Los alquimistas
WASHINGTON.– El rescate de Chipre, si se lo puede llamar así, presentó todas las características de la respuesta estándar de Europa a su crisis económica. El melodramático rescate de último momento fue complicado, polémico y controvertido.
Se tomaron decisiones que, por el momento, impiden que los problemas de Chipre se propaguen a los otros 16 países de la zona del euro.
Robert Samuelson
WASHINGTON.– El rescate de Chipre, si se lo puede llamar así, presentó todas las características de la respuesta estándar de Europa a su crisis económica. El melodramático rescate de último momento fue complicado, polémico y controvertido.
Se tomaron decisiones que, por el momento, impiden que los problemas de Chipre se propaguen a los otros 16 países de la zona del euro.
Pero esas medidas podrían empeorar las cosas en el largo plazo. Nadie que haya leído el espléndido libro nuevo de Neil Irwin titulado “The Alchemists: Three Central Bankers and a World on Fire”(Los alquimistas: tres presidentes de bancos centrales y un mundo en llamas), se sorprenderá.
La mayoría de las versiones han tratado la crisis principalmente como un asunto norteamericano. Irwin abandona esa convención reconociendo que es un acontecimiento global y concentrándose igualmente en los trastornos europeos.
El título se refiere a los químicos y farsantes medievales, que trataron de convertir materiales cotidianos en oro y plata.
Soluciones desesperadas
Los alquimistas modernos de Irwin dirigen la Reserva Federal, el Banco Central Europeo (BCE) y el Banco de Inglaterra.
Pero también podría haber titulado su libro “Los improvisadores”, puesto que la manera en que han reaccionado a los trastornos actuales ha sido la improvisación. (Revelación: Irwin, columnista del Washington Post, es colega mío.)
En cada etapa, sus soluciones han sido improvisadas, apresuradas y a veces desesperadas. Las diversas políticas a menudo arreglan problemas inmediatos, pero amenazan con causar —o parecen amenazar— problemas mayores futuros.
El objetivo constante, como lo demuestra Irwin, ha sido impedir un colapso del sistema financiero global, que podría hundir la economía mundial en una genuina depresión. Todos adoptan ese objetivo; pero las respuestas a menudo han sido convenientes para el momento e incoherentes.
Sin duda, este veredicto puede aplicarse al caso de Chipre. La amenaza fue que Chipre se vería forzado a abandonar el euro y que su salida desencadenaría un contagio.
Los ahorradores de otras partes, los candidatos obvios eran Italia y España, retirarían sus euros para impedir que se los convirtiera a una moneda nacional más barata.
De esa manera, Chipre adquirió una importancia mucho mayor que su diminuto tamaño. Simbolizó la voluntad de otros países de la zona del euro de defender la moneda. He aquí la causa.
Si no se hubiera recapitalizado a los bancos de Chipre, ahogados en pérdidas, éstos habrían tenido que cerrar.
Sin crédito, las empresas no hubieran podido pagar sus cuentas. Sin el rescate de 10 mil millones de euros (13 mil millones de dólares), el gobierno hubiera entrado en incumplimiento de pagos de sus deudas.
La única alternativa práctica habría sido echar por la borda el euro y resucitar su propia moneda, que Chipre podría haber emitido en cantidades ilimitadas.
Pero la cura es casi tan perniciosa como la enfermedad. Para recapitalizar los bancos, se ha obligado a los ahorradores con más de 100 mil euros (130 mil dólares), cantidad protegida por las garantías del gobierno, a sufrir grandes pérdidas. Es la primera vez que esto ocurre.
Hasta ahora, se ha protegido a los ahorradores de bancos débiles. Si los ahorradores de otras partes de Europa temen por sus fondos, el pánico tan temido podría meramente retrasarse. Y con el desempleo ya en un 14 por ciento, la economía de Chipre empeorará. Algunos pronósticos indican que se reducirá un 20 por ciento para 2015.
Comprando tiempo
La “alquimia” de los bancos centrales es que pueden crear tanto dinero como les plazca. La cuestión es si este poder puede movilizarse para estabilizar los mercados financieros y revivir las dolientes economías europea y norteamericana, o si los desesperados esfuerzos para hacerlo se hunden debido a la deuda elevada, demasiada “austeridad” o la incertidumbre sobre el crecimiento económico y la inflación.
Cada banco central ha “tomado medidas más allá de cualquier medida que hubiera considerado posible hace unos años”, escribe Irwin al final de su libro, bien escrito y exhaustivamente investigado.
La Reserva Federal ha echado billones de dólares a la economía de Estados Unidos mediante varios programas de “facilitación cuantitativa”.
El Banco de Inglaterra ha realizado esfuerzos parecidos. El BCE ha apuntalado los mercados financieros de Europa proporcionando cantidad de crédito barato y prometiendo, bajo condiciones específicas, comprar bonos de países asediados de la zona del euro.
El factor común de todas estas políticas es que, aunque no lo dicen, están comprando tiempo.
La esperanza es que en algún momento, la demanda económica de alguna parte, de los consumidores y las empresas de los países, de China, Alemania o quién sabe de dónde más, apoyen recuperaciones que se sustenten a sí mismas.
Mientras tanto, cuanto más persistan las economías débiles y el desempleo, más se verá el cambio de poder, en los países democráticos, en formas no democráticas.
Se ha trasladado a los volátiles mercados financieros y bancos centrales, con funcionarios no electos.
El BCE en particular, relata Irwin, ha negado asistencia hasta que los gobiernos han hecho sus ofertas. Eso no puede ser sano, aunque los funcionarios electos a menudo parecen paralizados porque o bien no saben qué hacer o carecen de consenso para actuar.
Hasta ahora, la improvisación ha evitado lo peor. Quizás no pueda hacerlo siempre.
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Sobre Irwin
Neil Irwin es autor
y colaborador en
The Washington Post
Glosario
- Relajación
cuantitativa
Programa de expansión monetaria por el cual el banco central compra activos en los mercados, con el fin de propiciar liquidez.