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Explorar no es explotar

Los últimos años no han sido buenos para México en lo referente a la explotación de recursos energéticos, ya que los indicadores del sector lucen cada vez más deteriorados. 

Y lo que debería preocupar más es que Pemex, por sí sola, no parece ser capaz de resolver el problema de la producción en declive, a pesar de que la paraestatal dedica cada vez una mayor parte de su presupuesto a la exploración.

Cifras de Pemex muestran que del 2001 al 2013 las reservas totales de hidrocarburos del país mostraron una caída de 21 por ciento. 

94%
el aumento en el presupuesto destinado a la inversión en exploración por Pemex del 2007 al 2013
Mientras que en el año 2000 el país ocupaba el quinto lugar mundial en producción de petróleo y el duodécimo en reservas probadas, para el 2012 México cayó a las posiciones siete y 17, respectivamente
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Los últimos años no han sido buenos para México en lo referente a la explotación de recursos energéticos, ya que los indicadores del sector lucen cada vez más deteriorados. 

Y lo que debería preocupar más es que Pemex, por sí sola, no parece ser capaz de resolver el problema de la producción en declive, a pesar de que la paraestatal dedica cada vez una mayor parte de su presupuesto a la exploración.

Cifras de Pemex muestran que del 2001 al 2013 las reservas totales de hidrocarburos del país mostraron una caída de 21 por ciento. 

Lo que es peor es que durante el mismo periodo el componente de las reservas probadas mostró un deterioro significativo, ya que estas sufrieron una caída de 41 por ciento. 

Al mismo tiempo, las reservas probables cayeron más de 42 por ciento, mientras que el único de los tres componentes que creció fue el de las reservas posibles, con un aumento de casi 40 por ciento.

Esto preocupa debido a que las reservas probadas son aquellas con la mayor probabilidad de certidumbre y menor riesgo asociado. Los otros dos componentes, las reservas probables y las posibles, representan un mucho mayor riesgo de explotación, ya que hay una menor probabilidad de que sean comercialmente recuperables y es más difícil estimar su volumen. 

En el caso de las reservas probables, la estimación de su volumen tiene un 50 por ciento de probabilidad de éxito, mientras que en el caso de las posibles la probabilidad es de tan sólo 10 por ciento.

Esta situación ha causado que México pierda relevancia en el escenario energético internacional. Mientras que en el año 2000 el país ocupaba el quinto lugar mundial en producción de petróleo y el duodécimo en reservas probadas, para el 2012 México cayó a las posiciones siete y 17, respectivamente. En el mismo periodo, las reservas probadas de gas natural también pasaron de la posición global 29 a la 36.

La respuesta de Pemex ante esta situación ha sido aumentar el presupuesto destinado a la exploración para reemplazar los yacimientos que cada vez producen menos. En los últimos seis años, la inversión de Pemex dedicada a la exploración ha incrementado más de 94 por ciento. 

Aunque esto sí ha logrado restituir parte de las reservas a través de nuevos descubrimientos, la mayoría de estos, como se ha mostrado, corresponden a reservas riesgosas, y para las cuales Pemex carece de la tecnología necesaria para su explotación. 

Y en un contexto en el que la demanda energética de México es cada vez mayor y el país se vuelve cada vez menos competitivo, la necesidad de resolver esta problemática es apremiante.

La lección de Batista

Ante esta situación y los nuevos escenarios de explotación energética presentados por la reforma energética, Pemex y la población del país deberían tener en mente la historia de un empresario brasileño: Eike Batista. 

Eike Batista, el magnate brasileño presidente del conglomerado energético y minero Grupo EBX, solía ser un ejemplo del éxito brasileño. Incluso llegó a ser el séptimo hombre más rico del mundo, según la revista Forbes. 

Pero una serie de circunstancias, descrita por Bloomberg como “una tormenta perfecta”, causaron que su fortuna pasara de casi 33 mil millones de dólares en abril del 2012 a menos de 200 millones de dólares en agosto del 2013, una caída de más del 99 por ciento.

Gran parte de los problemas de Batista ha resultado del fracaso de la principal empresa de su compañía, OGX, la segunda mayor petrolera brasileña después de Petrobras. 

Aunque Batista preveía que la producción petrolera de OGX alcanzaría los 1.4 millones de barriles diarios para el 2020, su producción a mediados del 2013 era de tan solo 10 mil barriles diarios. 

A pesar de que OGX pintaba un panorama muy optimista para sus inversionistas en el 2008, la empresa admitía que pozos localizados cerca de algunos de sus proyectos principales “no habían resultado comercialmente viables” en ese momento. 

La advertencia no fue en vano, ya que la tecnología necesaria para extraer petróleo de los campos de la compañía no resultó estar disponible. 

En julio del 2013, después de meses de no lograr alcanzar sus estimaciones de producción, OGX declaró que “no existe, en este momento, la capacidad tecnológica” para volver económicamente viable la explotación de sus pozos.

Riesgos compartidos

Debido a la escasez de yacimientos tradicionales y el gran riesgo que representa explotar los recursos no-convencionales localizados en aguas profundas y en las formaciones rocosas donde se encuentra el petróleo y gas de esquisto, Pemex requiere de alianzas estratégicas con empresas del sector privado para compartir inversión y recursos tecnológicos. Así, la paraestatal evitaría caer en una situación como la que le ocurrió a Batista en Brasil. 

Sin embargo, para lograr esto los expertos señalan que será necesario volver atractivos los contratos, lo cual requeriría que Pemex no solo compartiera utilidades, sino además riesgos; es decir, que se asociara con estas empresas en los proyectos de explotación y no que solo otorgara contratos de explotación.

De lo contrario, Pemex podría ver, a pesar de la reforma energética, una repetición de lo que ocurrió el año pasado en la competencia por los contratos de los yacimientos de Chicontepec, donde el nivel de atención por parte de la inversión privada fue mucho menor que el esperado. Sin un cambio en el modelo de producción, el país tendrá acceso a cada vez menos recursos, y la importación de petróleo y gas natural continuará su camino ascendente

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