La supervivencia del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) sigue en entredicho. Más allá de las propuestas formales que se han discutido en la mesa técnica de negociación, el futuro del acuerdo está condicionado al humor político de la administración de Donald Trump.
El presidente ha insistido una y otra vez, de manera pública y privada, que ha considerado seriamente invocar el artículo 2205 para notificar que Estados Unidos se retirará del TLCAN. A partir de esa instancia, sugiere Trump, habrá condiciones óptimas para negociar.
Sin embargo, México y Canadá han rechazado tajantemente esta sugerencia. “No creo que haya país alguno que pueda sentarse conscientemente a negociar bajo la amenaza de tener una pistola apuntándole a la cabeza”, aseguró Gerónimo Gutiérrez, el embajador de México en Estados Unidos.
Pese a la discrepancia, Fitch Ratings considera que “las renegociaciones en curso del TLCAN probablemente no llevarán a una revocación plena del acuerdo, y el pacto final no debería tener un impacto significativo en el acceso comercial de México a los Estados Unidos”.
Esta es la frase de presentación de un nuevo reporte de la agencia calificadora que se titula “Cómo una abrogación del TLCAN puede afectar a México”, en el que se presenta una visión ligeramente optimista del panorama económico mexicano en el corto plazo.
Dos semanas antes de la publicación del documento, Brian Coulton, economista en jefe de Fitch Ratings, aseguró que la probabilidad de que Estados Unidos se retire del tratado era de 30 por ciento.
En ese sentido, la perspectiva planteada por Fitch Ratings representa una inusitada inyección de optimismo a una narrativa dominada por la incertidumbre y la creciente confrontación de la administración de Trump con sus socios comerciales, con sus rivales políticos prolibre comercio del Partido Republicano y con el sector empresarial representado en la American Chamber of Commerce.
El proceso de renegociación del TLCAN alcanzó su punto más álgido después de que concluyó la cuarta ronda de discusiones el pasado 16 de octubre. Ildefonso Guajardo, el secretario de Economía de México, atribuyó esta brecha en las posturas de negociación a diferencias fundamentalmente políticas.
¿Discurso optimista o pesimista?
Las palabras de Guajardo hacen eco del discurso del gobierno mexicano, que no ha podido descifrar qué necesita el presidente Trump para mantener el status quo de la relación comercial México-Estados Unidos.
En las últimas dos semanas, la administración de Enrique Peña Nieto ha utilizado un discurso ambivalente que deja ver la sensación de desesperación que prevalece en el gabinete económico mexicano. Por un lado, Ildefonso Guajardo; el secretario de Hacienda, José Antonio Meade; y el secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray han dicho que México cuenta con un “Plan B” que garantiza la confianza y el dinamismo de la economía mexicana en el corto plazo.
Por otra parte, un análisis de la revista Foreign Policy expone que México ha encontrado las propuestas de Trump tan radicales e impopulares en Estados Unidos que eso permite pensar que la esencia del TLCAN tiene altas posibilidades de permanecer intacta.
No obstante, esta percepción contrasta fuertemente con declaraciones recientes como la de Gary Hufbauer, un especialista en política comercial del Instituto Peterson de Economía Internacional (PIIE, por sus siglas en inglés): “Al principio pensé que (Trump) iba a negociar y no realmente a terminar (el TLCAN), debido a los efectos adversos que tendría en Estados Unidos y en los estados que los apoyaron. Ahora resulta que estas demandas onerosas no son aceptables para México ni para Canadá. Esa es la posición en la que estamos ahora. Podría no haber una resolución”.
A poco más de un año de que se celebren elecciones intermedias en Estados Unidos, la evolución de la coyuntura política que rodea a la Casa Blanca se ha estancado: el poder ejecutivo no ha podido aprobar ninguna pieza legislativa sólida, el presidente depende de una base electoral que se ha mantenido relativamente constante y los ataques políticos de los poderes fácticos y los rivales políticos de Trump no han cesado. Bajo este escenario, el consenso de analistas consideran que existen las circunstancias políticas óptimas para que el presidente apele a su base y decida retirarse del TLCAN.
En la era Trump, la realidad política es mucho más importante que la realidad económica. Independientemente de las ganancias de productividad y competitividad que se han generado en las cadenas de valor de América del Norte a partir del TLCAN, el presidente está dispuesto a pagar el costo económico para obtener la que podría ser su primera y única victoria política significativa.
Fin del TLCAN: incertidumbre para México
Fitch Ratings argumenta que esta vía implicaría un golpe significativo a la economía mexicana, en el corto y mediano plazo: “Si Estados Unidos se retira del TLCAN la economía mexicana se enfrenaría a una incertidumbre importante, que muy probablemente llevaría una pérdida de confianza y, en el corto plazo, mayor volatilidad del mercado”.
La agencia sugiere que el supuesto blindaje que ofrece el marco legal de la Organización Mundial del Comercio sería insuficiente para contener el golpe inicial: “El crecimiento se desaceleraría en el mediano plazo, partiendo de una base de que ya es modesta, ya que la disrupción inicial probablemente resultaría en una inversión menor y en una dislocación del comercio con efectos potencialmente prolongados en la confianza del consumidor”.