El futuro de la economía mexicana podría depender en última instancia de la resolución que emita un panel de la Organización Mundial de Comercio (OMC) respecto a una disputa entre Estados Unidos y China.
Ayer, la administración de Donald Trump se sumó formalmente a una causa de la Unión Europea en la OMC que cuestiona la posible designación de China como “una economía de mercado”.
Nicholas Lardy, miembro del Instituto Peterson de Economía Internacional, un think tank que promueve el libre comercio, dijo al diario The New York Times que si el panel de la OMC delibera a favor de China, Estados Unidos podría utilizar esta decisión como una excusa para retirarse del organismo multilateral.
Esto significaría la mayor disrupción al sistema de comercio global desde la Segunda Guerra Mundial y tendría consecuencias catastróficas para las perspectivas de crecimiento de la economía mexicana.
La administración de Enrique Peña Nieto ha tejido una narrativa pública de que la posible cancelación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) no necesariamente representaría un impacto profundo para el sector exportador porque la relación México-Estados Unidos descansaría en las regulaciones de la OMC. El secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, argumenta que bajo este marco el grueso de las exportaciones manufactureras mexicanas estarían sujetas a la imposición de aranceles de entre el 2 por ciento y el 8 por ciento. Una cifra poco significativa.
Sin embargo, si las negociaciones del TLCAN colapsan y la administración de Trump opta por sacar a Estados Unidos de la OMC, se abriría la puerta a una guerra comercial abierta en la que se podrían implementar aranceles a discrecionalidad. En campaña, Trump dijo que buscaría gravar las importaciones provenientes desde México con un arancel de 35 por ciento.
El consenso de analistas sugiere que esto derivaría en una recesión en México. Las exportaciones que el país envía a Estados Unidos equivalen a alrededor de un cuarto del PIB y, de acuerdo al más reciente reporte país que realizó el Fondo Monetario Internacional, se proyecta que el sector exportador será la única fuente de crecimiento sustantivo en los próximos cinco años.
Las amenazas de Lighthizer
Robert Lighthizer, el representante comercial de Estados Unidos (USTR, por sus siglas en inglés) y el jefe del equipo negociador estadounidense en la discusión del TLCAN, aseguró en junio, en su audiencia de confirmación frente al Senado, que la disputa con China “es el asunto de litigación más serio que estamos enfrentando en la OMC”.
China se incorporó a la OMC en el 2001, pero no le fue otorgada la etiqueta de “economía de mercado”. No obstante, Beijing reclama que en los términos de su entrada al organismo multilateral se estipuló el compromiso de que se comenzaría a considerar a China como una “economía de mercado” después de 15 años de permanencia en la OMC.
La Unión Europea y Estados Unidos se oponen a este compromiso porque consideran que el Estado aún juega un papel preponderante en la economía de China, lo que se traduce en distorsiones de precios y subsidios que son referidos como prácticas de competencia desleal bajo los estándares de la OMC.
El hecho de que China no cuente con la etiqueta de “economía de mercado” le permite a otros miembros de la OMC a implementar aranceles de manera asimétrica. Por eso, en diciembre del 2016, Beijing retó a la Unión Europea y a Estados Unidos frente al organismo multilateral. Ahora un panel de resolución de controversias deberá deliberar al respecto.
Lighthizer ha dicho que “una mala decisión” sobre el estatus de China podría ser “cataclísmico para la OMC”. Las palabras del USTR hacen eco de la visión de la administración de Donald Trump de que el sistema multilateral de instituciones financieras y comerciales es ineficiente para representar los intereses de Estados Unidos en el mundo. Esta semana, el New York Times reportó que altos funcionarios del gobierno federal expresaron que la OMC sirve a muchos propósitos, pero que éstos no reflejan los objetivos que se pensaron cuando la institución fue creada.
Este gobierno estadounidense ha puesto énfasis en la creación de acuerdos bilaterales que sustituyan tratados y/o instituciones multilaterales para promover lo que la administración de Trump denomina como “un comercio justo”.
El fracaso del Plan B
El presidente Trump decidió que Estados Unidos saldría del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés), del cual México era parte. Después ordenó renegociar el TLCAN, realizando demandas que bordean en lo inaceptable. Ahora, el gobierno estadounidense podría retirarse de la OMC.
Este escenario desmantelaría por completo el denominado “Plan B” en el que tanto han insistido Ildefonso Guajardo y el propio canciller, Luis Videgaray. Además, la salida de Estados Unidos de la OMC empeoraría dramáticamente la posición de México en la renegociación del TLCAN.
El país se quedaría sin instancias institucionales a las cuales acudir en caso de que la administración de Trump incurra en alguna arbitrariedad en materia comercial.
Lo anterior significaría un fracaso contundente para Guajardo, Videgaray y la administración de Peña Nieto.