Paradoja política
Descomponer los factores que afectan el comportamiento del peso no es una tarea sencilla. Sin embargo, es justo argumentar que la moneda mexicana, la divisa emergente de mayor liquidez en el mercado, ha sido víctima de la exuberancia irracional, pero al revés.
Indigo Staff
Descomponer los factores que afectan el comportamiento del peso no es una tarea sencilla. Sin embargo, es justo argumentar que la moneda mexicana, la divisa emergente de mayor liquidez en el mercado, ha sido víctima de la exuberancia irracional, pero al revés.
El término, utilizado en 1996 por el ex presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan, hace referencia al supuesto de que los mercados no son perfectos. La exuberancia irracional a la que aludió Greenspan en los 90 fue utilizada para argumentar que, entonces, el precio de las acciones estadounidenses se encontraba seriamente sobrevalorado.
Dos décadas después, lo mismo podría decirse del peso, pero en el sentido contrario. En el 2016, la moneda mexicana presentó el segundo peor desempeño entre una muestra de divisas con altos niveles de operación. Esta narrativa pesimista contrasta con los fuertes fundamentos macroeconómicos de la economía mexicana, la cual se encuentra en mejor estado que la mayoría de sus contrapartes emergentes.
Esto llevó a los inversionistas a argumentar que el peso se había convertido en víctima de su propio éxito. Sus altos niveles de liquidez, el laxo control de capitales de la economía mexicana y sus fundamentos macroeconómicos sólidos hicieron del peso un activo recurrente en el portafolio de los inversionistas globales.
Eventualmente, la moneda mexicana adquirió un carácter de instrumento de cobertura contra el riesgo emergente. Si el mercado percibía un incremento en el sentimiento de aversión al riesgo, ya sea por razones políticas o de mercado, los inversionistas se deshacían de sus posiciones en pesos (fáciles de vender) para cubrir sus posiciones en otros activos emergentes para los cuáles no era sencillo encontrar un comprador.
Esta dinámica volvió al peso un activo altamente sensible a al cambio en el sentimiento político. La alta correlación entre el tipo de cambio y las probabilidades de Donald Trump de ganar las elecciones ejemplifican este punto.
Mercado errático
Una vez que se confirmó el triunfo electoral de Trump, el mercado tomó cada declaración del ahora presidente de Estados Unidos como una promesa que sería cumplida a cabalidad. Cualquier insinuación negativa de Trump o de un funcionario de su administración en relación a México se tradujo en pérdidas para el peso.
Paradójicamente, esta dinámica operó de manera efectiva únicamente en el periodo de transición presidencial de la administración de Trump, un periodo que está marcado por la retórica ideologizada y no por lineamientos concretos de política económica.
Entre el 8 de noviembre, fecha de las elecciones en Estados Unidos, y el 20 de enero, día en que Trump asumió la presidencia, el peso perdió el 19.79 por ciento de su valor frente al dólar. La sensibilidad política de la moneda mexicana puso de relieve la percepción pesimista de los inversionistas.
Pero, tal como lo auguró Agustín Carstens, gobernador de Banco de México, los mercados entenderían, tarde o temprano, que el peso se encontraba fuertemente subvaluado.
Desde el 20 de enero, la moneda mexicana se ha apreciado 9.56 por ciento frente al dólar. Este auge denota también que el peso abandonó su condición de termómetro de riesgo global que lo hacía altamente susceptible a las variables políticas.
Alan Robinson, estratega de inversión de RBC Wealth Management, dijo el mes pasado al diario The Wall Street Journal que el comportamiento errático del peso lo fue desligando gradualmente de su función de indicador de ánimo de los mercados emergentes.
De la retórica a la sustancia
Esto encierra una contradicción. El martes en la noche, Donald Trump dio su primer discurso como presidente de Estados Unidos ante el Congreso. El evento inaugura, de manera informal, el periodo de negociación política para dar curso a la agenda del ejecutivo.
Justo en el momento en el que el proceso político estadounidense transitó de un periodo de retórica ideologizada hacia uno de negociaciones concretas de política económica, el peso se volvió menos reactivo a variables subjetivas como las declaraciones del presidente Trump.
Al momento, el consenso de analistas coincide en que la administración de Trump no ha emitido lineamientos con suficiente sustancia para definir una agenda concreta. En el discurso, la plataforma de Trump promete un recorte significativo de impuestos, un programa de infraestructura a 10 años de un billón de dólares y un desmantelamiento regulatorio a gran escala.
Sin embargo, Lewis Alexander, economista en jefe para Estados Unidos en Nomura, argumenta que este proceso de definición de agenda podría tardar meses. Asimismo, refirió en una nota para clientes que el debate reciente respecto a la implementación de un impuesto de ajuste fronterizo y de la reforma a los programas de Medicaid y Medicare es un indicio de que el ejecutivo encontrará obstáculos aún en un Congreso dominado por el Partido Republicano.
El peso no es el único activo que está siendo valorado a partir de un enfoque de incertidumbre . Pese a que las deliberaciones políticas que darán forma a la agenda de Trump apenas inician, el índice Dow Jones llegó a un máximo histórico de 21 mil puntos.
De igual forma, el mercado asigna una probabilidad de 82 por ciento a que la Reserva Federal eleve su tasa de interés de referencia en marzo.
Esto implica que los inversionistas aún están confiados de que Trump será capaz de cumplir su promesa de implementar un programa pro crecimiento que eventualmente se refleje en un alza en los tipos de interés.