Pregúntenle a Toronto

Llevo nueve meses viviendo en Toronto. En mi corta estancia me he dado cuenta que la industria y la cultura de la cerveza están proliferando.

Me llama la atención que siendo Ontario una provincia con políticas muy estrictas en cuanto a la venta de alcohol, donde las marcas que dominan el mercado son de las grandes compañías -Molson, Coors, Moosehead, Heineken, Corona-, las microcervecerías se multiplican.

Llevo nueve meses viviendo en Toronto. En mi corta estancia me he dado cuenta que la industria y la cultura de la cerveza están proliferando.

Me llama la atención que siendo Ontario una provincia con políticas muy estrictas en cuanto a la venta de alcohol, donde las marcas que dominan el mercado son de las grandes compañías -Molson, Coors, Moosehead, Heineken, Corona-, las microcervecerías se multiplican.

En Ontario solo se vende alcohol en establecimientos del gobierno con LCBO (Liquor Control Board of Ontario), como The Beer Store y Winerack. Nada de Seven Elevens, OXXOs o tienditas de la esquina.

Lo más tarde que se puede comprar alcohol es a las diez de la noche, dependiendo del día de la semana, pues algunos días cierran a las seis de la tarde y otros a las ocho de la noche.

Se puede consumir alcohol hasta las dos de la madrugada en bares y restaurantes con LLBO, pero casi al triple del precio regular. En nueve meses no he conseguido cerveza “fuera de horario”.

Pienso en mi ciudad y en su inexistente cultura de la cerveza, a pesar de tener una empresa que la produce desde hace más de 120 años.

Porque me disculparán, puristas de la “regiomontaneidad”, pero embrutecerse con cheve mientras se asa carne o se ve un partido de futbol no es tener una cultura chelera; por más que la televisión se empeñe en hacérnoslo creer.

Una cultura cervecera requiere más: consumo responsable, leyes que se apliquen, transporte público eficiente, apoyo a microempresarios. Pareciera que en Monterrey las leyes sólo sirven para extorsionar comerciantes y ebrios al volante.

Reflexiono sobre los beneficios de que el gobierno tenga control total sobre el alcohol – como en Ontario- y en las consecuencias de que haya plena “libertad”  de que cada ciudadano sea responsable de la cantidad que bebe y se le conceda “el derecho” a comprar alcohol donde sea a la hora que sea (violando el reglamento), como en Monterrey.

No dudo que entre las autoridades de Ontario y las compañías cerveceras existan manejos turbios. Lo curioso es que acá las cosas sí funcionan.

No es que las microcervecerías sean el tema más importante para nuestro país hoy en día, pero siento que pueden darnos un panorama de lo que debemos erradicar: prácticas monopólicas, corrupción de funcionarios, competencia desleal, consumo irresponsable.

Llámenme loco, pero creo que si existiera una cultura cervecera, seríamos mejor ciudad. Si no, pregúntenle a Toronto… y a Munich y a Dublin y a Praga…

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