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Siete años después de que la crisis financiera en Estados Unidos desatara la mayor contracción económica desde la Gran Depresión y seis años después de que la insolvencia de Grecia causara pánico en la eurozona, los mercados emergentes parecen estar dirigiéndose hacia una nueva crisis.
El elemento en común en todas estas calamidades es la deuda, cuya rápida acumulación vuelve a los países más vulnerables a crisis financieras y profundiza las contracciones resultantes de un revés en el ciclo económico.
Un alto nivel de deuda es asociado con una reducción en el crecimiento económico a medida que más dinero tiene que ser dedicado al pago de obligaciones en lugar de a la inversión o al consumo, además de aumentar el riesgo de que una crisis financiera sea más profunda y resulte en una recesión.
Para los países en desarrollo, este obstáculo viene a pasar factura después de años de condiciones crediticias favorecedoras a un nivel sin precedentes.
En los años posteriores a las crisis de los países desarrollados respondieron a sus problemas con tasas de interés a bajos históricos y programas heterodoxos de estímulo monetario. Esto envió a sus inversionistas al extranjero en búsqueda de mejores rendimientos, con miles de millones de dólares fluyendo hacia los mercados emergentes.
La revista The Economist reporta que esto explica cómo la relación deuda-producto interno bruto (PIB) en los mercados emergentes pasó de 150 por ciento en 2009 a 195 por ciento en 2014. Tan sólo en lo referente a la deuda del sector privado, esta relación pasó de 73 a 107 por ciento durante el mismo periodo.
Pero ahora las menores tasas de crecimiento económico en estos países, combinados con la expectativa de un alza en las tasas de interés estadounidenses, están revirtiendo estos flujos de capital y levantando pronósticos de problemas para el próximo año.
Peligroso crecimiento
David Mackie, director de análisis económico en el banco JPMorgan-Chase, señala que cuando la relación deuda privada-PIB se incrementa en por lo menos 20 puntos porcentuales en un periodo de cinco años, el crecimiento económico se disminuye en casi tres puntos porcentuales en los tres años posteriores al pico en la relación de deuda.
El análisis de Mackie apoya la investigación de Maurice Obstfeld, economista en jefe en el Fondo Monetario Internacional (FMI), la cual indica que los booms crediticios son uno de los dos mejores predictores de crisis en los mercados emergentes (el otro es una veloz apreciación real del tipo de cambio).
Obstfeld señala que un incremento en la relación deuda-PIB de nueve puntos porcentuales está asociado, en los tres años posteriores, con un aumento de probabilidades de 11.5 por ciento de un incumplimiento de pagos en la deuda pública, de 9.4 por ciento de una crisis cambiaria, y de 6.4 por ciento de una crisis bancaria.
Esto sugiere que el rápido crecimiento crediticio que los mercados emergentes experimentaron en los últimos siete años impedirán que sigan siendo el motor económico del mundo, un rol que ocuparon desde el 2000 y que se intensificó en los años posteriores a la crisis del 2008.
Destinos diferentes
Aunque todos se enfrentan a dificultades, no todos los mercados emergentes sufren de la misma forma. Esta diferencia depende de la salud de sus condiciones macroeconómicas y financieras.
Expertos señalan a países como China y Corea del Sur como economías que probablemente se enfrenten a menores tasas de crecimiento y a obstáculos financieros en los próximos años, pero que no caerán en una crisis severa.
En cambio, países con menores reservas internacionales y mayores déficit de cuenta corriente y de su balance presupuestario, como Brasil y Turquía, se enfrentan a riesgos de recesiones prolongadas.
También existen aquellos países para quienes lo peor parece haber pasado, como India y Rusia. Esto no quiere decir que no enfrenten dificultades, pero alimenta mejores expectativas de parte de los inversionistas y les ofrece un mayor colchón para aguantar problemas futuros.
En el caso de México, cuya relación deuda-PIB se incrementó en 30 puntos porcentuales entre 2007 y 2014, algo que sigue resultando alentador es que la mayor parte de este aumento no se dio en el sector privado. La relación de la deuda corporativa del país se incrementó en sólo 10 puntos porcentuales, y los préstamos a consumidores se incrementaron en sólo 1 punto porcentual.
Pero si México desea mantener esta perspectiva positiva en un entorno de menor crecimiento económico, debe cuidar su déficit fiscal y su deuda pública. Ésta última representa el 44 por ciento del PIB del país y se incrementó 19 puntos porcentuales en los últimos ocho años.