La trampa de longevidad

Las pensiones, dice un artículo de opinión del Financial Times, son como la muerte: asuntos serios, pero cuyas soluciones se dejan para otro día.

A los gobiernos no les gusta pensar en ello. Son el talón de Aquiles de países que se vuelven ricos y buscan dar a sus ciudadanos mejor calidad de vida, independientemente de su situación laboral. Y son el próximo gran problema que caerá sobre la economía mundial.

Algo se debe hacer a pesar de que la reducción de los beneficios, o la mera invocación de ello, es capaz de acabar con gobiernos electos.

Eduardo Flores Eduardo Flores Publicado el
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Años en promedio vivirán jubilados los adultos en Francia.
La brecha natural que debería haber entre el número de trabajadores y pensionados se ha reducido. En países como Italia y Alemania hay aproximadamente un pensionado por cada tres trabajadores.
"Un principio antiguo es que no tienes que ganar de la misma manera que perdiste".
Warren BuffetInversionista

Las pensiones, dice un artículo de opinión del Financial Times, son como la muerte: asuntos serios, pero cuyas soluciones se dejan para otro día.

A los gobiernos no les gusta pensar en ello. Son el talón de Aquiles de países que se vuelven ricos y buscan dar a sus ciudadanos mejor calidad de vida, independientemente de su situación laboral. Y son el próximo gran problema que caerá sobre la economía mundial.

Algo se debe hacer a pesar de que la reducción de los beneficios, o la mera invocación de ello, es capaz de acabar con gobiernos electos.

En muchos casos, las pensiones representan el gasto más grande del gobierno.

Dependiendo el gobierno, las pensiones públicas pueden ser de dos tipos: financiado o no financiado.

Los programas financiados consisten simplemente de aportaciones que se descuenta a los trabajadores a lo largo de su vida laboral.

Un ejemplo son las AFORES en México, programas en los que por ley tanto el trabajador como la empresa tienen que hacer aportaciones para generar ahorro.

El segundo tipo es el más común y más peligroso. El gobierno paga pensiones a los jubilados con los impuestos que recauda. Los sistemas, pay-as-you-go, que significan “paga mientras ganas” son un tipo especial de esto que es una especie de hibrido, en el cuál se deduce una cantidad de los trabajadores para pagar por los retirados del sistema.

En teoría, el programa es sustentable pues más personas están trabajando y pagando impuestos en cualquier momento del tiempo, lo que paga por los pocos retirados.

El sistema funciona especialmente en países jóvenes y emergentes, situación en la que estaban muchos países que hoy son considerados en desarrollo. 

Más años de vida

El problema que se vislumbra pronto consiste en que la muerte se ha retrasado y la tasa de fertilidad reducido.

En 1960, los británicos morían a los 65 años en promedio. Gracias a los avances médicos, hoy pueden llegar más allá de los 74 años.

En 1970, el típico francés en edad para retirarse podía aspirar a vivir 10 años más allá de su jubilación, hoy vivirá, en promedio, 23 años más.

La historia es similar en todos los países del mundo. La esperanza de vida ha incrementado casi de manera equivalente.

Esto ha significado que la brecha natural que debería haber entre el número de trabajadores y pensionados se ha reducido. En los países más viejos, como Italia y Alemania, hay aproximadamente un pensionado por cada tres trabajadores.

Resulta obvio que es insostenible que los jóvenes, que además cada vez son menos, pagarán la factura de personas por más años.

Si estuviéramos creando los sistemas de retiro hoy en día y usáramos las mismas tasas de mortalidad para definir la edad del retiro que se usó en los 60, los franceses tendrían que trabajar hasta los 73 años y los estadounidenses hasta los 74, a diferencia de los 62 y 65 años actuales, respectivamente.

En promedio, hoy los europeos pasan nueve años más en calidad de jubilados que al inicio de los programas de retiro.

Modificaciones urgentes

Las presiones presupuestales han hecho que, a pesar de ser medidas impopulares, los gobiernos busquen reducir o cambiar las reglas de las pensiones, con el fin de garantizar el funcionamiento del sistema más tiempo.

En Estados Unidos, incluso los planes más pequeños de retiro, que son financiados por los estados, tienen que llenar pronto una brecha inmensa.

Se estima que la diferencia entre los beneficios que se prometen a los retirados públicos y lo que hay en los fondos para pagarlo es de aproximadamente 4 billones de dólares.

No solo los países ricos sufren el problema de las pensiones generosas.

La presidenta de Brasil, Dilma Rouseff, ha usado su preciado capital intentando desarmar lo que The Economist llama, “una bomba de tiempo”.

Gastando 13 por ciento del PIB en pensiones, más que cualquier otro país del G7, Brasil está ante una situación precaria.

El proyecto de ley de la presidenta consiste en limitar los beneficios de los trabajadores a máximo 2 mil 150 dólares aproximadamente, lo que a largo plazo le ahorraría millones al gobierno y que  representa un pago generoso a comparación con otros países similares.

Según un reporte de la OCDE, 28 de sus 34 miembros tienen planes similares para limitar el gasto de las pensiones, incluyendo incrementar la edad de retiro.

La única excepción parece ser Francia, en donde el recién electo presidente François Hollande quiso ganar unos puntos de popularidad al proponer reducir la edad de retiro a los 62 años. 

Esto puede ser popular en el corto plazo, pero tiene poco sentido económico, como comer comida que no es saludable.

Parece ser que los franceses deciden postergar la imperiosa necesidad de pensar en la muerte y las pensiones. El mundo no se puede dar tal lujo.

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