El futuro económico inmediato de México no será dirimido en la mesa de negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) o en el gabinete del presidente Enrique Peña Nieto. En última instancia, la dinámica de la economía mexicana en el mediano plazo dependerá del rumbo que pueda tomar la política comercial de la administración de Donald Trump.
La división política e ideológica al interior de la Casa Blanca determinará en gran medida el nivel de integración de la economía mexicana con la economía estadounidense.
Huelga decir que el modelo de industrialización y desarrollo de México está cimentado en una plataforma competitiva de exportación de manufacturas cuya renta equivale al 38.16 por ciento del producto interno bruto. Con una ventaja geográfica privilegiada, la política económica mexicana se diseñó en función de la premisa de que el acceso al mercado estadounidense, el más grande del mundo, permanecería abierto.
Hoy ese supuesto está en tela de juicio. Por eso resulta fundamental entender cómo se toman las decisiones al interior de la administración de Donald Trump y quiénes son las figuras clave en el diseño e implementación de la política económica, particularmente la política comercial.
La influencia de Lighthizer
En medio de la renegociación del TLCAN y una renovada retórica de agresividad económica contra China, Robert Lighthizer emerge como una voz cada vez más relevante en el gabinete económico del presidente.
Las condiciones políticas han provisto al titular de la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos (USTR, por sus siglas en inglés) de una influencia considerable.
En primera instancia, es el único de los seis funcionarios de más alto perfil del USTR que ha sido confirmado por el Senado. El despacho a su cargo, responsable de la negociación de todos los acuerdos comerciales que pretenda suscribir o ratificar Estados Unidos, tiene vacantes tres puestos de subdirector del USTR (incluido el puesto del jefe de la misión comercial en Ginebra), la posición de negociador agrícola en jefe y la posición de negociador en jefe de innovación o propiedad intelectual.
En segunda instancia, Lighthizer cubre un espacio político que han liberado miembros de la administración de Trump que están identificados con la corriente del nacionalismo económico. Steve Bannon, exjefe de estrategia de la Casa Blanca, dejó su puesto el mes pasado. Asimismo, el portal Politico reporta que Peter Navarro, el director del recién creado Consejo Nacional de Comercio, estaría cerca de dejar su puesto. “A nadie le importa lo que Navarro tiene que decir, mas que a Trump”, aseguró una fuente con conocimiento de las reuniones de política económica en la Casa Blanca. “Ante la salida de Bannon, todos miran su reloj cuando (Navarro) comienza a hablar”, agregó.
En tercera instancia, Lighthizer cuenta con un perfil tecnocrático que no necesariamente ha implicado una confrontación directa con la visión comercial que ha proyectado el presidente Trump hacia su base política. A diferencia de Gary Cohn, el expresidente de Goldman Sachs que funge como director del Consejo Económico Nacional, Lighthizer no es referido como uno de los globalistas que intentan defender el status quo.
El titular del USTR ha respaldado públicamente el enfoque transaccional del presidente Trump y su intención de modificar el sistema comercial multilateral para favorecer relaciones bilaterales en las que Estados Unidos pueda ejercer mayor influencia.
La nueva voz de Trump
Esta semana, Lighthizer ofreció el discurso más sustantivo desde que asumió como representante comercial de Estados Unidos. Esencialmente, defendió la visión de Trump, Bannon y Navarro de que el modelo económico de China representa una “amenaza sin precedentes” que el actual sistema comercial multilateral no está listo para sortear.
Más allá de un enfrentamiento con la segunda mayor economía global por temas de propiedad intelectual y subsidios cruzados, el mensaje de Lighthizer refrendó la importancia que tienen los déficits comerciales para esta administración y su poca confianza en un sistema que pone a la Organización Mundial del Comercio (OMC) al centro: “Existe una creciente sensación de que el sistema que se ha desarrollado en los últimos años no ha sido (positivo) para los trabajadores ni para la industria manufacturera estadounidense y necesitamos cambiar eso. La política comercial va a cambiar”.
El consenso de analistas argumenta que el sistema de reglas basado en las provisiones legales de la OMC representan el último blindaje de la economía mexicana en caso de que se desmantele el TLCAN. Sin este andamiaje jurídico, México estaría expuesto a la posibilidad de que Estados Unidos implemente tarifas arancelarias sin restricciones, lo que tendría consecuencias económicas de proporciones catastróficas para la manufactura mexicana.
Roger Stone, un asesor de campaña de Donald Trump, dijo al portal Politico que Navarro es de los pocos funcionarios que refrendan la visión de mundo del presidente: “Trump y Navarro podrían ser los únicos que realmente quieren renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Todos los demás consideran que es un proceso de trámite de una promesa de campaña”.
Si se capitaliza la salida de Navarro, Lighthizer podría monopolizar la atención del presidente Trump en materia de política comercial.
Su discurso refleja las filias y fobias de la postura económica de esta administración. Es a él a quien deberá convencer el gobierno mexicano.