contratados y obtener desarrollo profesional y movilidad social, mientras que para las empresas es más difícil encontrar trabajadores lo suficientemente capacitados para llenar las plazas laborales disponibles.
Y para países como México, donde la industria sigue representando aproximadamente un tercio de la economía y la tasa de desempleo rebasa el 5 por ciento, la escasez de entrenamiento representa un problema.
Sobre todo al considerar que algunas de las industrias más dinámicas del país, como la automotriz, requieren trabajadores capacitados para seguir creciendo.
Costoso y de riesgo
Sin embargo, no es simple tacañería lo que ha motivado a las empresas a dejar de entrenar a sus trabajadores.
Bloomberg Businessweek reporta que más allá de ser costosos, los programas de entrenamiento son también arriesgados para las empresas.
Esto debido a que los trabajadores cambian de empleo con mayor frecuencia actualmente, por lo que una empresa puede realizar un gasto sustancial en entrenar a un empleado sólo para poco después tener que gastar de nuevo para entrenar a su reemplazo.
Dicho de otra forma, los programas de entrenamiento son inversiones con un rendimiento incierto para las empresas.
Datos del Instituto para la Investigación de Beneficios para Empleados (EBRI, por sus siglas en inglés) muestran que mientras que en 1983 casi el 60 por ciento de los empleados de entre 45 y 49 años de edad habían permanecido en su empleo durante más de 10 años, para el 2012 esta proporción había bajado al 45 por ciento – una cuarta parte menor que su nivel anterior.
Pero a medida que las empresas han decidido individualmente ahorrarse los costos de proveer entrenamiento para sus empleados, prefiriendo contratar trabajadores que ya han recibido entrenamiento, colectivamente esto ha resultado en una falta generalizada de entrenamiento.
De esta forma, Cappelli reporta que en 1979 los trabajadores recibían en promedio 2.5 semanas de entrenamiento cada año, mientras que para 1995 esta cifra había descendido a 11 horas por año. Cappelli agrega que en el 2011 casi el 80 por ciento de los empleados reportaba no haber recibido entrenamiento formal por parte de su empleador en los últimos cinco años.
¿Quién entrena?
A medida que las empresas han ofrecido menos entrenamiento, otras instituciones han tenido que compensar para llenar este vacío.
Un ejemplo de esto son los programas de capacitación como los que se utilizan en Guanajuato, con financiamiento de las Secretarías de Economía y del Trabajo y Previsión Social, para la industria automotriz.
Pero Cappelli indica que para que las cosas verdaderamente cambien es necesario que las empresas recuperen el nivel de responsabilidad de entrenar a sus empleados que se veía hace 30 años.
El investigador agrega que los riesgos asociados con la flexibilidad laboral son percibidos de forma exagerada por las empresas.