El presidente Enrique Peña Nieto eligió como candidato del PRI a la presidencia a un personaje más relacionado con la función pública que con la política.
José Antonio Meade, una figura apartidista que sirvió como secretario de Estado durante la administración panista de Felipe Calderón, representa una selección inusual para los estándares electorales del PRI.
Sin embargo, el consenso de analistas argumenta que esta decisión trasciende la coyuntura política: es un reflejo de que el mayor interés de esta administración en la sucesión presidencial es, en primera instancia, asegurar la continuidad del proyecto reformatorio y, en segundo lugar, el modelo de apertura económica inaugurado hace tres décadas.
En ese sentido, el perfil de Meade emerge como una garantía implícita de que, en caso de ganar las elecciones, la política económica del Estado mexicano se mantendrá apegada a los lineamientos de la ortodoxia macroeconómica: estabilidad de precios, austeridad fiscal, objetivo de superávit fiscal primario como regla, laxos controles de flujos de capital y una banca bien capitalizada.
La formación y trayectoria de José Antonio Meade avalan su compromiso con un cuerpo de políticas públicas de corte conservador cuyos resultados presentan claroscuros.
Si bien, México se ha convertido en un referente de las economías emergentes en términos de estabilidad macroeconómica, las fallas en relación al bajo crecimiento, a la perpetuación de la pobreza estructural y al crecimiento de la brecha de desigualdad son evidentes.
Desde la derecha, los grupos afines a las políticas económicas que ha implementado el Estado mexicano en los últimos años argumentan que los periodos recesivos de la economía mexicana son resultado de fenómenos externos y no de desbalances internos, lo cual contrasta con lo que sucedió en las crisis de 1976, 1982, 1987 y 1994. El adagio de la ortodoxia macroeconómica, repetido una y otra vez, es que el tipo de cambio se volvió la variable de ajuste de la economía, lo cual evita choques inmediatos en la inflación y la producción.
Meade: figura medular
José Antonio Meade, un economista del ITAM con estudios de posgrado en la Escuela de Administración de la Universidad de Yale, ha sido una figura medular en el diseño de la política económica de los últimos dos sexenios, los cuales se han caracterizado por mantener un sesgo ortodoxo.
A partir del 2006, Meade se desempeñó como el coordinador de asesores del entonces secretario de Hacienda, Agustín Carstens. Dos años después, fue nombrado subsecretario de Ingresos de la dependencia. Desde esa trinchera, fue parte de uno de los funcionarios de alto perfil del gabinete económico que tuvo que enfrentar la Gran Recesión de 2009. Con la finalidad de reactivar la demanda agregada y aminorar el impacto de la desaceleración global, se implementó una política de gasto fiscal expansivo contracíclico.
Después de sortear lo que el presidente Felipe Calderón denominó como “una tormenta perfecta”, Meade inició su camino como “pentasecretario”: secretario de Energía y de Hacienda en la administración panista y secretario de Relaciones Exteriores, Desarrollo Social y nuevamente de Hacienda en la administración de Enrique Peña Nieto.
Los pendientes de Meade
Como uno de los principales arquitectos del marco de política fiscal y financiera del Estado mexicano, José Antonio Meade enfrenta cuestionamientos muy puntuales de los principales críticos de la política económica conservadora implementada en los últimos años.
La primera crítica alude a la incapacidad del Estado para utilizar el gasto público como un vehículo de crecimiento. En este sexenio se registra el menor gasto en infraestructura como proporción del producto interno bruto desde la década de los 30.
Esto está relacionado con la segunda crítica: pese al discurso de austeridad fiscal y estabilidad macroeconómica del gobierno, el fuerte incremento de la deuda pública, que en gran medida se ha utilizado para financiar gasto corriente, ha neutralizado la capacidad fiscal del Estado para hacer frente a un episodio de contingencia o para promover una política de gasto que estimule el crecimiento.
La tercera crítica hace referencia al diseño de una estructura de control de capitales que privilegia una apertura financiera excesiva. Esta condición ha llegado al grado de que, en episodios de estrés en los mercados globales, el peso ha fungido como un termómetro de riesgo altamente reactivo que exacerba el golpe de la depreciación.
José Antonio Meade Kuribreña, el tecnócrata por excelencia, es el perfil conservador más visible en una contienda electoral que promete ser una suerte de referéndum sobre el rumbo que ha tomado la política económica mexicana.
La trayectoria del candidato
1991:
Analista de la Comisión Nacional de Seguros y Fianzas
1997:
Director General de CONSAR
1999:
Secretario adjunto del IPAB
2000:
Director general de Banca de Ahorro de la SHCP
2002:
Director general de Banrural
2006:
Coordinador de asesores del secretario de Hacienda
2008:
Subsecretario de Ingresos de la SHCP
2011:
Secretario de Energía
2011:
Secretario de Hacienda
2012:
Secretario de Relaciones Exteriores
2015:
Secretario de Desarrollo Social
2016:
Secretario de Hacienda