El país del Sur

Más allá del lugar común, decir que hay dos Méxicos es una realidad económica. Los estados afectados por el terremoto cuentan con niveles de desarrollo equiparables a los de países africanos
Rodrigo Carbajal Rodrigo Carbajal Publicado el
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“Únicamente el que hace aprende”
Friedrich NietzscheFilósofo alemán

Han pasado 10 días desde que México presenció el peor episodio sísmico en una generación. El recuento de daños revela que el terremoto de 8.2 grados Richter ha derivado en una tragedia humanitaria que no se había visto en décadas: se calcula que hay más de 2 millones de damnificados y 96 personas muertas.

El desastre natural golpeó al México más pobre, rezagado y vulnerable. Los daños se concentran en gran medida en Oaxaca y Chiapas, dos de los tres estados con menor ingreso per cápita del país y con el menor nivel de desarrollo humano.

La prensa mexicana da cuenta de miles de historias de personas que lo han perdido todo. La devastación agravada por la pobreza crónica, endémica y estructural del sur del país.

La realidad develada por el terremoto contrasta fuertemente con la imagen de modernidad que intentó proyectar la apuesta reformista del presidente Enrique Peña Nieto. El consenso de economistas ortodoxos coincide en que el modelo de apertura de la economía mexicana, pese a sus limitaciones, se ha reflejado en beneficios tangibles en términos de industrialización, crecimiento focalizado e integración con la economía global.

No obstante, se advierte también, que la política económica mexicana ha tenido efectos redistributivos adversos, los cuales inciden en un mercado interno débil y en una polarización política con implicaciones de mercado que son reconocidas por la agencia Moody’s, el banco Citi y otras instituciones de alto perfil del sistema financiero.

El desastre natural golpeó al México más pobre, rezagado y vulnerable. Los daños se concentran en gran medida en Oaxaca y Chiapas, dos de los tres estados con menor ingreso per cápita del país y con el menor nivel de desarrollo humano

Desigualdad profunda

Medido bajo el coeficiente de Gini, México es el segundo país entre los miembros de la OCDE con el mayor nivel de desigualdad de ingreso. El dato es insuficiente para explicar la magnitud de una diferencia al interior del país que va más allá de la renta per cápita. De acuerdo al Programa de Desarrollo de la Organización de Naciones Unidas, la Ciudad de México cuenta con un nivel de desarrollo humano equiparable al de Andorra. En cambio, Chiapas, el estado más pobre de México, cuenta con un nivel de desarrollo humano equiparable al de Gabón, país del África subsahariana.

El reporte que fue publicado recientemente por el Coneval, la agencia del Estado mexicano que evalúa la política social, evidencia una brecha profunda entre los estados que están integrados a la economía global, como Nuevo León, estados más rezagados como Chiapas y Oaxaca.

En Nuevo León, que en el 2015 exportó bienes valuados en 34.5 mil millones de dólares, el porcentaje de la población en condiciones de pobreza para 2016 fue de 14.2 por ciento. Asimismo, el porcentaje de los habitantes que se encontraban en condiciones de pobreza extrema en ese año fue de apenas 0.6 por ciento.

Las cifras para Oaxaca son diametralmente opuestas. El estado exportó poco más del 2 por ciento de lo que Nuevo León vende en el exterior, lo que refleja un nivel de industrialización raquítico.  En el 2016, el 70.4 por ciento de la población de Oaxaca vivía en condiciones de pobreza, mientras que el 26.9 por ciento se encontraba en condiciones de pobreza extrema en ese año.

La respuesta del Estado

Aunque los programas de política social del Estado mexicano están fuertemente focalizados en la región sur, el rezago en materia de acceso a servicios de educación y de salud continúa siendo significativo.

Durante esta administración, el enfoque de la política de desarrollo cambió considerablemente. A los esfuerzos de iniciativas como Prospera se añadió una política de gran calado para la construcción de Zonas Económicas Especiales.

La idea, promovida por el economista de la Universidad de Harvard, Ricardo Hausmann, pretende que la mezcla de incentivos fiscales, aduaneros, institucionales y la aplicación de una política industrial centrada en la construcción de infraestructura y desarrollo de capital humano puedan generar una plataforma de manufactura que empuje el desarrollo regional.

Este enfoque de política económica pone al centro la necesidad de integrar a las economías regionales a la dinámica comercial global.

Las Zonas Económicas Especiales fueron presentadas en junio del año pasado. Sus resultados son prometedores, pero inciertos.

No obstante, desde la izquierda, se esgrime el argumento de que esta política no excluye la urgencia de aplicar una política fiscal redistributiva que realmente permita democratizar la productividad, tarea esencial para la convergencia económica de las diferentes regiones del país.

El recuento de daños revela que el terremoto ha sido una tragedia humanitaria que no se había visto en décadas
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