Tratado a revisión
A pesar de que la administración de Donald Trump aún no pone las cartas sobre la mesa, el gobierno mexicano ya está dando por hecho de que se reabrirán las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
La Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) y la Secretaría de Economía (SE) anunciaron ayer que se inic
Rodrigo Carbajal
A pesar de que la administración de Donald Trump aún no pone las cartas sobre la mesa, el gobierno mexicano ya está dando por hecho de que se reabrirán las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
La Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) y la Secretaría de Economía (SE) anunciaron ayer que se iniciará un periodo de consulta de 90 días con el sector privado y con otros actores relevantes para delinear los parámetros de revisión del TLCAN.
El futuro del acuerdo comercial que sostiene el único componente de la economía mexicana que crece y se moderniza de manera consistente está rodeado de un halo de incertidumbre.
Las intervenciones públicas del presidente Trump y de su gabinete económico han puesto de relieve que la prioridad de política pública será reducir el déficit comercial de 60 mil millones de dólares que mantiene Estados Unidos con México. El instrumento para cumplir este objetivo, desde la óptica del gobierno estadounidense, sería reabrir el TLCAN a una nueva ronda de negociaciones.
Sin embargo, aún no existen pronunciamientos claros, ni de Estados Unidos ni de México, respecto al contenido de las negociaciones.
En comparecencia frente al Senado estadounidense, Wilbur Ross, el prospecto del presidente Trump para dirigir el Departamento de Comercio, dijo que la diferencia salarial de los trabajadores mexicanos y los trabajadores estadounidenses sería un tema prioritario en la conversación con México.
Más allá de esta declaración y del fiasco de comunicación que representó la supuesta amenaza de imponer un impuesto de 20 por ciento a las importaciones provenientes de México, el gobierno estadounidense no ha ofrecido claridad de qué es lo que quiere de esta negociación con México.
Analistas expresan que el interés de Estados Unidos incluye incrementar el nivel de contenido americano en las exportaciones mexicanas, así como un cambio en las políticas de regulación ambiental y de propiedad intelectual.
Esto ha abierto una ventana de ligero optimismo para México. El año pasado, la aprobación del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) se convirtió en la prioridad de la política comercial de la SE. En ese entonces, se argumentó que el TPP era el instrumento natural para modernizar el TLCAN.
El marco de este acuerdo multilateral estipulaba nuevos lineamientos que hacían referencia a algunas de las preocupaciones de los críticos estadounidenses del TLCAN. Por ello, el argumento de que las negociaciones comerciales entre México y Estados Unidos estaban prácticamente selladas ha ganado algunos adeptos.
No obstante, esta percepción rompe con la narrativa disruptiva que ha sido característica del estilo de gobernar de Donald Trump.
Duncan Wood, director del Mexican Institute del Wilson Center en Washington, dijo al diario Financial Times: “Todas los supuestos de la relación están en juego. Ya no podemos asumir que las cosas van a permanecer igual o que a integración continuará profundizándose”.
Déficit comercial inamovible
El hecho de que el déficit comercial sea la variable de referencia de la nueva administración complica aún más las negociaciones. El consenso de economistas coincide en que, aún si el TLCAN es derogado, el déficit comercial no se verá afectado de manera significativa.
Sin el TLCAN, la relación comercial entre México y Estados Unidos estaría regida por los estándares de la Organización Mundial de Comercio. Éstos estipulan aranceles que en promedio van de un rango del 2 por ciento al 8 por ciento, cantidades insignificantes si se compara con los beneficios que ofrecen las ventajas competitivas de México: bajos costos laborales, proveedores competitivos, ventaja geográfica, etc.
Por otra parte, aún no existe un consenso sobre los efectos y probabilidad de aprobación de un impuesto de ajuste fronterizo. Una parte significativa de economistas ortodoxos refieren que el gravamen implícito sería neutralizado por la marcada depreciación que ha registrado el peso frente al dólar en los últimos dos años. Asimismo, proyectan que gran parte de la incidencia del impuesto recaería sobre los consumidores estadounidenses, no sobre las firmas exportadoras de México.
En este contexto, el gobierno mexicano inicia su proceso de exploración de límites y líneas rojas para la negociación del TLCAN. En juego está una relación comercial en la que cada minuto se intercambian bienes y servicios valuados en un millón de dólares.
Diversificación europea
Ante la inminente renegociación del TLCAN y el riesgo (poco probable, pero presente) de que México inicie una guerra comercial con Estados Unidos, la política comercial mexicana está privilegiando una postura de diversificación.
En un comunicado conjunto, la SE y la Comisión de Comercio de la Unión Europea (UE) anunciaron dos nuevas rondas para profundizar la relación comercial entre México y el bloque europeo.
Las reuniones entre Ildefonso Guajardo, titular de la SE, y Cecilia Malmstrom, comisionada de comercio de la UE, se llevarán a cabo del 3 al 7 de abril y del 26 al 29 de junio.
“Juntos, estamos siendo testigos de un preocupante ascenso del proteccionismo en el mundo. Juntos, como socios de mentalidad similar, debemos defender la idea de la cooperación abierta y global”, se refirió en un comunicado conjunto de la SE y la Comisión de Comercio de la UE.
En el 2000, México firmó un tratado de libre comercio con la UE. Desde entonces, el intercambio comercial se ha duplicado a un monto actual de 57 mil millones de dólares al año.
Aunque la UE es el tercer mayor socio comercial de México, el volumen de intercambio representa apenas un décimo del valor del comercio que el país sostiene con Estados Unidos.