Los dos perdemos
En términos económicos, probablemente no existe una relación más asimétrica entre países vecinos que la de México y Estados Unidos. Ello ayuda a explicar la marcada postura de animadversión de la administración de Donald Trump hacia México.
La dependencia de la economía mexicana respecto al mercado estadounidense es un factor que ofrece influencia a los funcionarios de la administración de Trump en la renegociación de la relación bilateral.
Rodrigo Carbajal
En términos económicos, probablemente no existe una relación más asimétrica entre países vecinos que la de México y Estados Unidos. Ello ayuda a explicar la marcada postura de animadversión de la administración de Donald Trump hacia México.
La dependencia de la economía mexicana respecto al mercado estadounidense es un factor que ofrece influencia a los funcionarios de la administración de Trump en la renegociación de la relación bilateral.
El 80 por ciento de las exportaciones mexicanas se destinan a Estados Unidos. Éstas representan alrededor de un cuarto del producto interno bruto del país.
Además, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) es el instrumento que ha permitido anclar inversiones significativas en México. Este acuerdo comercial representa la base del modelo de desarrollo económico del país: el sector exportador crece de manera consistente y se moderniza para competir a nivel global.
En México, existe un consenso casi absoluto de los beneficios que el TLCAN representa para el país.
En Estados Unidos, la agenda del presidente Donald Trump ha delineado una narrativa diametralmente opuesta. Bajo la óptica del nuevo gobierno, el déficit comercial de más de 60 mil millones de dólares que Estados Unidos mantiene con México es razón suficiente para descalificar al TLCAN como un acuerdo fallido.
Esta visión omite el hecho de que, cada año, Estados Unidos exporta a México bienes valuados en 236 mil millones de dólares. La cifra ha crecido de manera exponencial desde que el TLCAN entró en vigor en 1994.
El discurso del presidente Trump ha reiterado que la tercerización de empresas de manufactura a países con bajos costos laborales es la razón de la sangría de empleos del sector secundario en Estados Unidos.
Cifras oficiales muestran que en los primeros 16 años del TLCAN se perdieron casi 700 mil empleos.
El problema de esta aseveración es que no toma en cuenta el papel que han jugado la automatización de la manufactura y la entrada de China a la Organización Mundial de Comercio (OMC) en 2001 en la pérdida de empleos estadounidenses.
De acuerdo al Foro Económico Mundial, entre 1997 y 2007, el 86 por ciento de los empleos desplazados en Estados Unidos fueron eliminados por el cambio tecnológico.
Además, el aumento de las exportaciones mexicanas como proporción de las importaciones totales de Estados Unidos está correlacionada de manera positiva con un incremento o mantenimiento del nivel de empleo manufacturero en ese país. En cambio, el deterioro laboral del sector secundario se vuelve patente a partir del 2001, cuando China fue aceptada por la OMC.
Los costos de la derogación
Aún si la administración de Trump se abstiene de imponer un impuesto de ajuste fronterizo del 20 por ciento a las importaciones provenientes de México, la derogación del TLCAN tendría efectos negativos para la economía estadounidense.
El consenso de analistas argumenta que Estados Unidos tiene mucho que perder aún si el país no entra en una guerra comercial.
Christopher Wilson, del Mexico Center del Woodrow Wilson Center for Scholars, estima que cinco millones de empleos americanos dependen del comercio con México. El TLCAN estipula que al menos el 40 por ciento del contenido de una exportación manufacturera deberá estar hecho en la región de América del Norte. En el caso de la industria automotriz, la joya de la corona del TLCAN, el nivel es de 62.5 por ciento.
Esto implica que un producto terminado de manufactura cruza la frontera entre México y Estados Unidos en múltiples ocasiones antes de llegar al consumidor final.
Por otra parte, la alta competitividad de los productores de la región ofrecen bienes a precios bajos para el consumidor estadounidense. El grueso de los economistas coincide en que una escalada en las tensiones arancelarias entre México y Estados Unidos se traduciría en un alza significativa en el nivel de precios en ambos lados de la frontera. México exporta bienes y servicios a Estados Unidos por 295 mil millones de dólares al año.
Guerra y recesión
La tensión en la relación bilateral ha llegado a niveles sin precedentes. En este contexto, una guerra comercial emerge como un riesgo latente.
En ese sentido, Michael Shifter, presidente de Diálogo Interamericano, dijo a la agencia Bloomberg: “Existe un riesgo real de que las cosas se salgan de control”.
Si el gobierno estadounidense implementa una medida parecida al impuesto fronterizo de 20 por ciento al que han hecho referencia altos funcionarios de la administración, esto representaría una violación flagrante a las reglas de la OMC, lo que sentaría las bases para una guerra comercial.
Lindsey Graham, senador republicano por Carolina del Sur, declaró: “Cualquier tarifa que pudiéramos imponer, ellos también podrían hacerlo”.
Las perspectivas de este escenario son apocalípticas. Jason Marczak, director de la Iniciativa para el Crecimiento de América Latina del Atlantic Council, augura que Estados Unidos enfrentaría una “recesión increíble”.
Para México, las consecuencias serían aún más graves, considerando la dependencia del país del TLCAN y la condición de debilidad que ha mostrado la economía mexicana en los últimos meses, la cual contrasta con la robustez de la economía estadounidense.
Paradójicamente, una guerra comercial aumentaría el flujo migratorio de México hacia EU.