El escenario de la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) ha cambiado. En condición de anonimato, funcionarios mexicanos y canadienses dijeron a la agencia Bloomberg que Estados Unidos ha endurecido sus posturas de negociación, tomando posiciones que son inaceptables para México y Canadá.
El cambio de tono se ha vuelto patente en demandas relacionadas con los temas de compras gubernamentales, el sector textil y el comercio de productos frescos. Los funcionarios señalaron que tienen poca esperanza de alcanzar consenso alguno en estos rubros, lo que contrasta con la retórica diplomática de la declaración trilateral emitida tras la conclusión de la tercera ronda de negociación de la semana pasada.
El nuevo enfoque estadounidense representa también un rompimiento del “mandato” de los jefes de la negociación de que el proceso de renovación del TLCAN debe realizarse de manera expedita para evitar su trasposición con los procesos electorales de México y Estados Unidos del siguiente año.
De acuerdo a Bloomberg, al menos tres funcionarios refirieron que las conversaciones de la ronda de Ottawa marcaron un antes y un después en la renegociación. Se transitó hacia un intercambio mucho más hostil, que quedó de relieve en la declaración de la ministro de Relaciones Exteriores de Canadá, Chrystia Freeland, de que el gobierno de Trump se comporta como “una administración proteccionista”, en alusión al conflicto de las firmas aeronáuticas Boeing (estadounidense) y Bombardier (canadiense).
Viene lo más difícil
Esto ocurre en un momento en que los tres países miembro del TLCAN se preparan para discutir los temas más complicados de la renegociación, en los que Estados Unidos se ha vuelto cada vez más inflexible. Por ejemplo, Estados Unidos, cuya política comercial está fijada en la reducción del déficit, insiste en que debe asegurarse un nivel mínimo de componentes producidos en Estados Unidos para que un producto de exportación canadiense o mexicano tenga un acceso al mercado estadounidense que esté exento de arancel. México ha manifestado que se trata de una línea roja, ya que no existe precedente alguno en un tratado de libre comercio en el que se impongan reglas de origen para componentes de países específicos.
Esta medida afectaría en mayor medida a la industria automotriz, referida como el mayor caso de éxito del TLCAN en materia de competitividad. Estados Unidos tiene claro que este sector es el principal componente del déficit comercial con México, que en el 2016 fue de alrededor de 64 mil millones de dólares.
A pesar de que aún es incierto si los mercados han descontado el cambio de tono de la administración de Trump al interior de la renegociación, por primera vez en meses, vuelve a considerarse que la derogación del TLCAN es una posibilidad seriamente subestimada.
Dos oficiales dijeron de manera anónima que Estados Unidos pudiera estar llevando las conversaciones comerciales al límite para obligar a una ruptura del acuerdo. En abril, el presidente Trump estuvo a punto de ordenar la cancelación del TLCAN. Sin embargo, el intenso cabildeo de la iniciativa privada estadounidense, del gobierno y el empresariado mexicano y de funcionarios de la administración como Gary Cohn (director del Consejo Económico Nacional) y Sonny Perdue (secretario de Agricultura) evitaron la decisión.
Fuentes al interior de la Casa Blanca dijeron que Perdue le mostró un mapa de Estados Unidos al presidente en el que señalaba que los estados más afectados por la cancelación del TLCAN serían aquellos en los que Donald Trump obtuvo una amplia victoria en el proceso electoral de 2016.
Esta anécdota pone de relieve la fragilidad a la que está sujeta el acuerdo, en la que las condiciones políticas pueden sobreponerse a las decisiones tecnocráticas de la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos, dirigida por Robert Lighthizer.
La fragilidad del TLCAN
Empujado por figuras como Steve Bannon, entonces estratega en jefe de la Casa Blanca, y Peter Navarro, director del Consejo Nacional de Comercio, Trump puso al TLCAN a un peligro al que no había sido expuesto desde su entrada en vigor en 1994.
Ni la crisis mexicana de la década de los 90, ni la elección de Bill Clinton (el sucesor demócrata del presidente republicano que negoció el acuerdo) amenazaron al TLCAN como lo ha hecho Trump.
Para México, el alivio podría residir en la incertidumbre legal que provocaría la decisión unilateral de la administración de Donald Trump de abandonar el TLCAN. Un número sustancial de prominentes abogados estadounidenses sostiene que, en última instancia, la revocación de tratados comerciales es una facultad que le corresponde al Congreso, no al poder ejecutivo.
No obstante, aún no está claro cual sería el curso de acción si se toma esta medida. Lo único seguro es que desataría un fuerte debate legal y político, lo que significaría un nuevo frente abierto para la administración de Donald Trump, un gobierno que aún no ha logrado consolidar ni una sola pieza legislativa sustantiva.