Nuestra idiosincrasia

Es verano en Berlín, es tiempo de no estar en casay divertirse con los “open airs”.

Éste es el relato de uno que organizamos un grupo de amigos y yo hace un par de fines de semana. La locación era secreta, más por ilegal que por otra cosa. Un viejo hangar.

Alrededor de las 8 de la noche se puso el primer vinil. A medianoche teníamos casa llena. El gusto duró poco: llegó la policía.

Es verano en Berlín, es tiempo de no estar en casay divertirse con los “open airs”.

Éste es el relato de uno que organizamos un grupo de amigos y yo hace un par de fines de semana. La locación era secreta, más por ilegal que por otra cosa. Un viejo hangar.

Alrededor de las 8 de la noche se puso el primer vinil. A medianoche teníamos casa llena. El gusto duró poco: llegó la policía.

Después de una corta plática, uno de mis amigos gritó “We have a Plan B!”. De hecho, el plan B no existía, pero fue sugerido por la policía: nos dijeron “por nosotros no hay ningún problema con su fiesta, pero se quejaron algunos vecinos, así que mejor vayan abajo del puente Enselbrücke y ahí nadie los molestará”.

Cada quien tomó una posición al respecto. Todos juntos subieron las cosas en cuestión de minutos y en una hora ya estábamos casi todos en Enselbrücke escuchando música.

¿Y yo qué hice? Primero la verdad me hice bien güey. Dejé que todos hicieran todo y después me sentí mal por no participar, así que ayudé con lo poco que quedaba: un cable por ahí tirado en el suelo. Esa fue mi participación.

Lo que pasó en esa fiesta es un reflejo de la idiosincrasia europea. No hizo falta un líder que indicara qué hacer ni cuándo.Todo se hizo en conjunto y cada quién encontró una posición por sí mismo. Todos participativos viendo por el bien de la fiesta. Todos excepto los dos mexicanos.

¿Cómo hubiera sido en México? Empezando por la queja de los vecinos y la actitud de la policía, muy diferente. Ni mi amigo mexicano ni yo hicimos algo porque no había alguien que nos dijera qué hacer y cómo.

En México se nos acabó la fiesta. Después de este risorio proceso electoral, la frase “para cambiar al país tiene que cambiar uno mismo”, ha resonado mucho más que antes.

Sabemos que hay que cambiar, pero ¿exactamente cómo?

A mi parecer solo hay que cambiar algo en nosotros: hay que ver por el bien común.

Tenemos que tomar una posición, ya sea poniendo una luz hacia la izquierda o hacia la derecha, o recogiendo cables para llevarlos a la nueva locación.

Emmanuel Lauria, de Monterrey, es ingeniero en sistemas electrónicos y trabaja en Berlín, Alemania para zalando.com

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