La economía más grande de América Latina está desacelerándose.
Según estimaciones, este año y el próximo México crecerá al doble de Brasil, el país que hasta hace poco parecía invencible.
Una serie de obstáculos competitivos se interponen entre el crecimiento potencial, que según algunas estimaciones puede ser de al menos 4 por ciento, y la tasa esperada de 1.5 por ciento para este año. Entre ellos una baja competitividad de su fuerza laboral.
Por ejemplo, la calidad educativa en primaria es todavía peor que en México, al estar en el lugar 128 a nivel mundial, según el Foro Económico Mundial. La educación matemática y de lectura se sitúa en la posición 132.
Además, la economía de Brasil se encuentra ampliamente ligada con China, al depender fuertemente de sus exportaciones de materia prima al gigante asiático.
Sin embargo, la desaceleración china y la mayor competencia en materias primas, proveniente de países africanos, han golpeado fuertemente a las exportaciones cariocas.
El 30 por ciento del etanol, un combustible derivado del maíz, se produce en Brasil. Además, casi es el productor más grande (por amplios márgenes) del jugo de naranja y café que se consumen en el mundo.
El mineral de hierro, usado para producir acero, es otra materia de vital importancia de la economía.
Por lo tanto, el alza de Brasil como país económicamente fuerte puede trazarse directamente a los precios de las materias primas que exporta, y que en los últimos años estuvieron incrementando.
El fin de la bonanza
Quizás es por el optimismo que los inversionistas depositaron en Brasil o por los problemas económicos en todo el mundo pero los capitales, hasta hace poco, estuvieron entrando a raudales, apreciando fuertemente su moneda nacional.
A su sector manufacturero exportador esto no le ayudó, pues encareció sus productos en relación a otros competidores. Desde el 2008 las exportaciones manufactureras cayeron, de representar un 23 por ciento del PIB, a aproximadamente 15 en 2012.
No obstante, el gobierno también tiene su dosis de culpa.
Según el Reporte de Competitividad del Foro Económico Mundial, los aspectos más retrasados de Brasil se encuentran en su burocracia.
Los cuatro factores que más afectan a los negocios, según el organismo son: la regulación impositiva, la infraestructura poco adecuada, las altas tasas de impuestos y una burocracia ineficiente.
Pero más que simplificar su sistema fiscal e impulsar la creación de empresas, el gobierno central ha optado por virar al otro lado: apostando por mayor proteccionismo y ayuda a sectores ya establecidos.
En mayo de 2012, el gobierno de Dilma Rouseff anunció un estímulo de casi mil millones de dólares, la mayoría de ello consiste de recortes impositivos para la industria automotriz.
Ante resultados menores a los esperados y más problemas inflacionarios, en agosto se anunció una segunda ronda de estímulos que costaría hasta 66 mil millones de dólares a lo largo de los próximos cinco años.
El Banco Central de Brasil también ha estado frenéticamente reduciendo tasas de interés, con pocos resultados positivos que presumir, y en cambio una persistente inflación.
Petrobras bajo presión
Pero incluso el modelo de su empresa paraestatal petrolera, tan aclamado por países como México, y del que hemos hablado en este espacio, parece estar topándose con la administración publica.
Los tiempos difíciles en la hacienda publica y la economía están obligando a que el ejecutivo federal, liderado por Dilma Rouseff, ejerza presión sobre la paraestatal para construir proyectos que están lejos de ser óptimos.
La nueva dirigente de Petrobras, Maria das Gracas Silva Foster, no es una política de carrera, sino ingeniera, lo que ha complicado aún más el proceso de negociación con el gobierno.
El contexto luce difícil para el país que algún día fue ejemplo de orden y progreso, como se lee en su bandera.
Depende de los ojos con los que se mire, ello podría ser una oportunidad o peligro para México.
Estamos en posición para ejercer liderazgo económico de América Latina, pero bajo el riesgo de convertirnos en país preferido de los inversionistas, puede traer consigo una fuerte apreciación con todos los riesgos que ello implica.
Conexión con China
Desde hace relativamente poco, Brasil no había volteado al pacífico para hacer negocios.
Pero tras una serie de replanteamientos en materia económica, la histórica relación de China con África, Europa y Estados Unidos se vio intercambiada por una prioridad hacia Brasil.
Como pocos otros en el continente, Brasil se ha integrado con China de una manera significativa. Y aunque las exportaciones a China siguen creciendo, se han desacelerado.
La última tasa de crecimiento de 10.5 por ciento, según el Ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior, es la menor en años recientes.
Esta tasa esconde problemas mayores. Sin el incremento de 127 por ciento en soya, el crecimiento hubiera sido un alarmante 6 por ciento negativo.
Las exportaciones de petróleo y mineral de hierro, que componen el 50 por ciento del total, cayeron significativamente.
Lo anterior es porque China se ha desacelerado, y porque ha encontrado nuevos socios en África y otros países de América Latina. Aún así, la integración comercial es formidable y, por lo pronto, seguir de cerca a la economía brasileña implica, como en el caso de México y su vecino, seguir también a la china.