Prohibir cualquier bien de consumo tiene sus consecuencias. Y la justificación es siempre la misma.
La autoridad declara que en el interés público se debe prohibir la venta de bienes que pueden afectar no solo al consumidor final, sino a los demás que componen su entorno.
Un efecto que técnicamente se conoce como externalidad. Los cigarros, nos dicen, se controlan por los efectos secundarios que traen a personas que no fuman.
Sin embargo, las personas pocas veces hacen caso a la autoridad. Por ejemplo en el consumo de las drogas, la prohibición causa mercados negros que generan ganancias extraordinarias para los criminales que toman ventaja de la situación.
Las personas que buscan el bien, y los vendedores que lo obtienen ilegalmente, siempre se encuentran en la periferia de los mercados.
Refrescos: El enemigo a vencer
La batalla entre los prohibicionistas, quienes creen en el derecho de prohibir sustancias, y los más liberales, se ha trasladado a la ciudad de Nueva York, donde el millonario alcalde busca prohibir la venta de bebidas gaseosas de más de 32 onzas (casi un litro).
El proyecto propuesto por Michael Bloomberg afectaría a casi todas las bebidas que contienen azucar.
Desde refrescos en delis, restaurantes de comida rápida o arenas deportivas, hasta tés con azucar, estarían prohibidos bajo el programa denominado “Primero en la Nación”, con el cual Nueva York busca ser pionero en la reducción de la obesidad, de acuerdo con Bloomberg.
De hecho el alcalde, al que muchos han bautizado como “Nanny Bloomberg”, ha prohibido también fumar en parques y las grasas trans en comidas de restaurantes.
El problema es que la venta de más de una bebida ciertamente no está prohibida. Por lo tanto, un ciudadano adepto a las bebidas azucaradas simplemente podría comprar dos bebidas de 10 onzas, en lugar de una de 20.
En un mercado tan competitivo, y en el cual las personas tienen marcadas preferencias, una prohibición no parece la mejor opción para cambiar el comportamiento.
Un impuesto agregado a todas las bebidas azucaradas sería la mejor opción, pues haría más caro beber los productos que no son saludables en la relación a los que sí hacen bien, como el agua.
Además, el impuesto sería mucho más fácil de monitorear y recaudaría dinero para que la ciudad pueda cubrir los costos que supuestamente se incurren al tener una población con sobrepeso.
Resulta absurdo prohibir solo porciones grandes de un producto, cuando se pueden comprar infinidad de porciones del pequeño.
Hoy los neoyorquinos bromean sobre el asunto. En una encuesta realizada por un blog del New York Times, los lectores se burlaron del poder que Bloomberg dice ostentar para decidir por ellos.
Sugirieron para el Alcalde sobreprotector prohibir también mínimos detalles de la vida cotidiana, como el sarcasmo, los crocs, niños que lloran, envejecer, personas esbeltas que no comen, el desempleo, la pobreza… y las leyes tontas.
Creemos que Bloomberg sí podría cumplir con al menos una de ellas.
Bajo presión
Ayer, los ministros de finanzas y banqueros centrales del Grupo de los Siete realizaron una llamada telefónica de emergencia.
En una nota enviada a reporteros por parte del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, se detalla que el motivo de tal era repasar “las respuestas de política bajo consideración en Europa”. Sin duda se aproximan decisiones difíciles.
Índice ISM
Buena vibra
El índice ISM de servicios, que mide el ritmo al que se expande el sector de servicios en la economía de Estados Unidos, se dio a conocer ayer y fue más alto de lo esperado. El consenso entre analistas era que se mantuviera en 53.5 por ciento, es decir, incrementando 3.5 por ciento desde el mes anterior.
Sin embargo, el dato fue mayor, al ser 53.7 por ciento. Una diferencia pequeña, pero bien recibida por el mercado pues el Dow Jones aumentó 0.22 por ciento y el S&P 500, 0.57 por ciento. El IPC de la Bolsa Mexicana también se contagió de las buenas vibras, al escalar 0.08 por ciento.