La lucha silenciosa
Miles de mexicanas padecen los estragos que les deja el cáncer de mama a nivel emocional y físico, pero no es lo único con lo que deben lidiar. Los altos costos de los tratamientos suponen un reto adicional para su estabilidad financiera
Nayeli Meza OrozcoNo sólo es una batalla contra el tiempo, es consigo misma. En septiembre de 2010, la vida de Susana Márquez dio un vuelco. A sus 48 años, la maestra de secundaria recibió la misma noticia que escuchan más de 20 mil mexicanas al año: “Tienes cáncer de mama”.
La originaria de Ecatepec sabía que los pronósticos no le favorecían, pues su madre había fallecido por esta enfermedad. Sin embargo, asumió con valentía lo que estaba por venir.
Al inicio tuvo miedo, pero su mayor motivación fue Karla, su única hija quien en ese entonces cursaba la carrera de Arquitectura en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Azcapotzalco.
Durante años, Susana entró y salió de hospitales, se sometió a una mastectomía izquierda, posteriormente a quimioterapia y tomó decenas de pastillas para tratar de frenar un tren que parecía no detenerse.
A pesar de los esfuerzos, el 18 de abril pasado, Susana perdió la batalla. Su primogénita la despidió en la casa que compartieron durante más de 30 años y con el adiós a su madre comenzó otra lucha.
“Lamentablemente la atención en el sector salud público está sobrepasada. Mi mamá padecía mucho cuando íbamos a consultas, me dolía mucho verla esperando para que la examinaran. Por eso decidí continuar su tratamiento en el sector privado, pese a que era mucho más costoso”, comparte Karla Márquez.
Hoy, la arquitecta enfrenta el dolor de la ausencia de su madre, mientras continúa pagan do las cuentas médicas de los últimos meses.
Esta realidad la enfrentan miles de mexicanas que son diagnosticadas con cáncer de mama y que no cuentan con acceso al Seguro Social y se ven obligadas a optar por los servicios de salud en centros médicos privados.
El cáncer de mama se ha convertido en la principal causa de muerte entre las mexicanas mayores de 25 años y cada día la Secretaría de Salud (SSA) registra 60 nuevos casos.
Cada dos horas fallece una mujer en el país a causa de este padecimiento y 90 por ciento de las detecciones se realizan en etapas avanzadas, revelan datos de la Asociación Mexicana de Lucha contra el Cáncer (AMLCC).
La consultora Statista prevé que para 2020 se reporten 27 mil 410 incidencias y para 2025, el número de casos llegará hasta 30 mil 993.
Sin apoyos suficientes
Aun cuando los casos registrados de cáncer de mama va en aumento, las pacientes se enfrentan una realidad en la que no existe un acceso suficiente y equitativo a la salud, ya que no sólo se enfrentan al rezago en los tratamientos existentes, sino que además en el país no se cuenta con innovación, ni con los insumos suficientes para atender a la población que los necesita.
Al respecto, Hilda Rodríguez, académica del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) de la UNAM, explica que para garantizar la calidad de vida de las mexicanas es indispensable que se cuente con programas integrales que contemplen todos los ejes para atender de manera digna esta enfermedad.
Las pacientes de escasos recursos o que carece de seguridad social acuden al Seguro Popular. El gran problema es que con el paso de los años, a esta política pública se le han destinado menos recursos.
Organismos defensores de los derechos de la salud han denunciado que durante este sexenio, el Seguro Popular ha experimentado un recorte histórico de 40 mil millones de pesos.
El año pasado, la disminución en el presupuesto fue por más 447 millones de pesos, refiere un análisis de la AMLCC.
Esta situación ocasiona que las mexicanas no puedan recibir la atención que requieren desde la fase del diagnóstico hasta las cirugías.
Entre las necesidades básicas de la oncología se encuentra el acceso a las nuevas tecnologías para los diferentes tipos de cáncer, pero al no contar con los servicios básicos la brecha se hace más profunda.
“El recorte de recursos limita la posibilidad de que las mujeres puedan tener una mejor calidad de vida. Es una violencia económica no garantizarles el derecho a disfrutar de una salud digna”, manifiesta Rodríguez.
Asimismo, hace énfasis en que la disminución de la participación del Estado en la garantía de los derechos a quien más ha perjudicado es a las mujeres, sobre todo, a las que viven en condiciones de pobreza.
A pesar de que la herida aún no cicatriza, Karla trata de celebrar la vida de su madre todos los días.
“Mi mamá me enseñó a sentir las ganas de vivir y a no pensar en las enfermedades como una derrota, sino como una enseñanza para el futuro. Todavía no concibo que ya no esté aquí, pero ella me pidió que siguiera luchando y que lo hiciera fuerte”.