México no está listo para la eventualidad de una crisis financiera en Estados Unidos: la inflación en 2017 fue de 6.77 por ciento, el tipo de cambio ha demostrado ser extremadamente volátil ante los riesgos del entorno, la fragilidad de las finanzas públicas está latente en la caída consistente de la inversión pública, la deuda pública como porcentaje del PIB se encuentra 17 puntos porcentuales por encima del nivel de hace una década y es altamente probable que, gane quien gane la elección presidencial, el nuevo gobierno tendrá un capital político limitado para actuar frente a una contingencia económica.
Jorge Castañeda, canciller durante la primera parte de la administración de Vicente Fox, argumenta que una tormenta perfecta se aproxima a México. En un artículo reciente para el diario The New York Times, refiere que la posible terminación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, la reforma fiscal aprobada por el Congreso de Estados Unidos y la falta de credibilidad de Andrés Manuel López Obrador en la comunidad empresarial en el exterior plantean un escenario crítico para las perspectivas económicas el país. Su tesis es que la conjugación de estos elementos derivará, no en una menor actividad comercial, sino en una caída de la inversión.
La economía mexicana ha crecido a una tasa anual promedio de 2.3 por ciento en las últimas tres décadas, una cifra mediocre para estándares de otros países emergentes de tamaño similar. Bajo el escenario que sugiere Castañeda, México estaría condenado a crecer a una tasa inferior al 2 por ciento anual.
En ese sentido, la pregunta relevante no es si los mercados financieros en Estados Unidos continuarán en expansión, sino cuándo llegará el colapso en el precio de los activos que conforman los principales índices accionarios en ese país.
Durante la década pasada, los principales bancos centrales inyectaron una liquidez sin precedentes al sistema financiero global. Nunca se había observado una expansión monetaria de esta magnitud en la historia.
Tan sólo la Reserva Federal incrementó los activos de su hoja de balance desde un nivel de 995 mil millones de dólares en septiembre de 2008 a un nivel actual de 4.4 billones de dólares. Ahora, los bancos centrales están preparando el terreno para revertir los efectos de esta política, siendo uno de los riesgos para el 2018.
El desmantelamiento de la hoja de balance promete generar disrupción en los mercados financieros.
Todo lo que sube…
Sin embargo, el clima de inversión actual contrasta con esta perspectiva. Esta semana, el índice industrial Dow Jones superó la barrera de los 26 mil puntos, alcanzando un máximo histórico. Hace apenas dos semanas se había pasado el corte de los 25 mil puntos.
En lo que va del 2018, el índice MSCI- All World de acciones globales ha crecido 4.6 por ciento, lo que representa el mejor arranque de año desde 1988.
El mercado alcista en Wall Street está cerca de cumplir una década de antigüedad. El crecimiento reciente en el precio de los activos es explicado por el analista de Goldman Sachs, David Kostin, como un reflejo de la “exuberancia racional” que predomina entre el público inversionista; una respuesta a la certidumbre de la política de tasas de interés de referencia de la Reserva Federal y del hecho de que la recuperación de la economía global lleva 10 años sin interrupción.
No obstante, esto va a llegar a su fin. La economía es cíclica y los mercados financieros han perdido el soporte artificial de las políticas heterodoxas de los bancos centrales de la última década.
Joachim Fels, asesor económico global de PIMCO, lo pone de esta manera: “El hecho de que el miedo se haya ido es la razón principal por la que deberíamos estar preocupados. Eso significa que muchos agentes han invertido de lleno y eso significa que van a buscar una salida cuando comience la corrección del mercado, lo que exacerbaría la caída”.
En una nota para clientes, Bill Gross, exdirector general de PIMCO y socio actual de Janus Capital, advirtió que la clave para determinar cuándo terminará el mercado alcista está en el rendimiento del bono del Tesoro de Estados Unidos a 10 años: “Si se rompe el límite de 2.6 por ciento hacia arriba, esto significa que ha iniciado un mercado bajista secular”.
Desde su punto de vista, esto modificaría el curso de las expectativas de alzas de tasas de interés de la Reserva Federal, generaría una venta masiva de bonos del Tesoro y por ende (está fuertemente correlacionado) una venta masiva en el mercado de acciones.
La nota fue escrita hace una semana, pero el pronóstico se cumplió ayer. El bono del Tesoro a 10 años rompió la línea de rendimiento de 2.6 por ciento, lo que podría dignificar un punto de inflexión en la economía global. Desde 1987, la tasa de rendimiento de este activo ha presentado una tendencia a la baja.
México no está listo
El economista de la Universidad de California Berkeley, Barry Eichengreen, quien fungió como asesor en jefe de política económica para el Fondo Monetario Internacional, escribió para Project Syndicate que, por razones políticas y económicas, Estados Unidos no está preparado para enfrentar una recesión. El marco macroeconómico y la falta de capital político neutralizan la capacidad de la administración de Trump de implementar una política clásica de reacción: recorte de impuestos, aumento del gasto público, reducción de las tasas de interés y un soporte adicional a las transferencias de la red de seguridad social.
Si el panorama de Estados Unidos luce sombrío, la perspectiva para México es desoladora. El país está atado de manos por los altos niveles de deuda pública, por una elección presidencial polarizada y por la amenaza que representa la posible terminación del TLCAN para el modelo de crecimiento e industrialización de México.
El 2018 no será un año fácil.