El problema
Es verdad, el tipo de cambio se ubica en un nivel de 17.72 pesos por dólar, la misma cotización que en mayo de 2016, cuando la candidata demócrata Hillary Clinton lideraba prácticamente todas las encuestas y muy pocos pensaban que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) corría un riesgo real.
Sin embargo, la renegociación del acuerdo comercial que ha fungido como el eje rector de la política de desarrollo del Estado mexicano no va a ser un paseo por el parque. Los objetivos de negociación de Estados Unidos muestran una agresividad que raya en el proteccionismo.
La administración de Trump pretende incluir salvaguardas para limitar las importaciones provenientes de México y Canadá. Además, se busca eliminar el mecanismo de resolución de controversias estipulado en el Capítulo 19 del tratado.
Estos dos temas colindan con las líneas rojas que han impuesto México y Canadá, de modo que se espera que las siete rondas de negociación del TLCAN sean ríspidas y se alarguen más allá del primer semestre de 2018.
La creciente tensión entre los socios comerciales del TLCAN quedó de relieve en una entrevista que Donald Trump ofreció al diario The Wall Street Journal esta semana. El presidente de Estados Unidos dijo que su país tiene la última palabra en lo que se refiere a la supervivencia del tratado: “Ahora estamos en medio de una negociación, entonces veremos. Tal vez tendremos que ponerle fin”.
Chad Bown y Gary Hufbauer, investigadores del Instituto Peterson de Economía Internacional (PIIE, por sus siglas en inglés), argumentan que la diferencia entre las posiciones de Estados Unidos y sus socios vuelve muy factible la posibilidad de que las negociaciones del TLCAN lleguen a un impasse que derive en la terminación del tratado en última instancia.
Otro escenario planteado por Hufbauer es que la negociación últimamente llevará a México y a Canadá a realizar concesiones significativas a las demandas de la administración de Trump.
Se argumenta que es poco probable que esto suceda, pero que aún si el gobierno de Enrique Peña Nieto asume una postura pasiva en la negociación, esto no garantizará la supervivencia del TLCAN.
Hufbauer explica que es prácticamente un hecho que la negociación se extenderá más allá de 2018, de tal suerte que la última palabra la tendrá el nuevo gobierno electo: “El candidato puntero en las elecciones presidenciales de julio de 2018, Andrés Manuel López Obrador, seguramente rechazará estas concesiones dadas las credenciales populistas que ha acreditado a lo largo de su vida”.
La solución
El PIIE encuentra una salida a los escenarios pesimistas que se han planteado anteriormente: México y Canadá necesitan permitir que la administración de Donald Trump “salve cara” con su base electoral. En término llanos, esto implica darle una victoria pública al presidente de Estados Unidos, tal como lo han hecho Carrier, Ford y, más recientemente, Foxconn.
De acuerdo a Gary Hufbauer, México y Canadá están en una posición que les permite hacer cierto tipo de concesiones que están en su propio interés. Por ejemplo, México puede aumentar sus compras de gas natural a Estados Unidos. Esta operación permite aprovechar los bajos precios del gas estadounidense para elevar la competitividad de la plataforma manufacturera mexicana. Por otra parte, cumpliría con el lineamiento de la administración de Trump de “Buy American” (compra lo estadounidense).
La injerencia del presidente de Estados Unidos en decisiones específicas de empresas como Ford o Carrier dejan ver que su preocupación principal es de forma, no de fondo. Esta percepción quedó reafirmada con el anuncio que realizó esta semana la Casa Blanca: Foxconn, la empresa taiwanesa que ensambla productos de Apple, invertirá 10 mil millones de dólares para abrir una planta en Wisconsin que producirá pantallas de retina para el iPhone.
Esto le dio la oportunidad al presidente Trump de publicitar que se crearán 3 mil empleos directos y que su intervención personal fue decisiva para la decisión de Foxconn.
Para una compañía que depende en gran medida de la automatización de procesos y de los bajos costos laborales, una operación en la que se tendrán que pagar salarios anuales promedio de 54 mil dólares hace poco sentido.
En ese sentido, esto explica por qué el gobierno estadounidense ofreció un beneficio fiscal de 3 mil millones de dólares, es decir de 519 dólares por contribuyente. Más caro que comprarle un iPhone a todos los residentes de Wisconsin.
Además, Foxconn tiene un largo historial de promesas de inversión que al final no se cumplen. De acuerdo a la agencia Bloomberg, los 10 mil millones de dólares de inversión representan una cantidad mayor a lo que la compañía ha gastado en capital en los últimos cinco años.
El futuro de la planta de Wisconsin es incierto. Así sucedió con Carrier, que ya empezó a despedir gente de su planta de Indiana, a pesar de que Trump había dicho en enero que su intervención permitió conservar 1,100 empleos.
La lección es clara. Dejen ganar al presidente.