Pemex en el hoyo negro

Al abrirse en México la discusión legislativa de la reforma energética propuesta por el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, la tensión está en el aire. 

No sólo debido a la fuerte oposición que ésta ha inspirado, sino además porque aún no es claro si logrará cumplir donde otras han fracasado: convertir a Pemex en una empresa competitiva y levantar la producción petrolera de México.

Mientras que en los últimos años países como Colombia y Brasil han expandido dramáticamente su producción petrolera, la de México se ha estancado. 

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veces mayores son ahora las importaciones mexicanas de gas natural, contra lo registrado en el 2001
En una situación de caída de producción y aumento en la demanda, el resultado ha sido un aumento en la importación: entre 2007 y 2012 la tasa de importación de gasolina pasó de 41 a 50 por ciento
Al intentar complacer tanto a quienes se oponen a una reforma como a quienes quisieran invertir en el sector energético mexicano, la propuesta de reforma aún no ha convencido a ninguno de los dos bandos
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Al abrirse en México la discusión legislativa de la reforma energética propuesta por el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, la tensión está en el aire. 

No sólo debido a la fuerte oposición que ésta ha inspirado, sino además porque aún no es claro si logrará cumplir donde otras han fracasado: convertir a Pemex en una empresa competitiva y levantar la producción petrolera de México.

Mientras que en los últimos años países como Colombia y Brasil han expandido dramáticamente su producción petrolera, la de México se ha estancado. 

Del 2004 al 2012, la producción mexicana de crudo cayó aproximadamente 25 por ciento, según datos de la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH). 

Cayendo de un pico de 3.38 millones de barriles diarios en el 2004, se estima que la producción mexicana sea de 2.53 millones de barriles diarios este año, casi el mismo nivel de producción que México tenía en 1990. A diferencia de esto, la producción colombiana es hoy más del doble de la que se veía hace 20 años, y la brasileña es más del triple.

Al mismo tiempo, la demanda energética mexicana se ha incrementado considerablemente, alimentada por el crecimiento poblacional y la expansión de la clase media mexicana. 

Como referencia está la gasolina, cuyas ventas se incrementaron 31 por ciento entre el 2001 y 2011, según datos de Pemex. 

En una situación de caída de producción y aumento en la demanda, el resultado ha sido un aumento en la importación: entre 2007 y 2012 la tasa de importación de gasolina pasó de 41 a 50 por ciento.

Y no se trata sólo del petróleo y sus derivados, ya que entre el 2008 y el 2012 la producción mexicana de gas natural cayó alrededor del 15 por ciento, según datos de la CNH. Al mismo tiempo, la demanda de este recurso ha crecido 82 por ciento del 2001 a la fecha, y sigue creciendo a un ritmo de 5.6 por ciento cada año. Las importaciones mexicanas de gas natural son ahora casi cuatro veces mayores que las registradas en el 2001.

Con un panorama energético cada vez más negativo para el país, el momento parece adecuado para emprender una reforma profunda del sistema. 

Pero la pregunta permanece: ¿cuál es la mejor manera para realizar esto? ¿Cómo curar a Pemex de los males que actualmente la estancan?

La participación privada

En los términos propuestos por el gobierno federal, el Estado mexicano seguirá siendo el dueño de los hidrocarburos, pero le otorgará a empresas privadas el derecho de explotar recursos a través de contratos de utilidad compartida, a cambio de una participación en las ganancias generadas.

Este modelo es diferente al de producción compartida utilizado por la mayoría de las paraestatales petroleras de otros países, donde las compañías privadas pueden negociar con el Estado y quedarse con parte del petróleo que extraen. 

Bajo los contratos de utilidad compartida, el Estado sigue estando encargado de comercializar los recursos.

Esta diferencia podría ser crucial, ya que los contratos de producción compartida típicamente le permiten a las empresas registrar las reservas cubiertas por estos contratos como suyas. Así, si una empresa cuenta con una participación de 30 por ciento en un yacimiento que tiene reservas de 100 millones de barriles, puede contar 30 millones de barriles en su registro de activos. 

En cambio, en un contrato de utilidad compartida el valor del acuerdo puede ser nulo si no hay ganancias, una vez que se tomen en cuenta los gastos y los impuestos. Pero estos contratos también podrían ser atractivos, dependiendo de su estructura. 

Los analistas, por lo tanto, han indicado que no puede saberse con certitud si la reforma será atractiva para la inversión hasta que más detalles sean claros.

La oposición

A pesar de la tibia recepción que el sector privado le ha dado a la reforma energética, la oposición política a ésta ha sido fuerte desde antes de que se presentara oficialmente. Tanto legislativa como popularmente, sectores de la sociedad mexicana han rechazado la reforma acusando al gobierno federal de “traición”.

“Lo que es especial acerca del sistema energético mexicano no es sólo lo que está en la constitución, sino cómo se sienten los mexicanos al respecto”, apuntó Duncan Wood, director del Instituto México del Centro Woodrow Wilson, en entrevista con la Universidad de Pennsylvania. 

“Existe una conexión emocional muy, muy cercana con el petróleo debido a la creencia de que está atado a la soberanía nacional”, agregó Wood.

Al revelar la iniciativa de reforma, el presidente Enrique Peña Nieto declaró que la reforma respetaría, palabra por palabra, los principios que Lázaro Cárdenas delineó cuando expropió las empresas petroleras en 1938.

En este sentido, el gobierno federal ha subrayado que los contratos de utilidad compartida no le darían a empresas privadas la propiedad ni de yacimientos ni de los recursos que se encuentren en ellos.

Pero al intentar complacer tanto a quienes se oponen a una reforma como a quienes quisieran invertir en el sector energético mexicano, la propuesta de reforma aún no ha convencido a ninguno de los dos bandos. Y, con la demanda por energía creciendo en México y la producción de hidrocarburos cayendo, cada vez es más urgente reformar profundamente el sector energético mexicano.

Recientemente, Arthur van Benthem, profesor en la escuela de negocios de la Universidad de Pennsylvania, publicó un estudio donde reporta que la demanda de energía continuará creciendo en México y otros mercados emergentes a pesar de cambios tecnológicos que han vuelto más eficiente el consumo de energía. 

En consecuencia, el país tendrá que reformarse para lograr saciar esta demanda de manera interna o se convertirá, a pesar de sus enormes reservas de hidrocarburos, en un importador neto de petróleo y gas natural.

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