No tiene mucho que la lencería femenina se convirtió en uno de los iconos más claros de expresión de la mujer. Estas prendas han formado parte de los momentos claves en la historia de ellas y su lucha por la igualdad de género y el desarrollo de cambios socioculturales.
Los productores y confeccionistas saben que para la mujer la ropa interior ocupa un lugar muy importante dentro de sus prioridades de consumo, ya que los ha ayudado a definir los índices de compras y de comportamientos que tienen frente a este mercado.
Paola Alonso, creadora de la marca de ropa interior Alhandmade, comenta que al darle importancia al tipo de lencería que van a usar las mujeres significa que buscan entender su cuerpo, sentirse seguras y despertar el amor propio.
Al momento de comprar, los pantalones de mezclilla son los favoritos de los mexicanos, seguidos de las camisas y blusas, de acuerdo con la encuesta sobre hábitos de consumo en prendas de vestir de Mercawise.
En tercer lugar está la ropa interior, que tiene un valor de mercado anual de 320 millones de dólares.
Algunos de los desafíos a los que se enfrenta la corsetería femenina están relacionados a entender las necesidades y gustos que las mujeres van desarollando, pues solo a través de ellos se pueden lograr avances que se amolden no solo a sus expectativas, también a los cambios que se van suscitando.
Pepe Zaga, CEO de la marca de lencería mexicana Vicky Form, comparte que la ropa interior también es una herramienta de seducción parte del ser humano.
Transformación de la industria de la lencería
Las mujeres en los países en desarrollo están experimentando las últimas tendencias, poco a poco moldean su perspectiva para aceptar la ropa interior como un asunto casual, se toman el tiempo para elegir y hacer una compra.
Bajo las condiciones que existen de por medio para quedarse con una de estas prendas, los productores intentan abordar de una forma interdisciplinaria el conjunto tanto de materias primas, diseños, avances tecnológicos, estrategias de comunicación y publicidad.
Pepe Zaga comenta que 2019 ha sido un año lleno de cambios en México, en el que la publicidad de lencería se ha visto castigada, ya que las consumidoras están más limitadas en sus ingresos por lo que eligen con más cuidado.
“La gente está cuidando cómo y en qué gasta. Una mujer mexicana en promedio compra entre 1.5 y 2 brasieres al año”, comparte Zaga.
Las tiendas físicas en algún momento fueron el éxito y el medio para vender lencería, pero con la llegada de las plataformas digitales este mercado fue cambiando al grado de que algunas marcas reconocidas se vieron en la necesidad de cerrarlas.
En el tercer trimestre de 2018, el grupo L Brands, al que pertenece Victoria’s Secret, registró pérdidas de 41.1 millones de dólares, cifra que equivale a una baja de 0.6 por ciento en la facturación, debido a que el costo de la producción también aumentó un 13.3 por ciento. Esta situación obligó a la marca a cerrar 53 tiendas en Estados Unidos.
Las ventas en línea son los principales canales de distribución mundial de lencería.
Los teléfonos inteligentes entre la población joven también impulsan el segmento del comercio electrónico promoviendo así las ventas minoristas.
Se espera que el mercado global de lencería genere ingresos de cinco mil 15 millones de dólares para finales de 2024, de acuerdo con el último informe Mercado de lencería por producto, de Zion Market Research.
Paola Alonso comenta que, hoy más que nunca, las mujeres se interesan más en comprar lencería. sobre todo en un contexto social que ha sido complicado para ellas.
“Hay más apertura social, muchas mexicanas están tomando el control sobre sí mismas desde cómo actúan, piensan, visten, hasta como se relacionan”.