“Sin precedentes”, se podría calificar al último anuncio del Banco Central de Estados Unidos.
Por primera vez en la historia de la institución, se dejó a un lado el lenguaje diplomático para dar paso a decir literalmente hasta cuándo se continuaría apoyando a la economía.
El nuevo plan de la Fed contempla la compra de 85 mil millones de dólares en bonos y activos hipotecarios hasta que la tasa de desempleo llegue al 6.5 por ciento, o la inflación a 2.5 por ciento.
Es un experimento que se venía debatiendo por semanas entre los miembros de Comité de Mercado Abierto, puesto que el instituto central continuamente ha evitado poner una meta explícita a sus acciones.
Habrá quienes opinen que la razón por romper con el pasado es el débil avance de las negociaciones entre republicanos y demócratas para evitar un precipicio fiscal el primero de enero.
Ayer, el líder de los republicanos en el Congreso, John Boehner, ofreció una conferencia de prensa nada esperanzadora sobre el tema.
El sentimiento prevaleciente entre los mercados es que si la política fiscal no podrá ayudar a la economía estadounidense, el Banco Central ha tomado la consigna de hacer lo que está en su poder, incluso si ello significa romper con antiguas tradiciones.