Luisa de la Vega lo supo desde los 12 años. Recuerda que cuando se miraba al espejo un sentimiento de confusión la invadía. Su cuerpo no era el de ella. Sus circunstancias personales y la poca comprensión de su familia hicieron que viviera la transición de identidad en silencio.
Al cumplir la mayoría de edad, la artista visual recorrió un par de hospitales en su ciudad natal Irapuato, en el estado de Guanajuato, sin embargo, ante la negativa de los médicos, e incluso la sugerencia de uno por ‘curar’ su condición hizo que buscara otras alternativas.
A los 19 años comenzó a hormonarse de forma clandestina, aunque al inicio no percibió cambios significativos, el tiempo le pasó factura a su salud. Después de varios meses, los elevados niveles de estrógeno en el cuerpo le ocasionaron principios de trombosis venosa. En ese momento supo que debía parar.
Tuvieron que transcurrir 20 años para que Luisa pudiera concretar su sueño: sentirse en paz con su cuerpo. El relato de su transición de identidad estaría incompleto sin Verónica Alvarado, su pareja y con quien ha vivido desde hace 16 años en la Ciudad de México.
Gracias a ella logró acercarse con un especialista, quien la asistió en los procedimientos quirúrgicos y hormonales para la reasignación de género. Hoy, a sus 39 años, de la Vega asegura que la sociedad mexicana es víctima de una moral con la que las personas trans deben luchar a contracorriente y por ello pagar un precio muy alto.
La búsqueda de su identidad las lleva a comenzar su transición de diferentes maneras. Sin embargo, muchas se enfrentan a diversos obstáculos al momento de querer atravesar las barreras del género.
Los altos costos y el estigma social provoca que muchas personas desistan. Algunas se apoyan de seguros de gastos mayores (aunque muy pocos lo pueden cubrir), otros tienen el apoyo de amigos o familiares y otros tantos trabajan para pagarlo en su totalidad. El deseo es complicado de realizar.
Cuerpos ajenos
No hay una razón genética ni hormonal, solo se nace en un cuerpo equivocado. Aceptar que se quiere cambiar es el paso más difícil, abandonar el secreto y construir una nueva vida es el objetivo más preciado.
La transición de identidad es un camino sinuoso y recorrerlo conlleva sacrificios no solo físicos, sino mentales, emocionales, espirituales, sociales y económicos.
Los tratamientos y procedimientos van de la mano con un gasto que muchas veces la mayoría de las personas no puede costear.
En la Ciudad de México existen solo dos clínicas gratuitas que apoyan a las personas trans con atención psicológica y tratamiento hormonal.
La Clínica Especializada Condesa, junto con su otra sede en Iztapalapa, ha hecho todo lo posible para apoyar a esta comunidad, pero al aumentar el número de interesados en los tratamientos, muchas veces no se dan abasto porque las personas que vienen de otros estados no pueden ser atendidas, debido a que el servicio es solo para los residentes de la capital del país.
Quienes no adquieren un servicio gratuito se ven en la necesidad de buscar otras opciones que les permitan acceder a algunos de los tratamientos más solicitados, entre los cuales se encuentra la terapia de reemplazo hormonal, que les permite dar el primer paso hacia su transición de identidad.
Esta inicia con una dosis regulada con antiandrógenos para detener la producción de testosterona, cuando se trata de un cambio de hombre a mujer, sin embargo, el proceso es largo y hay quienes la pueden requerir por siempre, lo cual significa una gran cantidad de miles de pesos, incluso dólares.
Otros de los factores indispensables para este cambio es la cirugía de reasignación de género, la cual tiene un costo aproximado de 30 mil dólares, además se debe tomar en cuenta que al menos en el país no abundan los médicos especialistas en este tipo cirugías, por lo que si se encuentra alguno, los precios llegan a ser exhorbitantes.
El tamaño del mercado de la cirugía de reasignación de sexo se valoró en más de 200 millones a nivel mundial en 2017 y se espera que crezca 25 por ciento anual hasta 2024.
Las necesidades no terminan aquí, pues la cirugía de feminización facial va de los 25 mil a los 60 mil dólares y los implantes mamarios de entre los 5 mil y los 10 mil dólares.
Esmeralda Román, coordinadora de la Clínica Especializada Condesa y su sede en Iztapalapa, comparte que, además de las 2 mil 500 terapias de reemplazo hormonal que se ofrecen en esta institución, ya trabajan en otras opciones que les permitan apoyar a los pacientes trans.
Hasta el momento no les pueden dar recomendaciones sobre a qué lugares pueden ir para continuar con su tratamiento, ya que por cuestiones de seguridad no lo consideran ético o responsable, pero buscan la manera de que en un futuro las clínicas que ofrecen servicios gratuitos cuenten con esta opción.
La otra discriminación a las personas trans
A pesar de que en México se ha avanzado en materia de inclusión, aún existen diversos retos por superar, sobre todo, en el sector salud.
De las personas trans que acuden a recibir atención médica, un 76.7 por ciento asegura que los especialistas las hicieron sentir incómodas; un 49.4 por ciento reconoció que ocultó su identidad de género, en tanto que un 38.3 por ciento aseguró que no les dieron el servicio o tratamiento adecuado, de acuerdo con la Encuesta sobre Discriminación por motivos de Orientación Sexual e Identidad de Género 2018 (Endosig) elaborada por el Conapred.
Jessica Marjane, fundadora de Red de Juventudes Trans México, comparte que los servicios de salud en México son deficientes, pero para las personas trans la situación es mucho más compleja y desafiante.
“Es necesario que el sector tenga prácticas que permitan el nivel de desarrollo de la personalidad fuera de la Ciudad de México y exista una política integral porque estamos en disputa no solo de la atención, sino de los términos correctos, ya que estamos sometidos a una mirada médica llena de prejuicios”, detalla la asesora jurídica de las personas LGBTIQ+.
Dentro de las empresas también se vive un estigma e incluso prácticas de discriminación hacia las personas trans, por lo que las secuelas son aún mayores en términos económicos.
En México, las personas trans son las que padecen los estragos de la desigualdad, situación que las orilla a que su calidad de vida sea de mejor calidad porque están expuestas a la pobreza, problemas de salud y al no permitirles al acceso a la educación cuando buscan un empleo, el mercado laboral las excluye.
Al respecto, Ari Vera, presidenta de la asociación civil Almas Cautivas, opina que al momento de buscar un trabajo, esta comunidad se enfrenta a diversos retos, entre los que destacan los prejuicios del reclutador y, en ocasiones, la limitada visión de las empresas.
“En la actualidad, existen diversas organizaciones que están derribando las barreras al cambiar de chip, pero como país aún nos hace falta impulsar políticas públicas que permitan aplicar acciones reafirmativas para que las personas trans dejemos de ser excluidas”, dice.
De frente a la desesperanza
Algunos cambios son dolorosos si empiezan en la infancia. Las y los niños trans son los más afectados. Desde el momento en que inician con su transición muchas veces son atacados por su entorno social, familiar y escolar.
Esto provoca que se generen altos índices de depresión y ansiedad, así como intentos de suicidio en casi 50 por ciento de ellos en la edad adulta.
Las probabilidades de suicidio entre las personas trans adolescentes es de alrededor es 30 por ciento más alto con respecto a otros jóvenes de su edad, debido a que se trata de una etapa en la cual se producen muchos cambios físicos, emocionales y mentales, orientados a que la persona encuentre su propia identidad.
Tania Ramírez, encargada de educación, cultura y discriminación en el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), asegura que las emociones de la comunidad trans frente a un contexto social hostil puede devenir en situaciones criticas, ya que 73 por ciento de los hombres trans idearon o intentaron quitarse la vida, mientras que el 58.4 por ciento correspondió a las mujeres trans.
“Para mejorar esta situación hace falta incorporar la diversidad como parte de las miradas de la no discriminación, se debe pensar en políticas públicas orientadas a la población en general, pues son la mayoría no es consciente, seguirán pasando cosas como estas”.