Recuerdo perenne
● La más grande pasión de la marquesa fue dejar huella eternal. Mediante la búsqueda de talentos jóvenes y artistas de vanguardia, Casati realizaba “comisiones para su inmortalidad”, que no eran otra cosa más que pagar por la elaboración de sus retratos en pinturas y esculturas con el fin de que las generaciones futuras no la olvidaran.
Adolescente y millonaria
● Luisa Casati nació dentro de una de las familias más adineradas de su tiempo y desde pequeña estuvo acostumbrada a una vida de lujos. Al cumplir los 15 años de edad heredó una fortuna con la muerte de sus padres. En ese momento, junto con su hermana Francesca, llega a ser reconocida como una de las mujeres más ricas de toda Italia.
Sus amados invitados
● En las fiestas que ofrecía, los sirvientes realizaban su trabajo desnudos y pintados de dorado. A la mesa se sentaban, junto a los invitados, maniquíes de cera de los cuales existía rumores de que contenían las cenizas de sus amantes pasados. Su vida nocturna causó una gran impresión en diferentes personalidades famosas de la época como Pablo Picasso, Salvador Dalí y Coco Channel.
Mascotas exóticas
● Dentro de sus gustos peculiares, acostumbraba salir a pasear por la calle con sus imponentes mascotas: chitas con correas de diamantes, al mismo tiempo que portaba como accesorio una serpiente viva alrededor del cuello. Para completar su atuendo, solía caminar desnuda cubierta únicamente con pieles finas de animales.
Muerte de pobre
● En 1930, la deuda de Casati, que excedía los 25 millones de dólares, la llevó a la quiebra. Sus bienes fueron subastados y pasó sus últimos años de vida en la pobreza. Murió a los 76 años. Como resumen de una vida en búsqueda de la inmortalidad, en su epitafio se lee una cita de la obra de “Antonio y Cleopatra”, de William Shakespeare: La edad no puede marchitarla, ni la costumbre debilitar la versatilidad infinita que hay en ella.