Ha llegado el día de la elección presidencial estadounidense, donde se decidirá quién será el líder de la nación más poderosa del mundo por los siguientes cuatro años.
Con la elección llegando a su meta final, ambos candidatos han tenido la oportunidad de perfilar las políticas económicas que tomarían, ya sea en un nuevo capítulo de la administración del demócrata Barack Obama, o ante una victoria del republicano Mitt Romney.
En Indigonomics presentamos una evaluación de lo positivo y negativo de su desempeño en la economía y las propuestas de ambos candidatos.
Evaluando tanto el historial económico y desempeño de Obama como presidente y de Romney como gobernador, y las posturas hacia el futuro, se muestra en claro las distantes posturas económicas de ambos candidatos.
Lo bueno: Obama al rescate
El desempeño económico de Obama en lo positivo se mide con dos ángulos: al analizar el resultado de sus políticas económicas por sí solas, y el estimar lo que pudiera haber sucedido en ausencia de tales políticas.
Al llegar al poder, Estados Unidos estaba en la cúspide de su peor crisis desde la Gran Depresión.
Con el sistema bancario al borde del colapso, el sector laboral en caída y la industria automotriz buscando un rescate, las decisiones del presidente resultaron acertadas.
Su paquete de estímulo fiscal valuado en casi un billón de dólares y apoyo para la salvación de General Motors y Chrysler evitaron una depresión peor y levantaron a la economía del país.
La campaña de Obama buscó hacer notar que Mitt Romney se opuso tanto a su paquete de estímulo como al rescate de la industria automotriz, y que sin sus políticas de rescate, Estados Unidos hubiera caído a una peor situación económica que la actual.
Mientras que se le ha juzgado mucho por no haber incentivado de forma suficiente el mercado laboral, Obama puede presumir 32 meses consecutivos de crecimiento en empleos y 5.4 millones de nuevos empleos privados.
En cuanto a la tan buscada reforma financiera de Wall Street, Obama buscó pasar reformas buscando regular los supuestos abusos y excesos tomados por parte de las grandes firmas financieras.
La Reforma de Wall Street y la Acta de Protección al Consumidor crean un buró de protección financiera animada a frenar los abusos en temas como tarjetas de crédito, hipotecas, etc.
De igual forma, Obama entabló que no volvería a haber rescates a instituciones bancarias financiadas por el erario y que en el caso de que un banco quebrara, los dueños tendrían que tomar responsabilidad del asunto.
Tales son las cartas que postula la campaña de Obama para fortalecer la idea de tener la mejor postura económica y, por ende, ganar el voto de la población.
Lo malo: sin incentivo fiscal
Aunque se ha mantenido una tendencia positiva en la creación de empleos, esta ha sido tediosamente modesta, mantuvo la tasa de desempleo por encima del 8 por ciento por 43 meses.
Al agregar a los que tienen un empleo de medio tiempo buscando un empleo de tiempo completo, y aquellos que han dejado de buscar trabajo, la cifra se establece por encima del 15 por ciento.
Igualmente, el porcentaje de estadounidenses que tienen un trabajo o están en busca de uno cayó a solo el 63.5 por ciento de la población, el nivel más bajo en más de 30 años.
En otro enfoque, el aumento de la pobreza, visto en el número de ciudadanos participando en programas de cupones de alimentos, aumentó un 44 por ciento durante su administración, al tener ahora a más de 46 millones de ciudadanos en tal nivel de pobreza.
El número de ciudadanos oficialmente debajo de la línea de pobreza es más del 15 por ciento.
Muchas de las promesas actuales de Obama, como el que buscaría crear un millón de nuevos empleos de manufactura o que duplicaría las exportaciones del país en los siguientes cuatro años, realmente no tienen sustento, poniendo como ejemplo que el país perdió 15 mil empleos de manufactura en septiembre.
Ante todo, se le ha criticado por no tener realmente una estrategia económica para atraer la inversión e incientivar el comercio al país, especialmente en cuanto a empleos de manufactura.
Como ejemplo particular, no existe ninguna política propuesta o incentivo fiscal que haga que a empresas como Apple les sea conveniente manufacturar sus aparatos en Estados Unidos.
Además, se avecina el gran problema del precipicio fiscal, y la pura existencia de tal problema no muestra un buen manejo de la política económica del país, a falta de un consenso con políticos de ambos lados de la bancada.
Lo bueno: La IP y Romney
A diferencia del presidente, y dicho con más énfasis durante las campañas primarias, Mitt Romney viene del sector privado.
Si bien ha sido punto de discusión numerosas veces, no se puede negar que le da al candidato republicano una ventaja de conocimiento sobre el presidente.
El discurso de Romney, y en general la línea de sus políticas económicas, es más a favor del negocio que el de Barack Obama.
En general, el candidato está a favor de reducir las tasas impositivas y toda la regulación excesiva que ha caído sobre los negocios en los últimos años.
Romney conoce al capitalismo y al sentido de negocio por su experiencia como director de una importante empresa.
Tiene un sentido más sensato que el presidente sobre lo que crea riqueza y empleos, y además lleva una mejor relación con el sector privado, lo que ayudaría al momento de pasar leyes para reducir la inmensa deuda con la que carga el país.
Así mismo, el ex gobernador de Massachusetts, uno de los estados más demócratas del país, ha probado ser un centrista.
En su estado, a pesar de tener un congreso dominado por el partido opositor, logró reformas importantes gracias a su combinación de negociación y pragmatismo.
Una de las más importantes fue la ley de salud que implementó como gobernador en Massachusetts.
Con esa reforma garantizó el acceso a la salud de miles de trabajadores, mejoró las finanzas estatales y no afectó a las empresas o la competitividad del estado.
Un presidente con un mejor sentido de los negocios y con más instintos de negociación sería un cambio deseable para la economía del país.
Lo malo: aliados dogmáticos
El talón de Aquiles de Romney es paradójicamente su partido. Las facciones más conservadoras del Partido Republicano han ganado tracción en los últimos años, empujando al candidato a hacer promesas equivocadas o difíciles de cumplir.
Por ejemplo, ha prometido que en el primer día de su administración nombrará a China como un país “manipulador de su moneda”.
Esto podría traer mayores tensiones con China y por consecuente una improductiva guerra de comercio.
Los miembros del movimiento de derecha Tea Party tampoco han sido ignorados por Romney, como se esperaría de un candidato de centro.
Su opción para acompañarlo en campaña como vicepresidente fue Paul Ryan, una estrella en el movimiento más conservador del partido, un obvio gesto hacia estos miembros.
La propuesta de Ryan para reducir el déficit se centra más en ilusiones que ciencia, lo que resta credibilidad al candidato.
Por ejemplo, busca incrementar el presupuesto a las fuerzas armadas a máximos históricos al mismo tiempo que se rehúsa a incrementar impuestos.
Su negativa hacia los impuestos raya en lo peligroso. El ala conservadora del partido incluso rechazó una oferta de la oposición para reducir el déficit mediante una combinación de 9 dólares de recortes presupuestales por cada dólar en impuestos nuevos.
En un mundo ideal, reducir el déficit debería incluir una serie de cortes presupuestales, especialmente a las fuerzas armadas, e ingresos nuevos. Los republicanos más moderados están de acuerdo, pero Romney no parece hacerles mucho caso.
Ryan y Romney defienden su plan argumentando que eliminando las exenciones fiscales recaudarán más. Sin embargo, lo que podría entrar a la tesorería por estos medios es relativamente poco y además políticamente controversial.
El riesgo de Mitt Romney en la presidencia es que los más dogmáticos de su partido terminen por tomar las riendas del Congreso y la Casa Blanca, eliminando muchas propuestas sensatas del centro.