Éste no es el mejor momento para el comercio mundial y la globalización.
El año pasado el valor total en dólares de la actividad comercial del mundo cayó 13.8 por ciento – su primera contracción desde el 2009. Al mismo tiempo, el proteccionismo se ha incrementado significativamente, en las palabras y en los hechos, en las mayores economías del mundo.
Pero en medio de este panorama pesimista, la revista The Economist señala que México sigue diferenciándose por su apertura e integración a la economía global, con beneficios estructurales tanto para las empresas como para los consumidores.
Para las grandes empresas como Bimbo, Gruma, o Cemex, la globalización ofrece mayores mercados y mayor competencia, impulsando su crecimiento e incentivando su eficiencia. Al mismo tiempo, los consumidores obtienen mejor acceso a una mayor diversidad de productos en una variedad de rubros con la entrada de productos y empresas extranjeros.
La apertura comercial de México no es una panacea, y expone al país a choques externos en un contexto de desaceleración económica global como el que sucede en la actualidad. Sin embargo, en el largo plazo el balance parece ser positivo para el país.
Apuesta a la apertura
La liberalización comercial de México se ha acelerado significativamente en las últimas tres décadas, impulsando el valor y volumen de las exportaciones e importaciones del país. Tan sólo desde el 2000 hasta el 2015, el crecimiento en el valor de la actividad comercial mexicana fue de casi 128 por ciento.
Este incremento se ha reflejado en una participación cada vez mayor de las importaciones y exportaciones en relación a la economía mexicana; en total éstas equivalen al 66 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) del país, según cálculos del Banco Mundial. En comparación, en Brasil, la mayor economía de Latinoamérica, este monto equivale sólo al 26 por ciento del PIB.
Este incremento no ha sido un mero resultado de fuerzas externas, como la reintegración de China a la economía global, sino que se trata de una apuesta por parte del gobierno mexicano a un modelo económico fuertemente enfocado hacia las exportaciones.
El mayor ganador en esta apuesta ha sido el sector manufacturero, sobre todo en lo referente al sector automotriz.
Según Deloitte, una de las mayores empresas de servicios profesionales, México es actualmente la octava economía manufacturera más competitiva a nivel global. En 2013 el país ocupaba el doceavo lugar de la lista, y para el 2020 se prevé que el país escale un peldaño más.
México ya es el séptimo mayor productor de automóviles del mundo, según cifras de la Organización Internacional de Constructores de Autos (OICA, por sus siglas en francés), y la consultora IHS Automotive prevé que para el 2020 se convertirá en el secto mayor.
El incremento en la actividad comercial se mantiene a través de los 44 acuerdos de liberalización comercial que el país sostiene – un récord a nivel mundial. El más protagónico entre estos es el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) celebrado con Estados Unidos y Canadá, a donde se destina más del 80 por ciento de las exportaciones mexicanas y de donde provienen más de la mitad de las importaciones del país.
Riesgos externos
Sin embargo, el modelo de crecimiento enfocado en las exportaciones tiene sus riesgos.
Al volverse una parte significativa de la actividad económica nacional dependiente sobre la demanda externa, el país es impulsado cuando el desempeño de sus socios comerciales es positivo. Pero cuando éstos se enfrentan a problemas, el choque se magnifica dentro de México.
En ese sentido, no es coincidencia que la debilidad del mercado externo sea destacado como el principal obstáculo para el crecimiento económico mexicano en la más reciente encuesta de especialistas en economía del sector privado realizada por el Banco de México (Banxico).
A inicios del año pasado, sólo el 7 por ciento de las respuestas en la encuesta de Banxico señalaban este factor como el mayor obstáculo, mientras que en febrero del 2016 esto se incrementó hasta el 26 por ciento.
Por otro lado, aún en tiempos de bonanza para las exportaciones la liberalización comercial es un arma de doble filo.
Al mismo tiempo que los productos mexicanos ganan acceso en el exterior, los productos extranjeros ganan terreno en México. Esto puede abaratar los precios para los consumidores, pero tiene un efecto negativo sobre el crecimiento económico y por ende sobre el empleo mexicano.