La primera licitación de la reforma energética no recibió la respuesta esperada por el Gobierno. Desde el inicio de la transmisión ayer por la mañana se dio a conocer que tan sólo 9 de las 25 empresas o consorcios participantes presentaron propuestas económicas para los bloques que se licitaron.
De los 14 bloques disponibles para los inversionistas, tan sólo dos fueron adjudicados al mismo consorcio conformado por la mexicana Sierra Oil & Gas, la estadounidense Talos Energy y la británica Premier Oil.
En otras palabras, México adjudicó tan sólo el 14 por ciento de los bloques de la licitación, muy por debajo de las expectativas del Gobierno Federal.
La Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH) había establecido previamente que, de acuerdo a experiencias internacionales, se podría considerar la licitación como un éxito si se licitaban entre el 30 y 50 por ciento de los bloques. Esto hubiera requerido cuando menos 4 adjudicaciones de las 14 disponibles.
“Nos quedamos por abajo de la meta de 30 por ciento, pero es un paso firme. Hay que reconocer que este primer paso no tuvo el impulso deseado”, dijo Juan Carlos Zepeda, presidente de la CNH.
Los gigantes petroleros como Chevron y Exxon Mobil ni siquiera quisieron participar en la licitación a pesar de que ya habían otorgado garantías de seriedad y habían sido precalificadas por las autoridades.
La mayoría de los bloques que quedaron desiertos no tuvieron algún tipo de propuesta y tan sólo tres bloques no se licitaron porque los participantes no alcanzaron la oferta económica mínima establecida por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
Las propuestas
Empresas o consorcios que realizaron propuestas:
> Statoil
> Ente Nazionale Idrocarburi (ENI)I en consorcio con CASA Exploration
> ONGC Videsh
> Sierra Oil & Gas en consorcio Talos Energy y Premier Oil.
> Hunt Overseas
> Atlantic Rim
> E&P Hidrocarburos y Servicios en consorcio Pan American Energy
> Murphy en consorcio Petronas
> Cobalt Energy
¿Apuesta fallida?
El poco interés que mostraron los inversionistas en México corresponde, sobre todo, a un entorno macroeconómico complicado.
Desde hace un año el precio del barril de petróleo ha perdido alrededor del 50 por ciento de su valor por un exceso en la oferta fomentado por la revolución shale en Estados Unidos.
Lo anterior ha provocado que la mayoría de las empresas petroleras en el mundo reduzcan sus planes de inversión.
A esto se le debe agregar los altos niveles de volatilidad en los mercados que trajo consigo la crisis financiera de Grecia y la inevitable alza de tasas de interés de la Reserva Federal de los Estados Unidos.
En consecuencia, la aversión al riesgo ha crecido y los países más afectados son las economías emergentes como México.
Por si no fuera suficiente, el pacto nuclear de esta semana entre las potencias occidentales e Irán abrió las puertas del mercado energético de ese país a los inversionistas extranjeros, lo que significa más competencia para la reforma energética.
Si bien este tipo de complicaciones no son un producto de la política nacional, el Gobierno está obligado a tomar medidas de contingencia.
La gran promesa económica del sexenio de la actual administración es la reforma energética. El proceso de licitación de ayer dejó en claro que este no es el mejor momento para la apertura y que las inversiones multimillonarias tardarán más tiempo de lo esperado en llegar.
Mientras tanto, el país se queda a la espera de un plan de acción alternativo.