El deterioro del exterior ha definido la narrativa de la mayoría de los países emergentes en 2016. México, un país que cuenta con una política de apertura comercial y laxos controles de capital, es una de las economías emergentes que ha resentido los efectos de la volatilidad global.
En el último mes el peso ha perdido cerca del 6 por ciento de su valor frente al dólar. El valor de la mezcla mexicana de petróleo, cuya venta financia alrededor de un sexto del presupuesto federal, se encuentra en su peor nivel en 13 años – apenas encima de los 23 dólares por barril.
Sin embargo, la turbulencia provocada por la desaceleración global, particularmente en China, y la incertidumbre generada a partir de la normalización de la política monetaria de Estados Unidos no son las únicas amenazas externas para la economía mexicana.
La desaceleración del comercio global vulnera uno de los pilares fundamentales del modelo de crecimiento de México: la exportación de manufacturas. Esto se ha reflejado en un déficit crónico de la balanza comercial de mercancías del país. El sector externo ha registrado un déficit comercial en 15 de los últimos 24 meses.
La caída en la actividad comercial no representa una coyuntura aislada. Desde enero del año pasado, el Fondo Monetario Internacional (FMI) emitió una advertencia al respecto.
El organismo publicó una investigación que concluía que la caída en la actividad comercial se derivó no sólo de una baja cíclica en las tasas de crecimiento mundial, sino de un cambio estructural en la relación que guarda el sector externo como proporción del producto interno bruto (PIB) de diferentes economías.
Señal de desaceleración
Este cambio estructural ya se volvió patente en el sector externo de México, país en el que las exportaciones representan un tercio del PIB según el Banco Mundial.
El último reporte de la balanza comercial de mercancías, publicada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), señaló que el déficit comercial del año pasado fue de 14 mil 460 millones de dólares.
De acuerdo al índice de riesgo soberano de BlackRock, la mayor firma de administración de activos en el mundo, México se ubica en la posición 25 de 50 (países emergentes y desarrollados) en lo que respecta a la posición financiera externa, la cual evalúa el estado del balance de cuenta corriente.
A diferencia de sus contrapartes emergentes, México no depende de la exportación de materias primas, cuyo precio se ha desplomado considerablemente desde el año pasado. Por otra parte, el 82.5 por ciento de las exportaciones del país se dirigen hacia Estados Unidos, la única gran economía con perspectivas estables de crecimiento.
No obstante, Estados Unidos ha sufrido una ligera desaceleración en su producción industrial (0.9 por ciento en 2015) que se ha traducido en un cambio de tendencia en las exportaciones de México, las cuales han sido la base del crecimiento del PIB en los últimos años.
En el 2015 las exportaciones descendieron 4.5 por ciento frente al año anterior, lo cual se debió a un avance marginal de 0.8 por ciento de la venta de manufacturas en el exterior y una baja de 45 por ciento en las exportaciones petroleras.
Las exportaciones automotrices, que crecieron a tasas de dos dígitos durante gran parte del 2014, registraron un alza de apenas 4.7 por ciento en 2015.
Pronósticos a la baja
Las perspectivas futuras son poco alentadoras dado el cambio en los pronósticos de producción industrial de Estados Unidos. El Banco de México señala que en enero del 2015 el mercado esperaba un incremento de 3.3 por ciento en ese rubro para 2016. Un año después, el pronóstico de la producción industrial se redujo a 1.6 por ciento.
En ese sentido, una menor actividad económica en Estados Unidos continuará mermando las exportaciones mexicanas y por ende las perspectivas de crecimiento de México.
La encuesta sobre expectativas de los especialistas en economía del sector privado, recabada por Banco de México, expone que el crecimiento esperado del PIB mexicano para 2016 pasó de 4 por ciento en diciembre del 2014 a 2.74 por ciento en diciembre del 2015. 
Cruda balanza
El mayor culpable dentro del saldo rojo en la balanza del 2015 fue el petróleo, que registró un déficit comercial por primera vez desde 1993, año donde empiezan los datos disponibles en el INEGI.
En total este déficit petrolero equivale a un monto negativo de 9 mil 855.2 millones de dólares – más del 68 por ciento del déficit comercial total del 2015.
El valor de las importaciones petroleras cayó 19.8 por ciento el año pasado, pero esto fue insuficiente para compensar un declive de 45 por ciento en el valor de las exportaciones en el mismo rubro.
Este colapso exportador se explica principalmente por las reducciones en el precio y volumen de producción del crudo mexicano. El precio de la Mezcla Mexicana de Exportación (MME) cayó casi 40 por ciento durante el año pasado, lo cual agrava el problema que representa el que la producción mexicana de crudo cayó casi 7 por ciento en el mismo periodo.
El convertirse en un importador neto de hidrocarburos en este momento no necesariamente es algo malo para un país enfocado a la manufactura como México, ya que con los precios del crudo rondando su punto más bajo en 12 años la importación es más barata.
Es decir que sin el declive de precios el valor del déficit en dólares hubiese sido casi 67 por ciento mayor.
Pero la depreciación de casi 18 por ciento que el peso sufrió frente al dólar en 2015 reduce este beneficio. Si el valor del peso se hubiese mantenido estable, el valor del déficit petrolero hubiese sido menor al traducirse a la divisa mexicana.